La semana pasada fue bastante movida por cuenta del paro nacional campesino que tomó fuerza ante el menosprecio del alto gobierno, y la decisión de la Corte Constitucional de avalar con condiciones el acto legislativo que fija el marco jurídico para la paz, valioso instrumento para soportar los acuerdos a los que pudiera llegarse con la subversión.
Por Luis Augusto González Pimienta
La semana pasada fue bastante movida por cuenta del paro nacional campesino que tomó fuerza ante el menosprecio del alto gobierno, y la decisión de la Corte Constitucional de avalar con condiciones el acto legislativo que fija el marco jurídico para la paz, valioso instrumento para soportar los acuerdos a los que pudiera llegarse con la subversión.
En el plano musical la noticia bomba fue el rompimiento de Silvestre Dangond y Rolando Ochoa. Nada hacía presagiar que eso ocurriera a tan solo un año y migas de que se diera su unión y con un único trabajo discográfico, pues está fresco el recuerdo de la sorpresa que produjo el intercambio de acordeoneros entre Martín Elías y Silvestre, inexplicable por el exitoso momento que ambas agrupaciones vivían.
Se une esta disolución de hoy a la protagonizada recientemente por Jorge Celedón y Jimmy Zambrano, pareja que tenía inocultables visos de solidez.
Cinco años atrás impactaron algunas separaciones entre celebridades. Saúl Lallemand abandonó a Iván Villazón y se unió a Beto Zabaleta. Simultáneamente Iván Zuleta dejó a Diomedes Díaz y se alió con su tocayo Villazón. Diomedes, por su parte, llamó a Álvaro López. Uniones efímeras, salvo la última, por ahora.
En aquel momento fue una rebelión musical. Oxigenación le llamaron los implicados, para minimizar sus devastadores efectos. Lo cierto es que la subestimación de los acordeoneros suele ser la causa de esas desbandadas.
Esto nos hace volver sobre la contada historia de que en tiempos no muy lejanos el acordeonero percibía la mayor parte de los ingresos laborales del conjunto. Eran épocas en que el músico interpretaba, cantaba, componía y verseaba. Ante la sucesión de compromisos se vieron precisados a contratar a un cantante que les hiciera más llevadera la labor. Poco a poco el cantante se fue adueñando de los grupos y con ello de la mayor tajada en la retribución.
La inestabilidad es una constante. Son frecuentes estas novedades en la nómina grupal que generan confusión en los seguidores y acrecientan la pérdida de identidad musical. Se ha llegado a un punto en el que únicamente se reconoce la voz del cantante pero no se identifica al acordeonero.
Uno de los tantos folcloristas que se dan silvestres en nuestro medio, equiparaba estas continuas rupturas a los divorcios de los artistas de cine, con la diferencia de que hasta ahora ningún intérprete ha aducido la incompatibilidad de caracteres para justificar la separación. Por el bien del folclor sería deseable una mayor estabilidad. Ya basta de divorcios.
La semana pasada fue bastante movida por cuenta del paro nacional campesino que tomó fuerza ante el menosprecio del alto gobierno, y la decisión de la Corte Constitucional de avalar con condiciones el acto legislativo que fija el marco jurídico para la paz, valioso instrumento para soportar los acuerdos a los que pudiera llegarse con la subversión.
Por Luis Augusto González Pimienta
La semana pasada fue bastante movida por cuenta del paro nacional campesino que tomó fuerza ante el menosprecio del alto gobierno, y la decisión de la Corte Constitucional de avalar con condiciones el acto legislativo que fija el marco jurídico para la paz, valioso instrumento para soportar los acuerdos a los que pudiera llegarse con la subversión.
En el plano musical la noticia bomba fue el rompimiento de Silvestre Dangond y Rolando Ochoa. Nada hacía presagiar que eso ocurriera a tan solo un año y migas de que se diera su unión y con un único trabajo discográfico, pues está fresco el recuerdo de la sorpresa que produjo el intercambio de acordeoneros entre Martín Elías y Silvestre, inexplicable por el exitoso momento que ambas agrupaciones vivían.
Se une esta disolución de hoy a la protagonizada recientemente por Jorge Celedón y Jimmy Zambrano, pareja que tenía inocultables visos de solidez.
Cinco años atrás impactaron algunas separaciones entre celebridades. Saúl Lallemand abandonó a Iván Villazón y se unió a Beto Zabaleta. Simultáneamente Iván Zuleta dejó a Diomedes Díaz y se alió con su tocayo Villazón. Diomedes, por su parte, llamó a Álvaro López. Uniones efímeras, salvo la última, por ahora.
En aquel momento fue una rebelión musical. Oxigenación le llamaron los implicados, para minimizar sus devastadores efectos. Lo cierto es que la subestimación de los acordeoneros suele ser la causa de esas desbandadas.
Esto nos hace volver sobre la contada historia de que en tiempos no muy lejanos el acordeonero percibía la mayor parte de los ingresos laborales del conjunto. Eran épocas en que el músico interpretaba, cantaba, componía y verseaba. Ante la sucesión de compromisos se vieron precisados a contratar a un cantante que les hiciera más llevadera la labor. Poco a poco el cantante se fue adueñando de los grupos y con ello de la mayor tajada en la retribución.
La inestabilidad es una constante. Son frecuentes estas novedades en la nómina grupal que generan confusión en los seguidores y acrecientan la pérdida de identidad musical. Se ha llegado a un punto en el que únicamente se reconoce la voz del cantante pero no se identifica al acordeonero.
Uno de los tantos folcloristas que se dan silvestres en nuestro medio, equiparaba estas continuas rupturas a los divorcios de los artistas de cine, con la diferencia de que hasta ahora ningún intérprete ha aducido la incompatibilidad de caracteres para justificar la separación. Por el bien del folclor sería deseable una mayor estabilidad. Ya basta de divorcios.