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Columnista - 12 diciembre, 2022

Gracias Nico Duba

Hoy en mi columna quiero resaltar un escrito del enigmático Nico Duba, un personaje vallenato que escribe bajo ese seudónimo y es muy seguido en su página de Facebook porque ha desnudado las miserias de lo que llaman ‘sociedad vallenata’, nadie sabe quién es y todos tienen un nombre distinto lo que aumenta el misterio.

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Hoy en mi columna quiero resaltar un escrito del enigmático Nico Duba, un personaje vallenato que escribe bajo ese seudónimo y es muy seguido en su página de Facebook porque ha desnudado las miserias de lo que llaman ‘sociedad vallenata’, nadie sabe quién es y todos tienen un nombre distinto lo que aumenta el misterio. Un escrito que me llegó al alma y que quiero compartir con mis lectores porque relata lo que puede vivir un vallenato cuando está fuera de sus tierras y la nostalgia que produce nuestra música y su gente.

El desarraigo y la trampa de la nostalgia

Por Nico Duba

Dedicado a mi amigo Jacobo Solano. La vallenatía que nos caracteriza, símbolo de amor entrañable por ese terruño pródigo de la nevada al que siempre queremos regresar y al que no nos cansamos de volver, volver y volver, se resquebraja cuando en épocas decembrinas, desde lejos, pretendemos recrear momentos felices acaecidos en las calles mágicas de Valledupar. Me ha sucedido muchas veces. He padecido el síndrome decembrino en lugares tan disímiles como Bogotá, Miami, Ámsterdam, Barcelona, Oslo, Estambul, Madrid, Panamá, Caracas, París, etc. Mi última “nostalgia vallenata” la padecí en la ciudad de Guadalajara, México, hace cinco años, lugar en el que desesperado por vivir una noche de velitas, al estilo cañaguatero (velas encendidas en la puerta y la terraza ), terminé ocasionando un pequeño incendio en el lujoso apartamento en el que pasaba vacaciones, porque en un descuido el velo de una cortina se prendió y casi terminamos en tragedia. Desde esa vez decidí no volver a caer en la trampa de la nostalgia en épocas decembrinas. Aprendí a celebrar estas fechas en paz nórdica: sin tragos, sin llamadas desesperadas a medianoche, sin recuerdos tristes, sin velas ni villancicos y sin añoranzas. Comprendí que al final somos peregrinos de esta tierra y que cada vivencia tiene su momento y no tiene que ser arrastrada como pesada carga de vida donde vamos. El desarraigo hace parte de la naturaleza humana. Desde el mismo instante del nacimiento comenzamos a cambiar de lugar, de estancia y de domicilio . En la Biblia hay miles de testimonios de los desarraigos padecidos por los hebreos. Algunos forzosos, otros voluntarios o por designio celestial como le sucedió a José en tierras egipcias.

Jacobo, mi amigo vallenato, el conquistador italiano, comienza a padecer de esa nostalgia vallenata que tantas lágrimas y tanta tristeza nos ha arrancado. Nostalgia que se convierte en una trampa difícil de librar porque con cada vallenato que escuchamos y con cada trago libamos el recuerdo de lo vivido y el deseo de estar allí en Valledupar entre amigos, familia y parranda; es mayor, casi que insuperable. Su fotografía, la de Solano, al frente de las velitas encendidas, con su mirada etílica y perdido en sus recuerdos vallenatos, me causaron un poco de tristeza y tuve la tentación de llamarlo para decirle que la nostalgia no es buena compañera de viaje. Con el tiempo se aprende a ser feliz y a disfrutar estas fechas como lo hacen los habitantes de estas latitudes. La nostalgia es una trampa a la que hay que hacerle el quite constantemente para que no afecte nuestro existir. Hay que evitarla. Podemos ser fuertes, estoicos y valientes pero nuestro talón de Aquiles es esa música vallenata, la que estemos donde estemos, al escucharla, nos derrumba y nos azota como fuerte ráfaga de viento nórdico. Lo mejor es no abrir esa puerta en estas fechas. Felices fiestas decembrinas amigo Jacobo. Tienes un motivo grande para celebrar: tu hermosa familia y la bendición de Jehová donde vayas. Un abrazo.

Jacobo Solano C.

