Las fiestas como epicentro de noviazgos y formación de nuevas parejas tuvo mucha vigencia; una unión famosa fue la de José Guillermo ‘Pepe’ Castro con la mariangolera Teresita Vázquez Díaz, en 1960.
La década de 1940 fue promisoria para el caserío de Mariangola. Con la construcción de la carretera nacional en el gobierno del presidente Alfonso López Pumarejo (1934-1938) llegaron nuevos pobladores a trabajar en las haciendas cercanas. La velación del Santo Cristo, los días 13 y 14 de septiembre, con su respectiva octava (20 de septiembre), la sigue haciendo Francisco Quiroz Castañeda, tradición heredada de su madre Feliciana Castañeda (nacida en Mompox, 1860, y fallecida en Mariangola, 1936).
Esa fiesta tuvo renombre en fincas y pueblos vecinos, venían muchas personas a compartir con velación del Santo y la alegría musical de los acordeones de Juancito Granados, Eusebio Ayala, Saúl Betin, Jose del Carmen Mendoza, Juan López y Fortunato Fernández.
La señora Juana Ochoa Campo traía mercancía (en especial chirrinchi y panela) de Pueblo Bello; venía varias veces durante el año y en especial en víspera de fiesta. Aquí tenía sus hermanos y se bajaba en la casa de Virginia Ochoa. La señora Juana se conoció con el momposino Cipriano Acuña, que era carpintero, y traía en su mercancía caracolicito; se unieron por los lazos del amor y el comercio, y organizaron la primera tienda en Mariangola.
La tienda la instalaron en la casa que era de Sabas Ruiz y Ventura Bonet, quienes festejaban con merengues las octavas del Santo Cristo. Juana Ochoa y Cipriano Acuña siguieron con los festejos de las octavas y después hicieron casa a orilla de la carretera y organizaron mejor su tienda y el salón de baile.
La maestra Juana Mindiola de Atuesta, mujer de profunda fe religiosa, quien llega como docente en febrero de 1954. En septiembre invita al padre José Agustín Mackenzie ‘Guarecú’, para que celebre la misa al Santo Cristo. En 1956, el padre regala la imagen en bulto del Santo Cristo, y el 14 de septiembre la maestra Juana y sus alumnos realizan la primera procesión en Mariangola. Desde ese día la gente se acostumbró a caminar la procesión del Santo Cristo los 14 de septiembre. De caserío es erigido corregimiento por el acuerdo 03 del 13 de noviembre de 1958, del Concejo de Valledupar, y al año siguiente la fiesta toma mayor solemnidad: se celebran novenas, misas, bautizos, primeras comuniones, confirmaciones y matrimonios.
En 1961, el señor Pepe Castro regala un Cristo de mayor tamaño y trae consigo a monseñor Vicente Roig y Villalba. La santa misa fue celebrada en una enramada en las instalaciones de la escuela. Ese día, la maestra sintió la necesidad de construir una iglesia al Santo Patrono, que años más tarde se haría realidad, gracias al apoyo de entidades gubernamentales, del inspector del corregimiento, y el interés de la comunidad y de la Junta de Acción Comunal.
Las fiestas como epicentro de noviazgos y formación de nuevas parejas tuvo mucha vigencia; una unión famosa fue la de José Guillermo ‘Pepe’ Castro con la mariangolera Teresita Vázquez Díaz, en 1960. Esto lo registra Julio Oñate Martínez en su libro ‘Cuando Matilde Camina’, 2006: “La velación del Santo Cristo tradicionalmente se festejaba en la casa de Juana Ochoa, la matrona del poblado. En ese ritual veneraba a un pequeño Cristo de los llamados “de pecho”. Desde Los Alpes, hato ganadero de las vecinas sabanas de Camperucho, un grupo de vaqueros acompañaba al joven José Guillermo ‘Pepe’ Castro. Entre las parejas estaba una hermosa quinceañera, Teresita Vásquez. Pepe abrió el baile con ella. Entrada la noche se despide con el ofrecimiento de un Cristo más grande. Después de una semana de asedio amoroso, él y ella estaban instalados en la hacienda Los Alpes”.
El regalo del Cristo por Pepe Castro y los amores con Teresita fueron noticia entre sus séquitos de amigos de parrandas en Valledupar, entre ellos Rafael Escalona, que entusiasmado llegaría a Mariangola, y deslumbrado ante la belleza de Libia Castañeda Martínez, quien hacía poco tiempo había llegado con sus padres, hermanos y hermanas, del Algarrobo, población del Magdalena. Ella, mujer de fina estampa, rubia esplendente de los pies a la cabeza, de sonrisa de violín al amanecer, fue la musa que motivó al maestro Escalona para iniciar la canción ‘El Cristo de Mariangola’. (Letra tomada del libro de Consuelo Araujonoguera: ‘Rafael Escalona: El hombre y el mito’, 1998).
En Mariangola de noche se escucha un grito,
un eco lejano que a la sabana llegó.
Pepe Castro ha dado un Cristo
Pero el cristo he sido yo.
Yo pasaba, me iba matando el calor
pero me detuvo para saludar una mona,
en el pueblo de Mariangola
camino de Fundación
A mis amigos, a mis amigos se lo he dicho
que Pepe Castro es un hombre ‘interesao’.
Ay, qué compadre tan ‘avispao’
yo sé por qué dio ese Cristo.
Muchos dicen que fue por una muchacha
que Pepe Castro se ha portado tan piadoso,
y Chalía dice lo que pasa
es que Pepe es muy religioso.
