El presidente ha hablado de perdón social y de paz total, eso en todos los ámbitos de la vida pública nacional.
A pocos días de tomar posesión como presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, se reeditan las preocupaciones que en la soledad del triunfo del 19 de junio llegaron a mi mente. Esa tarde, mientras en la euforia de la victoria todos festejaban, acompañado por el silencio pensaba en el tamaño del compromiso que venía, sobre todo, lo atinente al cambio de las costumbres políticas de ganadores y perdedores.
El talante, la concepción política y la estructura filosófica del presidente electo, dan cierta garantía de que las transformaciones se van a hacer, obedeciendo la filosofía que motivó al pueblo a volcarse en las urnas a favor de una propuesta progresista. En este sentido, sus coequiperos deberán actuar y en consecuencia mostrar con hechos la alternativa por la que votamos.
El mensaje es para los congresistas, quienes se encargarán de aprobar los actos legislativos y leyes de la República, lejos del clientelismo y la corrupción que hoy los sanciona moralmente como uno de los cuerpos colegiados con mayor desaprobación en la opinión de los colombianos. La idea no es llegar al cielo utilizando la escalera del diablo.
El trabajo legislativo se mide por la participación en el trámite normativo, tratamiento de temas cruciales y control político frente al gobierno de turno y no en la tramitación irregular de partidas con amañada ejecución, tal como nos quisieron convencer con declaraciones públicas en el pasado reciente.
Igualmente, el mensaje es para los funcionarios encargados de ejecutar los temas misionales y políticas públicas del Estado. El presidente es de todos los colombianos y como tal, cualquier ciudadano debe tener la confianza que desde los cargos públicos les serán respetados sus derechos y tramitación de penurias, indistintamente de su filiación política, credo religioso o inclinación sexual, ahí está el cambio al que le apostamos.
En consecuencia, la contratación pública debe ser ejemplar. El mandato que les dio el pueblo, no es un botín para repartir entre parceros, cual bucaneros caribeños al robar un cofre lleno de joyas a otro buque reducido por la fuerza, todo lo contrario, es la obligación de ejecutar cada acción gubernamental motivados por la satisfacción de necesidades, que se traduzcan en bienestar general. De acuerdo con el impacto en la comunidad, será el reconocimiento popular.
También es de sumo cuidado las nuevas alianzas políticas. El presidente ha hablado de perdón social y de paz total, eso en todos los ámbitos de la vida pública nacional. Con el acercamiento al gobierno entrante de partidos políticos que en otrora fueron agudos contradictores del pensamiento favorecido por las mayorías, sería importante conocer hasta qué punto llegan esos acuerdos.
Primero porque entre los activistas y electores del Frente Amplio por la Democracia y La Paz que, desde cada rincón de la patria y cada escenario individual contribuimos con nuestro esfuerzo al triunfo de Gustavo Petro, se puede despertar un sentimiento de frustración, al ver algún tipo de preferencia por personajes o colectividades a quienes férreamente controvertimos electoralmente, mientras las huestes progresistas de a pie no han tenido ningún reconocimiento.
Y segundo, porque de acuerdo con los antecedentes de varios lustros de desgreño administrativo y malversación de fondos públicos a cargo de la dirigencia política enquistada en el poder, sería como dejar al lobo cuidando a La Cenicienta.
Otra tarea para nuestro presidente Gustavo Petro. Entonces, lo importante será el cambio de las costumbres políticas en todos los niveles, incluso antes de las grandes transformaciones, porque si logramos lo primero, muy seguramente la oferta institucional de hoy alcanza para el bienestar de todos, pero si siguen los vicios, la alternativa planteada sería la validación de que el cambio es solo una quimera. Fuerte abrazo. –
El presidente ha hablado de perdón social y de paz total, eso en todos los ámbitos de la vida pública nacional.
A pocos días de tomar posesión como presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, se reeditan las preocupaciones que en la soledad del triunfo del 19 de junio llegaron a mi mente. Esa tarde, mientras en la euforia de la victoria todos festejaban, acompañado por el silencio pensaba en el tamaño del compromiso que venía, sobre todo, lo atinente al cambio de las costumbres políticas de ganadores y perdedores.
El talante, la concepción política y la estructura filosófica del presidente electo, dan cierta garantía de que las transformaciones se van a hacer, obedeciendo la filosofía que motivó al pueblo a volcarse en las urnas a favor de una propuesta progresista. En este sentido, sus coequiperos deberán actuar y en consecuencia mostrar con hechos la alternativa por la que votamos.
El mensaje es para los congresistas, quienes se encargarán de aprobar los actos legislativos y leyes de la República, lejos del clientelismo y la corrupción que hoy los sanciona moralmente como uno de los cuerpos colegiados con mayor desaprobación en la opinión de los colombianos. La idea no es llegar al cielo utilizando la escalera del diablo.
El trabajo legislativo se mide por la participación en el trámite normativo, tratamiento de temas cruciales y control político frente al gobierno de turno y no en la tramitación irregular de partidas con amañada ejecución, tal como nos quisieron convencer con declaraciones públicas en el pasado reciente.
Igualmente, el mensaje es para los funcionarios encargados de ejecutar los temas misionales y políticas públicas del Estado. El presidente es de todos los colombianos y como tal, cualquier ciudadano debe tener la confianza que desde los cargos públicos les serán respetados sus derechos y tramitación de penurias, indistintamente de su filiación política, credo religioso o inclinación sexual, ahí está el cambio al que le apostamos.
En consecuencia, la contratación pública debe ser ejemplar. El mandato que les dio el pueblo, no es un botín para repartir entre parceros, cual bucaneros caribeños al robar un cofre lleno de joyas a otro buque reducido por la fuerza, todo lo contrario, es la obligación de ejecutar cada acción gubernamental motivados por la satisfacción de necesidades, que se traduzcan en bienestar general. De acuerdo con el impacto en la comunidad, será el reconocimiento popular.
También es de sumo cuidado las nuevas alianzas políticas. El presidente ha hablado de perdón social y de paz total, eso en todos los ámbitos de la vida pública nacional. Con el acercamiento al gobierno entrante de partidos políticos que en otrora fueron agudos contradictores del pensamiento favorecido por las mayorías, sería importante conocer hasta qué punto llegan esos acuerdos.
Primero porque entre los activistas y electores del Frente Amplio por la Democracia y La Paz que, desde cada rincón de la patria y cada escenario individual contribuimos con nuestro esfuerzo al triunfo de Gustavo Petro, se puede despertar un sentimiento de frustración, al ver algún tipo de preferencia por personajes o colectividades a quienes férreamente controvertimos electoralmente, mientras las huestes progresistas de a pie no han tenido ningún reconocimiento.
Y segundo, porque de acuerdo con los antecedentes de varios lustros de desgreño administrativo y malversación de fondos públicos a cargo de la dirigencia política enquistada en el poder, sería como dejar al lobo cuidando a La Cenicienta.
Otra tarea para nuestro presidente Gustavo Petro. Entonces, lo importante será el cambio de las costumbres políticas en todos los niveles, incluso antes de las grandes transformaciones, porque si logramos lo primero, muy seguramente la oferta institucional de hoy alcanza para el bienestar de todos, pero si siguen los vicios, la alternativa planteada sería la validación de que el cambio es solo una quimera. Fuerte abrazo. –