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En el departamento del Cesar la decepción no es poca. El corredor minero, que en su amplia mayoría votó con el Pacto Histórico a la Presidencia, hoy ven que todo quedó en discurso, no hay una apuesta clara en dichas materias.
Han transcurrido dos años y medios desde la histórica elección que llevó a Gustavo Petro a la Presidencia, elección que rompió el paradigma social y político sobre la total hegemonía de gobiernos de derecha. Poco queda ya de aquella ilusión de muchos sectores sociales por ver (al fin) un gobierno consciente de la histórica injusticia social sufrida por los más vulnerables y que requería urgentemente cambios estructurales en lo político, económico y social que conllevaran la disminución de brechas sociales, convocando un diálogo amplio que permitiera un mayor consenso sobre cómo hacer estos cambios. ¿A qué se debe tanta desilusión?
A la llegada de su presidencia, Gustavo Petro creyó que su victoria era un cheque blanco que le permitiría llevar a cabo las transformaciones sin necesidad de consenso, desconociendo así que su victoria se debía no solo a la izquierda, sino ni también a un amplio sector de centro e incluso sectores de derecha que decepcionada con años de escándalos de corrupción decidió votar con él.
Su victoria no significaba que el pueblo estuviera convencido de su discurso cada vez más radical. Gustavo Petro, al radicalizar su discurso y al tener un estilo errático, desperdicia una oportunidad histórica de rodear su gobierno con legitimidad, lo que le permitiría mayor margen de maniobra a la hora de implementar su programa de gobierno.
En el departamento del Cesar la decepción no es poca. El corredor minero, que en su amplia mayoría votó con el Pacto Histórico a la Presidencia, que abanderaba el discurso de reconversión laboral y transición energética, hoy ven que todo quedó en discurso, no hay una apuesta clara en dichas materias.
Estos municipios aún dependen de la minería y el Gobierno nacional no ha tenido la capacidad de plantear una propuesta clara y concreta para reemplazar la economía minera, que es hoy el sustento de estos municipios y la fuente principal de empleo formal.
Para poder definir una alternativa económica en estos municipios, el Gobierno debe de manera inmediata implementar capacitación en nuevos artes y saberes, no solo en el sector agrario y agrícola, sino también en el desarrollo de tecnologías que generen nuevas riquezas y que propicie la llegada de inversiones privadas desde otros departamentos.
En el centro y sur del Cesar, el panorama es aún más complejo. La crisis humanitaria que se vive en el Catatumbo hace metástasis en la serranía del Perijá; municipios como Pelaya, Aguachica, Pailitas, por mencionar algunos, sufren con el fortalecimiento de los grupos al margen de la ley que hoy hacen presencia y ejercen control en amplias zonas, lo que ha generado un sentimiento de zozobra y desesperanza.
La derecha, por su parte, vive un panorama de bonanza electoral, y el gobierno se ha encargado de hacerle la campaña, tal cual hizo el gobierno de Duque con la campaña presidencial de Petro. Le devuelve el favor. Los muy soñados escándalos de corrupción y la insistencia del presidente en mostrarse cercano a las ideologías y símbolos ligados a movimientos insurgentes le han hecho mucho daño a su imagen.
Hoy, los partidos de derecha han creído (o entendido) que les resulta muy beneficioso atacar todo lo que huela a Petro para capturar al electorado. Las propuestas en educación, salud y saneamiento básico pasarán a un segundo plano. La discusión tristemente se centrará entre quién es menos peor, si la derecha o la izquierda.
Bueno, ¿y el centro? ¡Muy bien, gracias! Por lo pronto, la profunda división social existente ha empobrecido el debate nacional, tanto que al día de hoy tiene como candidatos favoritos a Gustavo Bolívar por el Pacto Histórico y a María Fernanda Cabal como posible candidata de la derecha. ¡Que entre el diablo y el escoja!