Por José Atuesta Mindiola
Las fiestas como epicentro de noviazgos y formación de nuevas parejas tuvo mucha vigencia; una unión famosa fue la de José Guillermo ‘Pepe’ Castro con la mariangolera Teresita Vázquez Díaz, en 1960.
La década de 1940 fue promisoria para el caserío de Mariangola. Con la construcción de la carretera nacional en el gobierno del presidente Alfonso López Pumarejo (1934-1938) llegaron nuevos pobladores a trabajar en las haciendas cercanas. La velación del Santo Cristo, los días 13 y 14 de septiembre, con su respectiva octava (20 de septiembre), la sigue haciendo Francisco Quiroz Castañeda, tradición heredada de su madre Feliciana Castañeda (nacida en Mompox, 1860, y fallecida en Mariangola, 1936).
Esa fiesta tuvo renombre en fincas y pueblos vecinos, venían muchas personas a compartir con velación del Santo y la alegría musical de los acordeones de Juancito Granados, Eusebio Ayala, Saúl Betin, Jose del Carmen Mendoza, Juan López y Fortunato Fernández.
La señora Juana Ochoa Campo traía mercancía (en especial chirrinchi y panela) de Pueblo Bello; venía varias veces durante el año y en especial en víspera de fiesta. Aquí tenía sus hermanos y se bajaba en la casa de Virginia Ochoa. La señora Juana se conoció con el momposino Cipriano Acuña, que era carpintero, y traía en su mercancía caracolicito; se unieron por los lazos del amor y el comercio, y organizaron la primera tienda en Mariangola.
La tienda la instalaron en la casa que era de Sabas Ruiz y Ventura Bonet, quienes festejaban con merengues las octavas del Santo Cristo. Juana Ochoa y Cipriano Acuña siguieron con los festejos de las octavas y después hicieron casa a orilla de la carretera y organizaron mejor su tienda y el salón de baile.
La maestra Juana Mindiola de Atuesta, mujer de profunda fe religiosa, quien llega como docente en febrero de 1954. En septiembre invita al padre José Agustín Mackenzie ‘Guarecú’, para que celebre la misa al Santo Cristo. En 1956, el padre regala la imagen en bulto del Santo Cristo, y el 14 de septiembre la maestra Juana y sus alumnos realizan la primera procesión en Mariangola. Desde ese día la gente se acostumbró a caminar la procesión del Santo Cristo los 14 de septiembre. De caserío es erigido corregimiento por el acuerdo 03 del 13 de noviembre de 1958, del Concejo de Valledupar, y al año siguiente la fiesta toma mayor solemnidad: se celebran novenas, misas, bautizos, primeras comuniones, confirmaciones y matrimonios.
En 1961, el señor Pepe Castro regala un Cristo de mayor tamaño y trae consigo a monseñor Vicente Roig y Villalba. La santa misa fue celebrada en una enramada en las instalaciones de la escuela. Ese día, la maestra sintió la necesidad de construir una iglesia al Santo Patrono, que años más tarde se haría realidad, gracias al apoyo de entidades gubernamentales, del inspector del corregimiento, y el interés de la comunidad y de la Junta de Acción Comunal.
Las fiestas como epicentro de noviazgos y formación de nuevas parejas tuvo mucha vigencia; una unión famosa fue la de José Guillermo ‘Pepe’ Castro con la mariangolera Teresita Vázquez Díaz, en 1960. Esto lo registra Julio Oñate Martínez en su libro ‘Cuando Matilde Camina’, 2006: “La velación del Santo Cristo tradicionalmente se festejaba en la casa de Juana Ochoa, la matrona del poblado. En ese ritual veneraba a un pequeño Cristo de los llamados “de pecho”. Desde Los Alpes, hato ganadero de las vecinas sabanas de Camperucho, un grupo de vaqueros acompañaba al joven José Guillermo ‘Pepe’ Castro. Entre las parejas estaba una hermosa quinceañera, Teresita Vásquez. Pepe abrió el baile con ella. Entrada la noche se despide con el ofrecimiento de un Cristo más grande. Después de una semana de asedio amoroso, él y ella estaban instalados en la hacienda Los Alpes”.
El regalo del Cristo por Pepe Castro y los amores con Teresita fueron noticia entre sus séquitos de amigos de parrandas en Valledupar, entre ellos Rafael Escalona, que entusiasmado llegaría a Mariangola, y deslumbrado ante la belleza de Libia Castañeda Martínez, quien hacía poco tiempo había llegado con sus padres, hermanos y hermanas, del Algarrobo, población del Magdalena. Ella, mujer de fina estampa, rubia esplendente de los pies a la cabeza, de sonrisa de violín al amanecer, fue la musa que motivó al maestro Escalona para iniciar la canción ‘El Cristo de Mariangola’. (Letra tomada del libro de Consuelo Araujonoguera: ‘Rafael Escalona: El hombre y el mito’, 1998).
En Mariangola de noche se escucha un grito,
un eco lejano que a la sabana llegó.
Pepe Castro ha dado un Cristo
Pero el cristo he sido yo.
Yo pasaba, me iba matando el calor
pero me detuvo para saludar una mona,
en el pueblo de Mariangola
camino de Fundación
A mis amigos, a mis amigos se lo he dicho
que Pepe Castro es un hombre ‘interesao’.
Ay, qué compadre tan ‘avispao’
yo sé por qué dio ese Cristo.
Muchos dicen que fue por una muchacha
que Pepe Castro se ha portado tan piadoso,
y Chalía dice lo que pasa
es que Pepe es muy religioso.
Por José Atuesta Mindiola