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Columnista - 17 abril, 2016

Fenómeno del carbón o fenómeno del Niño

Ahora el fenómeno del niño nos convida a ver los ríos más secos que nunca, da grima ver como los que en otrora eran ríos impetuosos, hoy son hilos famélicos que dan ganas de llorar. Esto nos recuerda la profecía vallenata que fatalmente se ha cumplido, en las que el verdor de una tierra grata […]

Ahora el fenómeno del niño nos convida a ver los ríos más secos que nunca, da grima ver como los que en otrora eran ríos impetuosos, hoy son hilos famélicos que dan ganas de llorar. Esto nos recuerda la profecía vallenata que fatalmente se ha cumplido, en las que el verdor de una tierra grata y productiva, hoy se ve alcanzada por un desierto cruel que nos obliga a tomar sorbos de carbón molido. Ya no hay algodón, hay carbón. Ya no hay hatos de ganado, hay carbón. Ya no hay extensiones de tierras cultivadas con arroz, millo, sorgo. Hay carbón.

Hay socavones inmensos, resultado de las explotaciones del “preciado mineral”, que nos ponen a pensar que los vaticinios y predicciones son una realidad. Nuestros ríos más secos que nunca, hoy víctimas de un fenómeno que nos ha cambiado hasta la forma de vida, la económica y social.

Salud Hernández escribía en un artículo en el Espectador un siete de marzo del año 2010. El tiempo pasa, cada día nos acerca más a esa cruda realidad. Algo que resalto con profunda preocupación: “La minería ha sido una falsa ilusión, una tragedia; pobreza, huellas ecológicas terribles. Y recuerdan que en veinte años el 65 por ciento de las cabeceras municipales del país sufrirán en verano escasez de agua y otros lo padecerán siempre. El Cesar será uno de los sedientos”. No fue necesario que pasaran veinte años. Seis años le han dado la razón al estudio del que hablaba esta periodista en su artículo. Grave situación. Porque ahora hay una razón y tenemos a quien echarle la culpa. Pero antes del fenómeno del niño encontramos que se desviaron ríos, el cauce del rio Sororia en La Jagua de Ibirico es hoy una carretera, el río san Antonio, el calenturitas que fueron ríos de pesca en abundancia son hoy esqueletos llenos de piedra. Y esto no es novedoso, ni tampoco estoy descubriendo el agua tibia. Solo quiero registrar que los desiertos, hoy son una realidad en el departamento del Cesar.

“En qué cabeza cabe que un gobierno nacional apruebe el desvió de nueve ríos y medio centenar de caños de la serranía del Perijá para que abran gigantescos cráteres que desertizan las tierras y asfixian las aguas subterráneas. Que consienta que levanten en las sabanas cerros de millones de toneladas de tierra estéril, o que inunden el aire con polvo de carbón o que sedimenten la gran ciénaga de Zapatosa”

Dijo Julio Oñate Martínez: “Destruyeron de manera irresponsable los bosques de Dividivi su barrera natural, y tumbaron esos grandes carretales allá arriba en La Guajira No ha quedao ni un guayacán. Y entonces sopla la brisa como un huracán.

dejando huellas de desolación, de La Guajira hacia Valledupar no volverá a nacer el algodón”. ¿Alguna verdad más profunda?

Y mientras tanto, sigue la patria boba creyendo que Santos y Uribe cambiarán esto. ¡Por Dios!

Sólo Eso.

Por: Eduardo Santos Ortega Vergara

Columnista
17 abril, 2016

Fenómeno del carbón o fenómeno del Niño

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
El Pilón

Ahora el fenómeno del niño nos convida a ver los ríos más secos que nunca, da grima ver como los que en otrora eran ríos impetuosos, hoy son hilos famélicos que dan ganas de llorar. Esto nos recuerda la profecía vallenata que fatalmente se ha cumplido, en las que el verdor de una tierra grata […]


Ahora el fenómeno del niño nos convida a ver los ríos más secos que nunca, da grima ver como los que en otrora eran ríos impetuosos, hoy son hilos famélicos que dan ganas de llorar. Esto nos recuerda la profecía vallenata que fatalmente se ha cumplido, en las que el verdor de una tierra grata y productiva, hoy se ve alcanzada por un desierto cruel que nos obliga a tomar sorbos de carbón molido. Ya no hay algodón, hay carbón. Ya no hay hatos de ganado, hay carbón. Ya no hay extensiones de tierras cultivadas con arroz, millo, sorgo. Hay carbón.

Hay socavones inmensos, resultado de las explotaciones del “preciado mineral”, que nos ponen a pensar que los vaticinios y predicciones son una realidad. Nuestros ríos más secos que nunca, hoy víctimas de un fenómeno que nos ha cambiado hasta la forma de vida, la económica y social.

Salud Hernández escribía en un artículo en el Espectador un siete de marzo del año 2010. El tiempo pasa, cada día nos acerca más a esa cruda realidad. Algo que resalto con profunda preocupación: “La minería ha sido una falsa ilusión, una tragedia; pobreza, huellas ecológicas terribles. Y recuerdan que en veinte años el 65 por ciento de las cabeceras municipales del país sufrirán en verano escasez de agua y otros lo padecerán siempre. El Cesar será uno de los sedientos”. No fue necesario que pasaran veinte años. Seis años le han dado la razón al estudio del que hablaba esta periodista en su artículo. Grave situación. Porque ahora hay una razón y tenemos a quien echarle la culpa. Pero antes del fenómeno del niño encontramos que se desviaron ríos, el cauce del rio Sororia en La Jagua de Ibirico es hoy una carretera, el río san Antonio, el calenturitas que fueron ríos de pesca en abundancia son hoy esqueletos llenos de piedra. Y esto no es novedoso, ni tampoco estoy descubriendo el agua tibia. Solo quiero registrar que los desiertos, hoy son una realidad en el departamento del Cesar.

“En qué cabeza cabe que un gobierno nacional apruebe el desvió de nueve ríos y medio centenar de caños de la serranía del Perijá para que abran gigantescos cráteres que desertizan las tierras y asfixian las aguas subterráneas. Que consienta que levanten en las sabanas cerros de millones de toneladas de tierra estéril, o que inunden el aire con polvo de carbón o que sedimenten la gran ciénaga de Zapatosa”

Dijo Julio Oñate Martínez: “Destruyeron de manera irresponsable los bosques de Dividivi su barrera natural, y tumbaron esos grandes carretales allá arriba en La Guajira No ha quedao ni un guayacán. Y entonces sopla la brisa como un huracán.

dejando huellas de desolación, de La Guajira hacia Valledupar no volverá a nacer el algodón”. ¿Alguna verdad más profunda?

Y mientras tanto, sigue la patria boba creyendo que Santos y Uribe cambiarán esto. ¡Por Dios!

Sólo Eso.

Por: Eduardo Santos Ortega Vergara