Una historia de terror que fue protagonizada por cruentos integrantes de las Auc. Un empírico narrador fue el primero en recopilar los escalofriantes testimonios. Busca quién financie su libro.
Un 28 de enero del año 2000, el corregimiento de Santa Cecilia, municipio de Astrea, fue sometido a un episodio terrorífico que estremeció e irrumpió la vida de sus habitantes.
La presencia de un grupo de paramilitares del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia, Auc, aquella tarde de hace 22 años, sembró terror, miedo e incertidumbre.
Los lamentos de las víctimas se oyen cuando los sobrevivientes rememoran el irracional accionar de unos individuos, que además de ajusticiar a varios pobladores, también robaron, abusaron e incendiaron la humilde población.
El grupo armado ilegal, que era coordinado por el exjefe paramilitar Jhon Jairo Esquivel, alias ‘El Tigre’, montó un retén en toda la entrada del poblado y en una casa de dos pisos, que se encontraba en el corregimiento, crearon el ‘Cuartel de la muerte’.
LA MASACRE
Según relatos recopilados y contados por el Centro Nacional de Memoria Histórica, los paramilitares se apoderaron del pueblo y con lista en mano empezaron a pedir la cédula a todos los pobladores, de ese modo seleccionaban a sus víctimas, las apartaban y luego las sometían.
Algunos de los testimonios compilados por la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, la primera víctima de la masacre fue José Alberto Peñaloza Lafaurie, quien aún no se encontraba dentro del corregimiento y fue asesinado cruelmente en el camino por los paramilitares.
Seguidamente y estando ya en el pueblo, 11 personas fueron atadas y torturadas por más de 10 horas a la vista de sus familiares y moradores de Santa Cecilia.
Antonio Fermín, un testimonio recopilado por el Centro Nacional de Memoria Histórica, narró una de las muchas y crueles acciones.
“Esa noche yo me quedé en Santa Cecilia, en la madrugaba los perros ladraban mucho, me levanté a las cinco de la mañana, iba saliendo y los paramilitares me dijeron que el pueblo estaba rodeado y que debía ir con los demás, caminé y llegué donde estaban todos amarrados. Nos pusieron en posición de requisa”, expresó Fermín.
Otro de los aberrantes testimonios confirmó la frialdad con la que fueron asesinados los habitantes. Uno de ellos fue el de Luz Aida Marín, presidenta de los hogares de Bienestar Familiar, quien tenía 32 años y es madre de tres hijos. Ella fue sometida a torturas con perros que atacaron sus senos, rostro y manos.
Humberto Marín, asesinado por intentar evitar la muerte de Aida, fue un líder reconocido, siendo él, el primer inspector del corregimiento y quien fue reelegido 3 veces. Perteneció a la junta de acción comunal.
El Centro Nacional de Memoria Histórica recopiló las declaraciones de Osmani Ortega, esposa de Dalwis Salcedo e hija de Rosa Elvira Rojas, ambos asesinados en la masacre. “Llegaban a las casas de los que estaban en la lista dando patadas, a todos los que estábamos amarrados nos sentaron en el piso y a las cinco de la mañana éramos ocho allí. A mí me soltaron diciendo que estaba limpia”, relató Ortega.
Dalwin Salcedo Rangel, docente de la escuela de Santa Cecilia, tenía 28 años y era líder de procesos juveniles. Ernesto Ortega, padre del inspector, tenía 66 años. Libardo Ortega Durán tenía 29 años y era agricultor y jornalero. Eusebio Acuña tenía 29 años y era pescador. José Barrera no pertenecía al pueblo y fue asesinado por no dar leche que recolectó de sus vacas.
Según otro relato ante la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, antes de que abandonaran el pueblo, los paramilitares abusaron sexualmente de Katherine Marín, introduciendo armas de fuego en su cuerpo.
Quemaron casas, robaron ganado, mercancía de almacenes, electrodomésticos y elementos personales, y se dieron a la huida. Luego de esa masacre, el corregimiento quedó en total silencio, el 90% de sus habitantes, más de 350 familias fue desplazada.
Belisario Vargas Caro
Un empírico narrador literario, oriundo del municipio de Astrea, Cesar, a través de una investigación periodística, como él mismo lo relató, rindió en un libro, un homenaje a las víctimas de aquel trágico día.
Escrito por Vargas en el año 2005, ‘Desolación’ es uno de los primeros libros que recopila testimonios e historias que hacen parte del municipio de Astrea en especial del corregimiento de Santa Cecilia.
Detalles que generan impotencia en el lector y que lo remiten a ese doloroso y triste momento en el que los habitantes del pueblo fueron torturados y asesinados cruelmente.
Sin poder ser publicado por falta de apoyo y recursos, Belisario Vargas busca el apoyo de entidades gubernamentales y culturales que permitan impulsar el libro que con tanto compromiso y dedicación escribió.