Columnista
12 diciembre, 2022

Gracias Nico Duba

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jacobo Solano Cerchiaro

Hoy en mi columna quiero resaltar un escrito del enigmático Nico Duba, un personaje vallenato que escribe bajo ese seudónimo y es muy seguido en su página de Facebook porque ha desnudado las miserias de lo que llaman ‘sociedad vallenata’, nadie sabe quién es y todos tienen un nombre distinto lo que aumenta el misterio.


Hoy en mi columna quiero resaltar un escrito del enigmático Nico Duba, un personaje vallenato que escribe bajo ese seudónimo y es muy seguido en su página de Facebook porque ha desnudado las miserias de lo que llaman ‘sociedad vallenata’, nadie sabe quién es y todos tienen un nombre distinto lo que aumenta el misterio. Un escrito que me llegó al alma y que quiero compartir con mis lectores porque relata lo que puede vivir un vallenato cuando está fuera de sus tierras y la nostalgia que produce nuestra música y su gente.

El desarraigo y la trampa de la nostalgia

Por Nico Duba

Dedicado a mi amigo Jacobo Solano. La vallenatía que nos caracteriza, símbolo de amor entrañable por ese terruño pródigo de la nevada al que siempre queremos regresar y al que no nos cansamos de volver, volver y volver, se resquebraja cuando en épocas decembrinas, desde lejos, pretendemos recrear momentos felices acaecidos en las calles mágicas de Valledupar. Me ha sucedido muchas veces. He padecido el síndrome decembrino en lugares tan disímiles como Bogotá, Miami, Ámsterdam, Barcelona, Oslo, Estambul, Madrid, Panamá, Caracas, París, etc. Mi última “nostalgia vallenata” la padecí en la ciudad de Guadalajara, México, hace cinco años, lugar en el que desesperado por vivir una noche de velitas, al estilo cañaguatero (velas encendidas en la puerta y la terraza ), terminé ocasionando un pequeño incendio en el lujoso apartamento en el que pasaba vacaciones, porque en un descuido el velo de una cortina se prendió y casi terminamos en tragedia. Desde esa vez decidí no volver a caer en la trampa de la nostalgia en épocas decembrinas. Aprendí a celebrar estas fechas en paz nórdica: sin tragos, sin llamadas desesperadas a medianoche, sin recuerdos tristes, sin velas ni villancicos y sin añoranzas. Comprendí que al final somos peregrinos de esta tierra y que cada vivencia tiene su momento y no tiene que ser arrastrada como pesada carga de vida donde vamos. El desarraigo hace parte de la naturaleza humana. Desde el mismo instante del nacimiento comenzamos a cambiar de lugar, de estancia y de domicilio . En la Biblia hay miles de testimonios de los desarraigos padecidos por los hebreos. Algunos forzosos, otros voluntarios o por designio celestial como le sucedió a José en tierras egipcias.

Jacobo, mi amigo vallenato, el conquistador italiano, comienza a padecer de esa nostalgia vallenata que tantas lágrimas y tanta tristeza nos ha arrancado. Nostalgia que se convierte en una trampa difícil de librar porque con cada vallenato que escuchamos y con cada trago libamos el recuerdo de lo vivido y el deseo de estar allí en Valledupar entre amigos, familia y parranda; es mayor, casi que insuperable. Su fotografía, la de Solano, al frente de las velitas encendidas, con su mirada etílica y perdido en sus recuerdos vallenatos, me causaron un poco de tristeza y tuve la tentación de llamarlo para decirle que la nostalgia no es buena compañera de viaje. Con el tiempo se aprende a ser feliz y a disfrutar estas fechas como lo hacen los habitantes de estas latitudes. La nostalgia es una trampa a la que hay que hacerle el quite constantemente para que no afecte nuestro existir. Hay que evitarla. Podemos ser fuertes, estoicos y valientes pero nuestro talón de Aquiles es esa música vallenata, la que estemos donde estemos, al escucharla, nos derrumba y nos azota como fuerte ráfaga de viento nórdico. Lo mejor es no abrir esa puerta en estas fechas. Felices fiestas decembrinas amigo Jacobo. Tienes un motivo grande para celebrar: tu hermosa familia y la bendición de Jehová donde vayas. Un abrazo.

Jacobo Solano C.