La comenzado muy bien el poeta José Atuesta Mindiola su labor como director de cultura de Valledupar, se atrevió a hacer una jornada de lectura en un espacio abierto como lo es la Plaza Alfonso López, en una noche con amagos de lluvia, lo que no importó a los asistentes. Tuvo el acierto de mezclar, […]
La comenzado muy bien el poeta José Atuesta Mindiola su labor como director de cultura de Valledupar, se atrevió a hacer una jornada de lectura en un espacio abierto como lo es la Plaza Alfonso López, en una noche con amagos de lluvia, lo que no importó a los asistentes. Tuvo el acierto de mezclar, representaciones infantiles, décimas, anécdotas, declamaciones, con lectura de jovencitos que se arriesgaron a leer textos de Borges, Cortazar y Cepeda Samudio, entre otros.
Es un trabajo que comienza con el fin de contrarrestar un poco el fastidio por la lectura, el mal tremendo y endémico de nuestra región y de otras regiones.
Estamos en la generación del ‘selfi’, o de los ‘millennials’. Estamos en la era de la inmediatez, si se quiere leer algo se va a internet ya eso lo saben, es bueno o es malo. El concepto de malo y bueno no es para tratarlo a la ligera, ese es un trabajo especial para sociólogos, sicólogos, analistas religiosos, en fin, nosotros podemos analizar qué tanto aporta de positivo la Internet, en general, y que tanto desfigura una narración.
Contra todo ese ataque de tecnología nos toca equilibrar el acto de leer. No satanizarlo, sino domesticarlo. ¿Por qué se hace tan difícil que alguien lea? Por causas remotas y mediatas. Hay miedo. “La lectura puede ser el preludio y la conclusión para una ciudadanía activa, pero el miedo está ahí agazapado, sigue vivo desde los remotos tiempos, incluso cuando se clama en todos los pueblos por programas esenciales de lectura”, dice un tratadista francés.
El miedo al libro, no solo es atinente a los jóvenes; se encuentra más en los adultos. Sí, el miedo se ha atravesado en la historia antigua y moderna como una barra indeclinable: miedo del individuo a leer, miedo de las familias a la lectura, miedo de los gobernantes a que se lea. Pero no es ese miedo aterrador, ese del horror, es el miedo a un cambio de costumbres, a la pérdida del tiempo, a centenares de tópicos más. El miedo se asoma en cada uno de los factores que atizan el desinterés por la lectura.
El miedo ha ido creando mitos, ese desinterés que mencioné, uno de ellos es la Inutilidad de la lectura porque no produce dinero “Eso es perder el tiempo”. Es malo estar inactivo, no es bueno estar sin hacer nada de provecho.
¿Qué puede ser útil para un padre de hoy por ejemplo? Un hijo futbolista sueña con un Falcao, con un James; si es la hija, Sofía Vergara o en Mariana Pajón.
Se habla también de la herencia, sin embargo, en la universidad de Harvard se promovió un estudio sobre el árbol genealógico de eminentes físicos, químicos fisiólogos, un número de unos 435, además 50 premio Nobel y 30 Pulitzer y ninguno tenía su genialidad como herencia, hay excepciones muy contadas.
El entorno influye: ya hablamos del matoneo a los lectores, pero este también se presenta en los barrios, el joven que está leyendo y es requerido por los compañeros para jugar fútbol ya sea en la calle o en un lugar apropiado es duramente atacado, temeroso deja la lectura para la noche, y cansado se duerme, o la mamá le apaga la luz para que no le llegue la cuenta onerosa de Electricaribe.
La apuesta del maestro. ¿Cuál es? Transmitir el amor por la lectura. Un maestro que no lee, solamente lo concerniente a su materia no puede transmitir amor por la lectura.
Para transmitir el amor por la lectura y en particular por la lectura literaria hay que haberlo experimentarlo. Siga, profesor Atuesta, con sus jornadas de lectura, es lo mejor que ha podido pasar este año a Valledupar.