Por Melissa Valle
Una historia de terror que fue protagonizada por cruentos integrantes de las Auc. Un empírico narrador fue el primero en recopilar los escalofriantes testimonios. Busca quién financie su libro.
Un 28 de enero del año 2000, el corregimiento de Santa Cecilia, municipio de Astrea, fue sometido a un episodio terrorífico que estremeció e irrumpió la vida de sus habitantes.
La presencia de un grupo de paramilitares del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia, Auc, aquella tarde de hace 22 años, sembró terror, miedo e incertidumbre.
Los lamentos de las víctimas se oyen cuando los sobrevivientes rememoran el irracional accionar de unos individuos, que además de ajusticiar a varios pobladores, también robaron, abusaron e incendiaron la humilde población.
El grupo armado ilegal, que era coordinado por el exjefe paramilitar Jhon Jairo Esquivel, alias ‘El Tigre’, montó un retén en toda la entrada del poblado y en una casa de dos pisos, que se encontraba en el corregimiento, crearon el ‘Cuartel de la muerte’.
LA MASACRE
Según relatos recopilados y contados por el Centro Nacional de Memoria Histórica, los paramilitares se apoderaron del pueblo y con lista en mano empezaron a pedir la cédula a todos los pobladores, de ese modo seleccionaban a sus víctimas, las apartaban y luego las sometían.
Algunos de los testimonios compilados por la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, la primera víctima de la masacre fue José Alberto Peñaloza Lafaurie, quien aún no se encontraba dentro del corregimiento y fue asesinado cruelmente en el camino por los paramilitares.
Seguidamente y estando ya en el pueblo, 11 personas fueron atadas y torturadas por más de 10 horas a la vista de sus familiares y moradores de Santa Cecilia.
Antonio Fermín, un testimonio recopilado por el Centro Nacional de Memoria Histórica, narró una de las muchas y crueles acciones.
“Esa noche yo me quedé en Santa Cecilia, en la madrugaba los perros ladraban mucho, me levanté a las cinco de la mañana, iba saliendo y los paramilitares me dijeron que el pueblo estaba rodeado y que debía ir con los demás, caminé y llegué donde estaban todos amarrados. Nos pusieron en posición de requisa”, expresó Fermín.
Otro de los aberrantes testimonios confirmó la frialdad con la que fueron asesinados los habitantes. Uno de ellos fue el de Luz Aida Marín, presidenta de los hogares de Bienestar Familiar, quien tenía 32 años y es madre de tres hijos. Ella fue sometida a torturas con perros que atacaron sus senos, rostro y manos.
Humberto Marín, asesinado por intentar evitar la muerte de Aida, fue un líder reconocido, siendo él, el primer inspector del corregimiento y quien fue reelegido 3 veces. Perteneció a la junta de acción comunal.
El Centro Nacional de Memoria Histórica recopiló las declaraciones de Osmani Ortega, esposa de Dalwis Salcedo e hija de Rosa Elvira Rojas, ambos asesinados en la masacre. “Llegaban a las casas de los que estaban en la lista dando patadas, a todos los que estábamos amarrados nos sentaron en el piso y a las cinco de la mañana éramos ocho allí. A mí me soltaron diciendo que estaba limpia”, relató Ortega.
Dalwin Salcedo Rangel, docente de la escuela de Santa Cecilia, tenía 28 años y era líder de procesos juveniles. Ernesto Ortega, padre del inspector, tenía 66 años. Libardo Ortega Durán tenía 29 años y era agricultor y jornalero. Eusebio Acuña tenía 29 años y era pescador. José Barrera no pertenecía al pueblo y fue asesinado por no dar leche que recolectó de sus vacas.
Según otro relato ante la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, antes de que abandonaran el pueblo, los paramilitares abusaron sexualmente de Katherine Marín, introduciendo armas de fuego en su cuerpo.
Quemaron casas, robaron ganado, mercancía de almacenes, electrodomésticos y elementos personales, y se dieron a la huida. Luego de esa masacre, el corregimiento quedó en total silencio, el 90% de sus habitantes, más de 350 familias fue desplazada.
Belisario Vargas Caro
Un empírico narrador literario, oriundo del municipio de Astrea, Cesar, a través de una investigación periodística, como él mismo lo relató, rindió en un libro, un homenaje a las víctimas de aquel trágico día.
Escrito por Vargas en el año 2005, ‘Desolación’ es uno de los primeros libros que recopila testimonios e historias que hacen parte del municipio de Astrea en especial del corregimiento de Santa Cecilia.
Detalles que generan impotencia en el lector y que lo remiten a ese doloroso y triste momento en el que los habitantes del pueblo fueron torturados y asesinados cruelmente.
Sin poder ser publicado por falta de apoyo y recursos, Belisario Vargas busca el apoyo de entidades gubernamentales y culturales que permitan impulsar el libro que con tanto compromiso y dedicación escribió.
Por Melissa Valle