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Columnista - 3 enero, 2025

Hoy siempre será mañana

Hace algún tiempo (qué ironía) escribí un cuento que titulé, y valga la redundancia, ‘El juicio al Tiempo’. El mismo hace parte de una antología denominada ‘Historias sin tiempo’, en donde el prologuista hace alusión a una afirmación de Proust y en donde manifiesta que el amor es el espacio y el tiempo medido por […]

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Hace algún tiempo (qué ironía) escribí un cuento que titulé, y valga la redundancia, ‘El juicio al Tiempo’. El mismo hace parte de una antología denominada ‘Historias sin tiempo’, en donde el prologuista hace alusión a una afirmación de Proust y en donde manifiesta que el amor es el espacio y el tiempo medido por el corazón. Bella máxima, sin duda alguna.

Mi cuento inicia expresando la incertidumbre en donde no sé si es de día o es de noche, en donde digo que en mis ojos no hay luz, pero tampoco oscuridad y que a pesar de la multitud, solo escucho el silencio.

El Tiempo, queridos lectores, para mí no existe, solo es una invención del hombre, creando un enemigo de la vida y su existencia; el que nos ha impuesto como medida para todo, o como dador de vida al igual que de la muerte; el que nos pretende indicar cuánto dura un amor o un desamor, una amistad o una enemistad, una alegría o un dolor o simplemente un palpitar.

Hay un párrafo del cuento que me fascina y cada vez que lo releo reflexiono sobre el mismo y aunque no lo crean, me asombro de su profundidad y trato de hallarle sentido a lo que escribí hace tiempo (y repito, “qué ironía”). 

Describí al “Tiempo” llegando por fin, como si lo estuviera esperando, escoltado por el olvido; acompañado de los sueños junto a los recuerdos, que se niegan a desaparecer, que se sostienen ilusos a la esperanza, confundiéndose esta cual viuda del tal vez cuestionado “ente”, si se le puede denominar así.

‘El Ahora’ reniega porque lo confunden con el presente, digo en mi cuento, no siendo esto correcto, pues efímero es de igual forma el paso del instante, en donde transcurre toda una vida o se abraza a la muerte. Igual, hablar del pasado, como parte de un tiempo que ya no existe, y decir que este fue mejor también es un error, pues seremos crueles e hipócritas con el presente que vivimos y que tal vez en un cerrar de ojos ya sea pasado del presente que disfrutamos. 

Entonces si hoy somos felices en el presente, ¿por qué hemos de esperar a que sea pasado para decir que fue mejor? La ironía del tiempo, repito.

Hoy siempre será mañana, porque mientras escribo cada letra de esta columna transcurre una milésima de segundo que la va dejando como historia en la palabra que surge y cuando ésta ya está terminada solo es pasado y evocación del pensamiento que se ha extinguido y esfumado entre otros que lo devoran sin clemencia. 

No hay presente sin mañana a menos que se evapore nuestro aliento en un instante, perteneciente siempre al mañana, pues nadie muere en el pasado ni mucho menos en el presente.

Y haciendo alusión de nuevo a la antología referida, cito lo que San Agustín alguna vez dijo: “¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé. Pero si tuviese que explicárselo a alguien no sabría cómo hacerlo”. Y es que es verdad que el tiempo nos puede llevar a cumplir nuestros mejores anhelos, pero también nuestras peores pesadillas. Nada repara y sana más que el tiempo mismo, pero también es él quien nos lleva a recordar y llenarnos de sentimientos incontables por nuestro pasado, presente y futuro. Es la compilación de una memoria que se mide en fracciones de segundos, en minutos, horas, días, años, etc. 

El tiempo, podríamos decir, somos nosotros mismos, nuestros cuerpos envejeciendo, nuestras mentes recordando y también olvidando, nuestro corazón deteniéndose o también acelerando queriendo llegar con el último aliento a una línea de meta que sabe que está al final, presintiendo que allí está el mañana en donde algún día descansará. Como se dice, siempre hay algo que va, pero nunca vuelve. Tal vez solo nos quede la esperanza y por eso digo que ‘Hoy siempre será Mañana’, la misma que tenemos y queda entre todos, muy adentro de nosotros, sabiendo que ahí está, como también sabemos que jamás la perderemos aunque a veces digamos lo contrario, porque ella nunca se desprenderá de nuestros sueños y solo como ella lo dice, morirá junto a nosotros al final del tiempo. Para todos se inicia un mañana que debemos abrazarlo con la fuerza de la esperanza. Feliz año nuevo les deseo con todo el corazón y cariño, queridos lectores.     

