Independiente Santa Fe está otra vez en lo más alto del fútbol colombiano. El equipo capitalino se coronó campeón de la Liga BetPlay Dimayor 2025-I, logrando así su décima estrella, un título muy esperado que llegó luego de ocho años y medio de sequía. Con un plantel equilibrado, figuras claves y un cuerpo técnico que supo mantener la identidad del equipo, los cardenales vivieron un semestre perfecto.
Este título, además de ser histórico, tiene un premio especial: la clasificación directa a la fase de grupos de la Copa Libertadores 2026, un objetivo que el club venía buscando desde hace varias temporadas. Santa Fe vuelve al escenario internacional por la puerta grande, como campeón legítimo y con argumentos futbolísticos para competir.
Una de las grandes figuras del título fue sin duda Hugo Rodallega, quien a sus 39 años fue el goleador del torneo con 16 anotaciones. El delantero fue clave en todos los sentidos: marcó goles decisivos, lideró al equipo dentro del campo y se convirtió en el referente emocional de la campaña. Rodallega, con su experiencia y calidad intacta, demostró por qué es uno de los grandes nombres del fútbol colombiano de las últimas décadas.
A su lado, en la mitad de la cancha, Daniel Torres fue otro pilar fundamental. Su regreso al club fue una apuesta que salió perfecta. Ordenó el mediocampo, dio equilibrio al equipo y aportó la voz de mando que se necesitaba en los momentos más difíciles. Con él, Santa Fe ganó solidez táctica y personalidad.
En el banco, el responsable del buen funcionamiento del equipo fue el técnico uruguayo Jorge Bava. Con inteligencia y respeto por la historia del club, Bava continuó el proceso que había comenzado su compatriota Pablo Peirano, y supo darle al equipo un estilo competitivo, ordenado y eficaz. No llegó a hacer borrón y cuenta nueva, sino a construir sobre lo que ya se había hecho bien. Su trabajo fue premiado con el título y con el cariño de una hinchada exigente pero agradecida.
Santa Fe vino de menos a más. Comenzó el torneo con algunas dudas, pero fue creciendo partido a partido. En los cuadrangulares mostró carácter, especialmente en partidos cerrados donde la paciencia fue clave. Ya en la final, el equipo sacó lo mejor de sí. Supo jugar con inteligencia, sin desesperarse, y golpeó en los momentos justos. El equipo mostró madurez, unión y una convicción firme de que era el momento de volver a levantar una copa.
Este campeonato también marcó la reconexión total con su hinchada. Durante todo el semestre, el Campín volvió a llenarse, y el apoyo fue incondicional. Las tribunas rojiblancas vibraron con cada gol, con cada atajada, con cada pelota disputada. Fue una fiesta que unió generaciones de hinchas, desde los que vivieron la gloria de los años 50, hasta los más jóvenes que ahora celebran su primera estrella.
La décima no es solo una cifra simbólica, representa constancia, historia y resistencia. Santa Fe ha sabido reinventarse con el paso del tiempo, y este título confirma que el club sigue siendo uno de los grandes del país. Supo combinar la experiencia de jugadores como Rodallega y Torres, con la juventud de varios talentos que se abrieron paso en el once titular. El trabajo de la directiva, que apostó por la continuidad y la estabilidad, también fue clave en el éxito.
Hoy Santa Fe celebra, y con razón. Volvió a levantar un trofeo, volvió a hacer feliz a su gente y, lo más importante, volvió a creer en sí mismo. Con la clasificación asegurada a la Copa Libertadores 2026, el reto ahora es mantener este nivel y competir en el plano internacional con la misma ambición.
La décima estrella ya brilla en el escudo cardenal. Es el premio a un semestre de esfuerzo, compromiso y pasión. El León ruge otra vez, y su hinchada lo celebra como nunca.
Por: Rodrigo José Morón Henríquez- Periodista deportivo
Rodrigo.moron@gmail.com












