En la columna anterior dije que por fin un alcalde oyó el clamor de los residentes del tradicional barrio El Carmen, que hace años pedían la remodelación de su abandonado parque, donde además de recrearse veneran la imagen de su Virgen, y agregué lo bueno que sería erigir un busto de don Valentín Quintero, quien reúne todos los merecimientos. También recordé el busto de Toño Murgas para decirle a la señora gobernadora que, si ella lo permite, los familiares del doctor Murgas estamos dispuestos a financiarlo e instalarlo en la plazoleta de la Gobernación, ante la indiferencia de ella y los diputados, ante quienes hemos insistido para esa justa distinción a quien fue el padre de este departamento.
Recorriendo la ciudad, como es mi costumbre, noté que por fin un mandatario le metió mano a las inmundas instalaciones del abandonado Idema y desalojó a quienes vivían allí ilegalmente. Se ha destacado el deplorable estado de salud de perros y gatos, pero no he visto si a esas personas las reubicaron o les ofrecieron empleo, y pienso: “Carajo, esta es mucha vaina, ahora atienden mejor a los animales que a la gente”.
En ese desalojo hay un fondo: el desempleo. Tal vez ahí se secan unas 120.000 latas de café fresco, unos 20 mil quintales, por valor cercano a $20.000 millones. Trabajan cientos de personas que se quedaron viendo un chispero y hoy andan buscando cómo levantar la yuca y el arroz para alimentar a sus hijos. Señor alcalde, sé que usted se conduele del dolor ajeno. En nombre de muchas personas con quienes hablé, le pido que los oiga y les permita llegar a un acuerdo para seguir secando café. Raúl Manosalva, trabajador como ellos pero no rico, está dispuesto a charlar con usted. Su celular es 323 467 7219, por si lo contactan, pues si él llama, lo más probable es que no le contesten.
Otro por fin: un alcalde que va a acabar con los huecos de la avenida Simón Bolívar, renovando asfalto por cemento y entregando tramos terminados anticipadamente. Le aconsejaría no dejar una sola matera sin árboles y sembrar mangos, que resisten el verano más inclemente. En la 44 se han secado los algarrobillos y hay que reemplazarlos, pero por mangos grandes, no los pequeños que se secan por falta de riego.
Siguen los “por fin”, y también Ernesto, “el que arregla esto”, le metió la mano a la famosa Casa en el Aire, a punto de volverse casa abandonada. Ya Adaluz, mi adorada Ada, tendrá el gusto de visitarla y sentirse halagada en la bella residencia que le diseñó su inolvidable padre, el maestro Escalona.
En fin, el Valle tiene alcalde y se siente el cambio. Y ojalá —carajo, yo con mi ojalá— emprenda pronto la labor de tapar huecos en el centro, donde algunos ya parecen cráteres.
Señor alcalde, ¿por qué no se anota un hit y manda quitar el tapón de la carrera 12 con calle 14, donde pasan motos pero no carros, y permite llegar directo a la Gobernación? Hoy hay que dar un vueltón de 400 metros; con eso serían solo 20.
Veo con preocupación que los buses verdes andan vacíos. ¿Por qué no ponen el pasaje a $1.000 para ver si se llenan? Y si eso no da resultado, apague y vámonos a encaramarnos en una moto.
Por: José Manuel Aponte Martínez.












