Corren los días en que, al decir de las mujeres flacas, hasta el agua hace daño y si se bebe mucho, engorda, y, siendo así, entre ellas, para evitar a toda costa subir un gramo de peso, se procede enseguida, y seguro que aconsejada por otra, a dar inicio a la eficiente dieta del verano, […]
Corren los días en que, al decir de las mujeres flacas, hasta el agua hace daño y si se bebe mucho, engorda, y, siendo así, entre ellas, para evitar a toda costa subir un gramo de peso, se procede enseguida, y seguro que aconsejada por otra, a dar inicio a la eficiente dieta del verano, a la efectiva dieta del invierno, a la gran dieta de la concha de la toronja, a la conocidísima dieta de la yuca asá, a la descansa dieta de la bella durmiente, a la dieta milagro de Hollywood en 24 horas y a la dieta de la dieta porque el vestido que les gusta les exige una talla menos y el sobrepeso ¡Gas! no paga. Y…ah! es anti cristiano.
Por su puesto que las flacas de hoy necesitan tomar como modelo a una famosa que parece escanearan, en este caso, a una actriz, a una cantante de talla internacional, y, a continuación, ya en el gimnasio, hacer unos días de ejercicio y por qué no, someterse a una operación y lo graso, lo aceitoso, lo grasiento, lo seboso, lo craso, untuoso, brillante, resbaladizo, sebáceo, gordo, pringoso y churretoso, se les va porque nunca como ahora, “las doncellas” de este tiempo, ponen tanto cuidado en el decrecimiento de sus panzas y en el endurecimiento de sus nalgas para la salvación de sus almas.
Lejanos, bien lejanos que están los tiempos en que uno iba los domingos a las playas y sin hacerse el de la vista gorda, en insinuantes vestidos de baños de dos piezas vive pasión, lo que veía era carne, lo que veía eran hermosas gordas de rollizos cuerpos, tostándose al sol, ejemplares de la belle época que nada tendrían que haber envidiado a las famosas modelos que Rubens pintaba sacando de su paleta cuerpos rechonchos y corpulentos de tonos tornasolados, rosados y de blanco níveo sin curvas para la vida.
Hoy, nadie, o casi nadie, hace dieta para engordar; se vive en el mundo de la delgadez, de la delgadez extrema (hasta los televisores son delgados), y para las voluminosas mujeres del Barroco y de Botero, ya no hay especio, cogieron camino. Pero seamos serios, en atrevido bikini, y casi que sin este puesto, lo que lo volvería a la insignificante pieza de vestir un “nadakini”, ¿qué se le ve a una mujer de 1.90 de estatura y 30 kilos de peso? Nada de nada. Y entonces es cuando uno entiende que la piel flácida y la celulitis, alguna vez estuvieron de moda y que las de más de 60 kilos, sin engaños, reales y en carne viva, nunca dejarán de ser sexis y atractivas.
En medio de esta moderna convulsión de formas y cuerpos, rodeados de flacas, delgaditas, escuálidas, enjutas, demacradas, esqueléticas, famélicas, secas, chupadas, consumidas, escuchimizadas y entecas mujeres, y cuando para el ojo común los fanáticos criterios de belleza están apegados a las modelos anoréxicos de las revistas femeninas, los hombres simplemente observamos cómo cambiaron los tiempos mientras ellas, en ese intento por mostrar sin dobleces la belleza, con huesos deudores de carne, no lo hacen si antes no van a la báscula en la resignación de volverse cada vez más óseas.
La revuelta moderna de hoy en día no permite, en consecuencia, mujeres gordas, esto hasta se ha convertido en un problema de íntima pulsión de conciencia, y en el acompañamiento antiguo de las tres sagradas gracias: desayuno, almuerzo y cena, las mismas en lo posible, han de ser precarias por estética, en tanto María, por ejemplo, camino a ser una línea que misteriosamente camina por las calles, ya no da sentido a la colorida visita de domingos que los hombres antes hacíamos a las playas para ver, ver y más ver, y en cambio de ello la pobre sólo se hará merecedora del ya desmirriado y gaminero piropo-ofensa que a toda flaca un “perro hambriento de buena carne”, por estos lares seguro esto le dice: Flaca…tírame un hueso.
