“Por lo tanto, fortaleced las manos debilitadas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies…” (Hebreos 12,12)
Esta es una palabra alentadora de Dios para nosotros: fortalecer las manos de la fe y confiar cuando nos arrodillamos para orar. A menudo nuestra fe se cansa, languidece, se relaja y nuestras oraciones pierden su fuerza y eficacia.
El poco cuidado que prestamos en esperar las respuestas que pedimos, muestra el poco fervor de nuestras oraciones. Cada oración que hacemos con fe y conforme con la voluntad de Dios; ha sido, o será contestada plenamente. La respuesta a la oración puede estar aproximándose, aunque no percibamos su venida. La semilla que se planta en oración, está formando su raíz con el fin de crecer y dar su fruto.
En todos nuestros proyectos y planes, sin distingo de profesiones y oficios, se esperan resultados: el labrador no se contenta sin la cosecha. El ingeniero espera que sus cálculos sen correctos. El contador espera no haberse equivocado en las cuentas. Los abogados esperan sacar adelante sus procesos. Los de la salud esperan que el tratamiento que recetan funcione. Y acaso los cristianos, ¿permanecerán sin prestar atención a los resultados de las peticiones que hacen a su Padre Celestial? ¡Dios siempre contesta al designio y la intención general de las oraciones de los suyos! Ninguna de las oraciones que hacemos en su nombre han de ser en vano. Y aquellas respuestas que se demoran, nos dan la oportunidad de honrar a Dios por nuestra firme confianza y permanencia en él, incluso bajo el fuego abrasador de la duda y el conflicto.
La exhortación del texto de hoy apunta a que no nos desalentemos y seamos tan tímidos que permitamos que, los pequeños obstáculos nos depriman y asusten y estemos tentados a pasar de agache para evitarlo, en vez de enfrentarnos a él, sin tomar el camino más fácil.
Hay muchas maneras de “darle la vuelta” a las dificultades en vez de marchar dignamente a través de ellas. Son muchas las veces que, nos encontramos en el camino con algo que nos aterroriza y queremos evadir la salida con la excusa de: “Aún no estoy preparado para eso”. Esto incluye hacer algún sacrificio, obedecer en algo, decidir tomar el control de algún área particular de nuestras vidas o simplemente esperar la respuesta a las oraciones o sobrellevar alguna carga que nos hace caminar alrededor sin obtener victoria.
Queridos amigos: no permitamos que los pies se salgan fuera del camino. Caminemos erguidos hacia adelante con fe y seguridad, sin dejar que, ningún Jericó quede sin conquistar, ni ningún lugar quede sin nuestra supervisión. Dios nos pide que: levantemos y fortalezcamos esas manos caídas; que caminemos derecho por medio de la inundación. Él promete que, las aguas se dividirán, el mar Rojo se abrirá y el río Jordán se separará y él mismo nos conducirá por medio de las circunstancias hacia el triunfo.
No nos desalentemos, naveguemos hacia adelante; como hace un gran buque comercial, tanto en la calma como en medio de la tempestad, sea que llueva o brille el sol, siempre avanza para llevar su carga al puerto de destino.
¡Fortalece tus manos, mis oraciones contigo!
POR: VALERIO MEJÍA.












