Independiente de lo que por tradición se aprende en colegios, universidades y en cualquier institución educativa, las distintas generaciones de nuestra sociedad han tenido en los abuelos un conocimiento superior de vida, una experiencia acumulada y vivida día a día, mes a mes, año tras años, hasta almacenar muchas décadas de sabiduría.
Son ellos, los abuelos, quienes, con paciencia, ternura y sabiduría, en calidad de maestros silenciosos de vida, han guiado a generaciones enteras, trasmitiéndoles valores y tradiciones culturales. Las experiencias de nuestros viejitos representan un conocimiento que no se aprende en libros ni se descarga desde internet, sino que se escucha, se vive, se hereda y se sigue practicando por sus sucesores.
No perdamos de vista que, en muchas sociedades y a lo largo de la historia, el valor y la sabiduría de los ancianos tenía una profunda connotación política y jerárquica, no en vano algunas culturas en su organización política hacían prevalecer la gerontocracia como el gobierno de los mayores, de los ancianos, se valoraba muchísimo toda su experiencia y sabiduría, práctica que se ha venido perdiendo. No obstante, también tenemos un extraordinario ejemplo con las culturas indígenas, en nuestro propio entorno nos damos cuenta el valor que tienen los mamos, aquellos que toda la vida han estado al frente de las etnias y son las personas que de una u otra manera marcan y orientan la pauta del gobierno de las distintas comunidades étnicas. De manera que es tiempo de valorar mucho más el tesoro de la vida encarnado en la sabiduría, sapiencia y experiencia de los mayores.
En esta fecha, 26 de julio, Día internacional de los abuelos, además de rendirles homenaje, es necesario echarle una mirada al fenómeno que atraviesa el mundo, se agudiza en el país y en nuestra región, tal es el envejecimiento poblacional y la caída en la natalidad. Colombia y especialmente territorios como el departamento del Cesar y su capital Valledupar están viendo cómo la balanza demográfica se inclina peligrosamente hacia una población cada vez más envejecida y con menos nacimientos.
Según el DANE, la tasa de natalidad en Colombia ha descendido de forma constante en los últimos años. En zonas del Cesar, este fenómeno se ve amplificado por la migración de jóvenes hacia otras ciudades o países. En Valledupar, por ejemplo, muchas familias están compuestas por abuelos que ahora crían a sus nietos o que viven en soledad, mientras sus hijos buscan mejores oportunidades lejos de casa, como lo hemos dicho en editoriales anteriores.
En esta fecha deberíamos comprometernos a valorar, cuidar y aprender de la sabiduría de nuestros abuelos, mientras trabajamos activamente en construir un entorno donde las nuevas generaciones tengan razones para quedarse, para formar familia, para multiplicarse, pero en su tierra natal, contribuyendo con su desarrollo y no emigrando en busca de oportunidades en otras partes.
¿Qué pasa cuando hay cada vez menos nietos para escuchar? Las cifras del DANE asustan. Del total de la población colombiana hoy el 9% tiene más de 65 años de edad. “El envejecimiento de la población en el país se aceleró, y los viejos van en aumento, mientras que la población joven parece reducirse. Según estimaciones, en 2070 uno de cada tres colombianos será mayor de 75 años. ¿Qué efectos generará esa situación?”, revela un documental de Noticias Caracol.
Sin embargo, es importante que el envejecimiento no se vea como una carga, todo lo contrario, debe verse como una oportunidad de aprendizaje y aporte de conocimiento, hay que valorarlos no solo por lo que han sido, sino por lo que todavía representan.