Corren los días en que, al decir de las mujeres flacas, hasta el agua hace daño y si se bebe mucho, engorda, y, siendo así, entre ellas, para evitar a toda costa subir un gramo de peso, se procede enseguida, y seguro que aconsejada por otra, a dar inicio a la eficiente dieta del verano, […]
Corren los días en que, al decir de las mujeres flacas, hasta el agua hace daño y si se bebe mucho, engorda, y, siendo así, entre ellas, para evitar a toda costa subir un gramo de peso, se procede enseguida, y seguro que aconsejada por otra, a dar inicio a la eficiente dieta del verano, a la efectiva dieta del invierno, a la gran dieta de la concha de la toronja, a la conocidísima dieta de la yuca asá, a la descansa dieta de la bella durmiente, a la dieta milagro de Hollywood en 24 horas y a la dieta de la dieta porque el vestido que les gusta les exige una talla menos y el sobrepeso ¡Gas! no paga. Y…ah! es anti cristiano.
Por su puesto que las flacas de hoy necesitan tomar como modelo a una famosa que parece escanearan, en este caso, a una actriz, a una cantante de talla internacional, y, a continuación, ya en el gimnasio, hacer unos días de ejercicio y por qué no, someterse a una operación y lo graso, lo aceitoso, lo grasiento, lo seboso, lo craso, untuoso, brillante, resbaladizo, sebáceo, gordo, pringoso y churretoso, se les va porque nunca como ahora, “las doncellas” de este tiempo, ponen tanto cuidado en el decrecimiento de sus panzas y en el endurecimiento de sus nalgas para la salvación de sus almas.
Lejanos, bien lejanos que están los tiempos en que uno iba los domingos a las playas y sin hacerse el de la vista gorda, en insinuantes vestidos de baños de dos piezas vive pasión, lo que veía era carne, lo que veía eran hermosas gordas de rollizos cuerpos, tostándose al sol, ejemplares de la belle época que nada tendrían que haber envidiado a las famosas modelos que Rubens pintaba sacando de su paleta cuerpos rechonchos y corpulentos de tonos tornasolados, rosados y de blanco níveo sin curvas para la vida.
Hoy, nadie, o casi nadie, hace dieta para engordar; se vive en el mundo de la delgadez, de la delgadez extrema (hasta los televisores son delgados), y para las voluminosas mujeres del Barroco y de Botero, ya no hay especio, cogieron camino. Pero seamos serios, en atrevido bikini, y casi que sin este puesto, lo que lo volvería a la insignificante pieza de vestir un “nadakini”, ¿qué se le ve a una mujer de 1.90 de estatura y 30 kilos de peso? Nada de nada. Y entonces es cuando uno entiende que la piel flácida y la celulitis, alguna vez estuvieron de moda y que las de más de 60 kilos, sin engaños, reales y en carne viva, nunca dejarán de ser sexis y atractivas.
En medio de esta moderna convulsión de formas y cuerpos, rodeados de flacas, delgaditas, escuálidas, enjutas, demacradas, esqueléticas, famélicas, secas, chupadas, consumidas, escuchimizadas y entecas mujeres, y cuando para el ojo común los fanáticos criterios de belleza están apegados a las modelos anoréxicos de las revistas femeninas, los hombres simplemente observamos cómo cambiaron los tiempos mientras ellas, en ese intento por mostrar sin dobleces la belleza, con huesos deudores de carne, no lo hacen si antes no van a la báscula en la resignación de volverse cada vez más óseas.
La revuelta moderna de hoy en día no permite, en consecuencia, mujeres gordas, esto hasta se ha convertido en un problema de íntima pulsión de conciencia, y en el acompañamiento antiguo de las tres sagradas gracias: desayuno, almuerzo y cena, las mismas en lo posible, han de ser precarias por estética, en tanto María, por ejemplo, camino a ser una línea que misteriosamente camina por las calles, ya no da sentido a la colorida visita de domingos que los hombres antes hacíamos a las playas para ver, ver y más ver, y en cambio de ello la pobre sólo se hará merecedora del ya desmirriado y gaminero piropo-ofensa que a toda flaca un “perro hambriento de buena carne”, por estos lares seguro esto le dice: Flaca…tírame un hueso.