COLUMNISTA

En memoria de Doña María Elena Castro Palmera de Quintero

Hace 9 días, familiares y amigos nos reunimos en torno al féretro de Doña María Elena Castro Palmera para despedirla, pero su grata memoria permanecerá en la sociedad valduparense como uno de sus más notables miembros.

En memoria de Doña María Elena Castro Palmera de Quintero

En memoria de Doña María Elena Castro Palmera de Quintero

Por: Rodrigo

@el_pilon

canal de WhatsApp

Hace 9 días, familiares y amigos nos reunimos en torno al féretro de Doña María Elena Castro Palmera para despedirla, pero su grata memoria permanecerá en la sociedad valduparense como uno de sus más notables miembros.

Era la hermana mayor de Joselina y de Elisa. Tres primores humanos del hogar formado por don Aníbal Guillermo Castro Monsalvo y doña Dominga Palmera Baquero, de origen urumitero por su abuela Eufemia Baquero Araújo de Palmera. En las crónicas que escribí sobre antiguos moradores de Valledupar está patente cómo estos dos apellidos se entrelazaron en matrimonios con varias familias notables de la ciudad de Los Santos Reyes.

Juvenal Palmera Cotes (un adelantado de la época, médico y abogado empírico), padre de Ovidio, Susana, Dominga y Leticia, había adquirido para sus hijas un piano de cola importado desde la isla antillana de Aruba, al norte de La Guajira, de cultura musical holandesa. A sus colegios solían ir a estudiar algunas señoritas de la sociedad de nuestras provincias de Valledupar y Padilla, como la “niña” Dominga. Las hermanas Castro Palmera aprendieron a tocarlo y sus descendientes, como el médico científico y compositor Fernando Dangond Castro. Sus hermanos se formaron en diferentes profesiones liberales.

Unas y otros formaron hogares bien avenidos con destacados jóvenes pertenecientes a familias de la sociedad de Valledupar.

María Elena, con el abogado y político Clemente Quintero Araújo, quien, en la defensa de la cosa pública, llamaba para sí la reencarnación del alma del celoso tribuno romano Catón el Viejo. Tanto Clemente como María Elena fueron personas de recio carácter y pensamiento independiente, y así son sus hijos. Esa libertad mental la acaban de poner de presente por unanimidad con una actitud que no hace falta divulgar.

Joselina, con el odontólogo Juan Pavajeau Molino, ambas personas doblemente buenas, quienes ya no nos acompañan.

Elisa, con el empoderado empresario y político villanuevero Jorge Dangond Daza, en buena parte transformador de la construcción física de obras públicas de Valledupar cuando fue su alcalde. Elisa vive en avanzada edad y en videos se la puede observar tocando las palmas cuando su hijo Fernando viene a visitarla y le susurra nostálgicas notas de piano.

Nuestra querida María Elena, fallecida casi a los 100 años longevos, como casi todos los parientes que llevamos el apellido Baquero, fue durante décadas paradigma de perseverancia, dedicación y resistencia en su comunidad. Con incansable entrega, convertía tiendas en negocios prósperos, que atendían no solo a la ciudad, sino también a localidades cercanas.

Además, se preocupaba profundamente por el bienestar de sus congéneres necesitados de afecto y salud. Fue pionera del establecimiento en Valledupar de las Damas Rosadas y de la Lucha Contra el Cáncer. Ejemplarizaba que el esfuerzo y la empatía pueden transformar vidas. Su tarea social fue un trabajo duro y amoroso por los más vulnerables. Su bandera sigue siendo inspiración para nuestra comunidad.En suma, una personalidad trascendente. La tuvieron los Castro Palmera, y de manera singular, María Elena. Su vitalidad no solo se esforzaba por actividades negociales, sino también en la virtud del servicio social a favor de quienes carecen de protección legítima por parte del Estado. Ese bache viene a ser llenado por quienes expanden su corazón. María Elena tuvo ese valor espiritual excepcional. Hoy día constituye un sano orgullo para su familia y un ejemplo para la sociedad civil.

Por: Rodrigo López Barros.

TE PUEDE INTERESAR