El tema de hoy puede resultar anecdótico, pero a la vez el reflejo de una cultura que se ha ido arraigando en nuestro medio.
El tema de hoy puede resultar anecdótico, pero a la vez el reflejo de una cultura que se ha ido arraigando en nuestro medio como lo es la irresponsabilidad, la indelicadeza, la impuntualidad, la mediocridad y la manera folclórica como acciones que deberían ser reprochadas y castigadas con la sanción social, simplemente las estamos aceptando como válidas haciendo que sean la regla general de un comportamiento que no es aceptado en ningún otro lugar del país o del mundo.
Establecer una cita con alguien y que llegue a tiempo es motivo de extrañeza, cuando la regla nos exige que a las citas se llega con quince minutos de anticipación y que si vas a llegar tarde o no vas a llegar debes comunicarte con tu contacto para no solo disculparte sino remediar lo que para otras culturas significa una ofensa, dejar plantado a alguien que sacó su tiempo, acomodó su agenda y tú en un acto de irresponsabilidad y de falta de decoro y de sutileza no se te dio la gana de llegar porque como no manejas correctamente tu tiempo y vas por el mundo actuando de esa manera lo ves como algo natural, llegas tarde o nunca llegas, pero para colmo lo celebras diciendo “es que yo soy así” ¿Tu eres así, o simplemente te acostumbraste a serlo?
Pero el colmo no es que el citado no aparezca, sino que además que no se excusa, no llama, no replantea la reunión al poco tiempo te lo encuentras y como si nada te saluda y si por si acaso le comentas algo, te da la excusa más inaudita e inverosímil que se le ocurra, pero en medio de su mediocridad asume que su actuación es correcta y que no tiene nada que resarcir, en este punto sin retorno estamos en nuestra cultura de la grosería y lo grotesco de las relaciones humanas y muchos descaradamente se preguntan por qué no tienen éxito en la vida.
Lo peligroso de esta situación es que se normalizó como todo lo indeseable que nuestra frágil cultura copia y aplica en nuestro medio; si el evento es a las seis, pues citemos a los invitados a las cuatro para sentarlos dos horas mientras los desordenados anfitriones llegan pues la improvisación, la falta de previsión y la incapacidad de cumplir una sencilla agenda es un acto inalcanzable para algunos, puesto que siempre llegan tarde porque “se les atrasó la programación” porque se quedaron del vuelo, se extendieron en otra reunión, o porque alguien llegó tarde y así se convierte en una espiral que arrastra a todos hacia ese fango llamado impuntualidad e irrespeto por el tiempo del otro.
Algunas culturas orientales basan su éxito y su desarrollo en las reglas de oro de las relaciones humanas, y una de ellas la de los japoneses que tienen como base de su cultura la puntualidad, el respeto por el tiempo del otro y una serie de cánones que han hecho que una pequeña isla que ha vivido en guerra desde hace milenios, soportó dos bombas nucleares y varios terremotos a lo largo de su existencia tengan una capacidad de recuperarse asombrosa y ese milagro no es otro que la adopción de hábitos como la disciplina y valores como el respeto.
Pero esos terribles malos hábitos y la ausencia de valores irradian a todas las esferas donde se desenvuelve el irresponsable y el mediocre, tal cual actúa en su trabajo, en su vida familiar, en sus espacios sociales y donde quiera va; es el típico empleado que no cumple sus responsabilidades, siempre tiene una excusa, nunca cumple las tareas asignadas, trabaja con el reloj, llega tarde, sale muy puntual y generalmente es de los que más se queja cuando se le exige la milla extra, con una cultura como esta no podemos aspirar a nada diferente de lo que hoy tenemos.
La ciudad es un caos, nada funciona, el desorden es el pan de cada dia, no se cumple la ley, cada vez hay menos oportunidades de salir del hueco porque asumimos una actitud complaciente frente a esa mediocridad que rechazamos y criticamos, pero te quiero dejar una reflexión esta vez, recuerda que cada vez que nos quejemos del estado de la ciudad no olviden que la ciudad somos todos, así de sencillo.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya
El tema de hoy puede resultar anecdótico, pero a la vez el reflejo de una cultura que se ha ido arraigando en nuestro medio.