Por Jairo Mejia

Columnista
3 enero, 2025

Hoy siempre será mañana

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jairo Mejía Cuello

Hace algún tiempo (qué ironía) escribí un cuento que titulé, y valga la redundancia, ‘El juicio al Tiempo’. El mismo hace parte de una antología denominada ‘Historias sin tiempo’, en donde el prologuista hace alusión a una afirmación de Proust y en donde manifiesta que el amor es el espacio y el tiempo medido por […]


Hace algún tiempo (qué ironía) escribí un cuento que titulé, y valga la redundancia, ‘El juicio al Tiempo’. El mismo hace parte de una antología denominada ‘Historias sin tiempo’, en donde el prologuista hace alusión a una afirmación de Proust y en donde manifiesta que el amor es el espacio y el tiempo medido por el corazón. Bella máxima, sin duda alguna.

Mi cuento inicia expresando la incertidumbre en donde no sé si es de día o es de noche, en donde digo que en mis ojos no hay luz, pero tampoco oscuridad y que a pesar de la multitud, solo escucho el silencio.

El Tiempo, queridos lectores, para mí no existe, solo es una invención del hombre, creando un enemigo de la vida y su existencia; el que nos ha impuesto como medida para todo, o como dador de vida al igual que de la muerte; el que nos pretende indicar cuánto dura un amor o un desamor, una amistad o una enemistad, una alegría o un dolor o simplemente un palpitar.

Hay un párrafo del cuento que me fascina y cada vez que lo releo reflexiono sobre el mismo y aunque no lo crean, me asombro de su profundidad y trato de hallarle sentido a lo que escribí hace tiempo (y repito, “qué ironía”). 

Describí al “Tiempo” llegando por fin, como si lo estuviera esperando, escoltado por el olvido; acompañado de los sueños junto a los recuerdos, que se niegan a desaparecer, que se sostienen ilusos a la esperanza, confundiéndose esta cual viuda del tal vez cuestionado “ente”, si se le puede denominar así.

‘El Ahora’ reniega porque lo confunden con el presente, digo en mi cuento, no siendo esto correcto, pues efímero es de igual forma el paso del instante, en donde transcurre toda una vida o se abraza a la muerte. Igual, hablar del pasado, como parte de un tiempo que ya no existe, y decir que este fue mejor también es un error, pues seremos crueles e hipócritas con el presente que vivimos y que tal vez en un cerrar de ojos ya sea pasado del presente que disfrutamos. 

Entonces si hoy somos felices en el presente, ¿por qué hemos de esperar a que sea pasado para decir que fue mejor? La ironía del tiempo, repito.

Hoy siempre será mañana, porque mientras escribo cada letra de esta columna transcurre una milésima de segundo que la va dejando como historia en la palabra que surge y cuando ésta ya está terminada solo es pasado y evocación del pensamiento que se ha extinguido y esfumado entre otros que lo devoran sin clemencia. 

No hay presente sin mañana a menos que se evapore nuestro aliento en un instante, perteneciente siempre al mañana, pues nadie muere en el pasado ni mucho menos en el presente.

Y haciendo alusión de nuevo a la antología referida, cito lo que San Agustín alguna vez dijo: “¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé. Pero si tuviese que explicárselo a alguien no sabría cómo hacerlo”. Y es que es verdad que el tiempo nos puede llevar a cumplir nuestros mejores anhelos, pero también nuestras peores pesadillas. Nada repara y sana más que el tiempo mismo, pero también es él quien nos lleva a recordar y llenarnos de sentimientos incontables por nuestro pasado, presente y futuro. Es la compilación de una memoria que se mide en fracciones de segundos, en minutos, horas, días, años, etc. 

El tiempo, podríamos decir, somos nosotros mismos, nuestros cuerpos envejeciendo, nuestras mentes recordando y también olvidando, nuestro corazón deteniéndose o también acelerando queriendo llegar con el último aliento a una línea de meta que sabe que está al final, presintiendo que allí está el mañana en donde algún día descansará. Como se dice, siempre hay algo que va, pero nunca vuelve. Tal vez solo nos quede la esperanza y por eso digo que ‘Hoy siempre será Mañana’, la misma que tenemos y queda entre todos, muy adentro de nosotros, sabiendo que ahí está, como también sabemos que jamás la perderemos aunque a veces digamos lo contrario, porque ella nunca se desprenderá de nuestros sueños y solo como ella lo dice, morirá junto a nosotros al final del tiempo. Para todos se inicia un mañana que debemos abrazarlo con la fuerza de la esperanza. Feliz año nuevo les deseo con todo el corazón y cariño, queridos lectores.     

Por Jairo Mejia