Por Mary Daza Orozco
La comenzado muy bien el poeta José Atuesta Mindiola su labor como director de cultura de Valledupar, se atrevió a hacer una jornada de lectura en un espacio abierto como lo es la Plaza Alfonso López, en una noche con amagos de lluvia, lo que no importó a los asistentes. Tuvo el acierto de mezclar, […]
La comenzado muy bien el poeta José Atuesta Mindiola su labor como director de cultura de Valledupar, se atrevió a hacer una jornada de lectura en un espacio abierto como lo es la Plaza Alfonso López, en una noche con amagos de lluvia, lo que no importó a los asistentes. Tuvo el acierto de mezclar, representaciones infantiles, décimas, anécdotas, declamaciones, con lectura de jovencitos que se arriesgaron a leer textos de Borges, Cortazar y Cepeda Samudio, entre otros.
Es un trabajo que comienza con el fin de contrarrestar un poco el fastidio por la lectura, el mal tremendo y endémico de nuestra región y de otras regiones.
Estamos en la generación del ‘selfi’, o de los ‘millennials’. Estamos en la era de la inmediatez, si se quiere leer algo se va a internet ya eso lo saben, es bueno o es malo. El concepto de malo y bueno no es para tratarlo a la ligera, ese es un trabajo especial para sociólogos, sicólogos, analistas religiosos, en fin, nosotros podemos analizar qué tanto aporta de positivo la Internet, en general, y que tanto desfigura una narración.
Contra todo ese ataque de tecnología nos toca equilibrar el acto de leer. No satanizarlo, sino domesticarlo. ¿Por qué se hace tan difícil que alguien lea? Por causas remotas y mediatas. Hay miedo. “La lectura puede ser el preludio y la conclusión para una ciudadanía activa, pero el miedo está ahí agazapado, sigue vivo desde los remotos tiempos, incluso cuando se clama en todos los pueblos por programas esenciales de lectura”, dice un tratadista francés.
El miedo al libro, no solo es atinente a los jóvenes; se encuentra más en los adultos. Sí, el miedo se ha atravesado en la historia antigua y moderna como una barra indeclinable: miedo del individuo a leer, miedo de las familias a la lectura, miedo de los gobernantes a que se lea. Pero no es ese miedo aterrador, ese del horror, es el miedo a un cambio de costumbres, a la pérdida del tiempo, a centenares de tópicos más. El miedo se asoma en cada uno de los factores que atizan el desinterés por la lectura.
El miedo ha ido creando mitos, ese desinterés que mencioné, uno de ellos es la Inutilidad de la lectura porque no produce dinero “Eso es perder el tiempo”. Es malo estar inactivo, no es bueno estar sin hacer nada de provecho.
¿Qué puede ser útil para un padre de hoy por ejemplo? Un hijo futbolista sueña con un Falcao, con un James; si es la hija, Sofía Vergara o en Mariana Pajón.
Se habla también de la herencia, sin embargo, en la universidad de Harvard se promovió un estudio sobre el árbol genealógico de eminentes físicos, químicos fisiólogos, un número de unos 435, además 50 premio Nobel y 30 Pulitzer y ninguno tenía su genialidad como herencia, hay excepciones muy contadas.
El entorno influye: ya hablamos del matoneo a los lectores, pero este también se presenta en los barrios, el joven que está leyendo y es requerido por los compañeros para jugar fútbol ya sea en la calle o en un lugar apropiado es duramente atacado, temeroso deja la lectura para la noche, y cansado se duerme, o la mamá le apaga la luz para que no le llegue la cuenta onerosa de Electricaribe.
La apuesta del maestro. ¿Cuál es? Transmitir el amor por la lectura. Un maestro que no lee, solamente lo concerniente a su materia no puede transmitir amor por la lectura.
Para transmitir el amor por la lectura y en particular por la lectura literaria hay que haberlo experimentarlo. Siga, profesor Atuesta, con sus jornadas de lectura, es lo mejor que ha podido pasar este año a Valledupar.
Por Mary Daza Orozco