Por Leonardo Durán
En el departamento del Cesar la decepción no es poca. El corredor minero, que en su amplia mayoría votó con el Pacto Histórico a la Presidencia, hoy ven que todo quedó en discurso, no hay una apuesta clara en dichas materias.
Han transcurrido dos años y medios desde la histórica elección que llevó a Gustavo Petro a la Presidencia, elección que rompió el paradigma social y político sobre la total hegemonía de gobiernos de derecha. Poco queda ya de aquella ilusión de muchos sectores sociales por ver (al fin) un gobierno consciente de la histórica injusticia social sufrida por los más vulnerables y que requería urgentemente cambios estructurales en lo político, económico y social que conllevaran la disminución de brechas sociales, convocando un diálogo amplio que permitiera un mayor consenso sobre cómo hacer estos cambios. ¿A qué se debe tanta desilusión?
A la llegada de su presidencia, Gustavo Petro creyó que su victoria era un cheque blanco que le permitiría llevar a cabo las transformaciones sin necesidad de consenso, desconociendo así que su victoria se debía no solo a la izquierda, sino ni también a un amplio sector de centro e incluso sectores de derecha que decepcionada con años de escándalos de corrupción decidió votar con él.
Su victoria no significaba que el pueblo estuviera convencido de su discurso cada vez más radical. Gustavo Petro, al radicalizar su discurso y al tener un estilo errático, desperdicia una oportunidad histórica de rodear su gobierno con legitimidad, lo que le permitiría mayor margen de maniobra a la hora de implementar su programa de gobierno.
En el departamento del Cesar la decepción no es poca. El corredor minero, que en su amplia mayoría votó con el Pacto Histórico a la Presidencia, que abanderaba el discurso de reconversión laboral y transición energética, hoy ven que todo quedó en discurso, no hay una apuesta clara en dichas materias.
Estos municipios aún dependen de la minería y el Gobierno nacional no ha tenido la capacidad de plantear una propuesta clara y concreta para reemplazar la economía minera, que es hoy el sustento de estos municipios y la fuente principal de empleo formal.
Para poder definir una alternativa económica en estos municipios, el Gobierno debe de manera inmediata implementar capacitación en nuevos artes y saberes, no solo en el sector agrario y agrícola, sino también en el desarrollo de tecnologías que generen nuevas riquezas y que propicie la llegada de inversiones privadas desde otros departamentos.
En el centro y sur del Cesar, el panorama es aún más complejo. La crisis humanitaria que se vive en el Catatumbo hace metástasis en la serranía del Perijá; municipios como Pelaya, Aguachica, Pailitas, por mencionar algunos, sufren con el fortalecimiento de los grupos al margen de la ley que hoy hacen presencia y ejercen control en amplias zonas, lo que ha generado un sentimiento de zozobra y desesperanza.
La derecha, por su parte, vive un panorama de bonanza electoral, y el gobierno se ha encargado de hacerle la campaña, tal cual hizo el gobierno de Duque con la campaña presidencial de Petro. Le devuelve el favor. Los muy soñados escándalos de corrupción y la insistencia del presidente en mostrarse cercano a las ideologías y símbolos ligados a movimientos insurgentes le han hecho mucho daño a su imagen.
Hoy, los partidos de derecha han creído (o entendido) que les resulta muy beneficioso atacar todo lo que huela a Petro para capturar al electorado. Las propuestas en educación, salud y saneamiento básico pasarán a un segundo plano. La discusión tristemente se centrará entre quién es menos peor, si la derecha o la izquierda.
Bueno, ¿y el centro? ¡Muy bien, gracias! Por lo pronto, la profunda división social existente ha empobrecido el debate nacional, tanto que al día de hoy tiene como candidatos favoritos a Gustavo Bolívar por el Pacto Histórico y a María Fernanda Cabal como posible candidata de la derecha. ¡Que entre el diablo y el escoja!
Por Leonardo Durán