El tema de hoy puede resultar anecdótico, pero a la vez el reflejo de una cultura que se ha ido arraigando en nuestro medio como lo es la irresponsabilidad, la indelicadeza, la impuntualidad, la mediocridad y la manera folclórica como acciones que deberían ser reprochadas y castigadas con la sanción social, simplemente las estamos aceptando como válidas haciendo que sean la regla general de un comportamiento que no es aceptado en ningún otro lugar del país o del mundo.
Establecer una cita con alguien y que llegue a tiempo es motivo de extrañeza, cuando la regla nos exige que a las citas se llega con quince minutos de anticipación y que si vas a llegar tarde o no vas a llegar debes comunicarte con tu contacto para no solo disculparte sino remediar lo que para otras culturas significa una ofensa, dejar plantado a alguien que sacó su tiempo, acomodó su agenda y tú en un acto de irresponsabilidad y de falta de decoro y de sutileza no se te dio la gana de llegar porque como no manejas correctamente tu tiempo y vas por el mundo actuando de esa manera lo ves como algo natural, llegas tarde o nunca llegas, pero para colmo lo celebras diciendo “es que yo soy así” ¿Tu eres así, o simplemente te acostumbraste a serlo?
Pero el colmo no es que el citado no aparezca, sino que además que no se excusa, no llama, no replantea la reunión al poco tiempo te lo encuentras y como si nada te saluda y si por si acaso le comentas algo, te da la excusa más inaudita e inverosímil que se le ocurra, pero en medio de su mediocridad asume que su actuación es correcta y que no tiene nada que resarcir, en este punto sin retorno estamos en nuestra cultura de la grosería y lo grotesco de las relaciones humanas y muchos descaradamente se preguntan por qué no tienen éxito en la vida.
Lo peligroso de esta situación es que se normalizó como todo lo indeseable que nuestra frágil cultura copia y aplica en nuestro medio; si el evento es a las seis, pues citemos a los invitados a las cuatro para sentarlos dos horas mientras los desordenados anfitriones llegan pues la improvisación, la falta de previsión y la incapacidad de cumplir una sencilla agenda es un acto inalcanzable para algunos, puesto que siempre llegan tarde porque “se les atrasó la programación” porque se quedaron del vuelo, se extendieron en otra reunión, o porque alguien llegó tarde y así se convierte en una espiral que arrastra a todos hacia ese fango llamado impuntualidad e irrespeto por el tiempo del otro.
Algunas culturas orientales basan su éxito y su desarrollo en las reglas de oro de las relaciones humanas, y una de ellas la de los japoneses que tienen como base de su cultura la puntualidad, el respeto por el tiempo del otro y una serie de cánones que han hecho que una pequeña isla que ha vivido en guerra desde hace milenios, soportó dos bombas nucleares y varios terremotos a lo largo de su existencia tengan una capacidad de recuperarse asombrosa y ese milagro no es otro que la adopción de hábitos como la disciplina y valores como el respeto.
Pero esos terribles malos hábitos y la ausencia de valores irradian a todas las esferas donde se desenvuelve el irresponsable y el mediocre, tal cual actúa en su trabajo, en su vida familiar, en sus espacios sociales y donde quiera va; es el típico empleado que no cumple sus responsabilidades, siempre tiene una excusa, nunca cumple las tareas asignadas, trabaja con el reloj, llega tarde, sale muy puntual y generalmente es de los que más se queja cuando se le exige la milla extra, con una cultura como esta no podemos aspirar a nada diferente de lo que hoy tenemos.
La ciudad es un caos, nada funciona, el desorden es el pan de cada dia, no se cumple la ley, cada vez hay menos oportunidades de salir del hueco porque asumimos una actitud complaciente frente a esa mediocridad que rechazamos y criticamos, pero te quiero dejar una reflexión esta vez, recuerda que cada vez que nos quejemos del estado de la ciudad no olviden que la ciudad somos todos, así de sencillo.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya