COLUMNISTA

Festivaleros de profesión

En los festivales de música vallenata que se realizan a lo largo y ancho del país uno puede encontrarse con varios tipos de personajes, pero en esta entrega me voy a referir solo a dos de ellos, quienes no sé en qué momento decidieron crear una nueva profesión a la que se le puede denominar “festivaleros”.

Jorge Naín Ruiz Ditta

Jorge Naín Ruiz Ditta

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En los festivales de música vallenata que se realizan a lo largo y ancho del país uno puede encontrarse con varios tipos de personajes, pero en esta entrega me voy a referir solo a dos de ellos, quienes no sé en qué momento decidieron crear una nueva profesión a la que se le puede denominar “festivaleros”.

Inicialmente hablemos del músico profesional que decidió no hacer parte de la nómina de ningún conjunto vallenato organizado, sino ser un artista independiente, que descubrió sus habilidades, talento y vocación musical y encontró en los festivales un modus vivendi que le permite ser nómada musical y, al mismo tiempo, una forma de ingresos que se le puede llamar turismo artístico remunerado.

Hagamos una diferenciación del músico en general, que por naturaleza de su profesión debe viajar permanentemente a los lugares del país o del mundo donde es contratado y debe hacer sus presentaciones.  Ese es bien distinto de aquel que vive averiguando donde se realiza un festival y por su cuenta y riesgo decide participar. Inicialmente, sin ninguna certeza de obtener una remuneración y, por el contrario, con la posibilidad de perder su inversión en pasajes, alimentación y demás gastos que ello implica.

Estar un fin de semana en Nobsa, Boyacá, el otro en Barrancabermeja, Santander, el siguiente en Fonseca, La Guajira, y el próximo en Sahagún, Córdoba, participando como compositor en canción inédita, como guacharaquero y cantante en el concurso de acordeón aficionado, pero además, también en el concurso de piqueria, te garantiza que con la calidad que sabes que tienes y el reconocimiento social de la misma, obtendrás unos ingresos semanales casi seguros y una vida para muchos divertida, entre parrandas y turismo.

Un buen grupo de estos músicos nómadas, ya sabemos que nos los vamos a encontrar en cualquier festival del país, pero también existe otro gremio que viene haciendo carrera y es el de quienes crearon la profesión de jurado y también van a la par, con los músicos festivaleros, de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, unas veces invitados por los organizadores de los eventos y otras por su propia cuenta, a sabiendas que por su trayectoria y experticia van a acudir a sus servicios, aparentemente ad honorem.

Como entre estos dos gremios existe una indisoluble relación porque los unos dependen de los otros y ambos propugnan por quedarse con unos honorarios que les permiten subsistir en el sistema, estos se vuelven muy amigos y se conocen las debilidades y fortalezas al dedillo.

Cuando llegan algunos participantes al pueblo donde se realiza un festival, lo primero que hacen es averiguar quiénes del gremio de jurado han llegado o han sido invitados, para iniciar los contactos, bien sea de manera directa o a través de padrinos. Las herramientas tecnológicas y medios de comunicación modernos le ayudan mucho en eso.

En general, el contubernio en los gremios festivaleros y estas nuevas profesiones contribuyen a la desmotivación de muchos nuevos talentos y a la tendencia de que en estos eventos veamos siempre a los mismos con las mismas.  

COLOFÓN: El próximo viernes 29 de agosto se abre el telón de la IV versión del Festival Ecológico, Un Canto al Río. En la Universidad Popular del Cesar sede Hurtado a las 9 a. m. se realiza el conversatorio “Rio Guatapurí más allá de la línea negra”.  Luego, el 30 y 31 de agosto, estaremos en el Parque La Provincia, a orillas del Guatapurí, escuchando las canciones inéditas dedicadas al río, la piqueria y el canto infantil, los artistas invitados y una tarde de compositores.  El que pida más…

Por: Jorge Naín Ruiz Ditta.

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