Por: Julio Oñate
Lo mismo que su antecesor el telegrama, el Marconi siempre fue lacónico, breve y condensado, ya que su costo aumentaba en la medida en que el texto se estiraba y, por lo tanto, los mensajes eran muy concisos.
Finalizando la década de los sesenta en San Juan del Cesar falleció Rafael Mendoza y su hermano Rodrigo envió el siguiente marconigrama a los parientes que residían en Bogotá:
José Tomas Mendoza
Calle Tal n° Tal
Bogotá
Murió rafa, Saludos Rodrigo
De inmediato el aludido respondió con otro Marconi:
Rodrigo Mendoza
Calle del Embudo
San Juan Del Cesar
De que, saludos José Tomas
El mismo día Rodrigo le contesto por el mismo conducto
José Tomas Mendoza
Calle Tal N° Tal
Bogotá
De qué, que, Rodrigo
Bastante confundido quedo José Tomas con la respuesta y sin poder descifrarla reunió a toda la parentela para tratar de aclarar la situación y entonces Norberto el intelectual de la familia después de media hora de estudio y análisis sentenció tajantemente: esto está claro, Rodrigo lo que nos quiere decir es que el pobre Rafa murió de una indigestión de queque.
En la Guajira arriba donde nace el contrabando, tierra de hombres bravíos solo con sangre se paga el mancillar el honor de una mujer.
Diofante, reconocido contrabandista, y Darío, estudiante de derecho en Bogotá eran amigos entrañables y compinches de parrandas, no obstante ser mucho mayor el primero que el segundo. Darío mantenía amores ocultos con Dalia la hija de su amigo y después de unas vacaciones, ya de nuevo en la capital, una carta de su novia lo dejó petrificado del susto al confesarle que estaba en estado de embarazo. La barriga le creció rápidamente y Diofante ya enterado de la situación le dirigió al futuro yerno un escueto marconigrama con la más clara advertencia: Bajas o subo. Darío sabía perfectamente la dimensión de la ofensa que experimentaba el papá de la muchacha, y que por encima de la más grande amistad estaba el honor de una familia, y no queriendo regresar a Riohacha relleno de formol y con los pies para delante, de inmediato le contestó a Diofante: Bajo, porque si subes me bajas.
El matrimonio se realizó a los quince días y la amistad perduró por siempre.
Era muy común en esa época que entre parejas distanciadas el texto amoroso de un Marconi finalizaba con “Abracaribes” aquella ingeniosa sigla craneada por algún tacaño queriéndose ahorrar algunos centavos y que significaba, abrazos, caricias y besos.
Famoso fue el Marconi que en 1970 el turco Pavajeau le mandó a su novia en Bogotá. Estaba en furor La Cañaguatera, que interpretaba Alfredo Gutiérrez su ídolo, y ‘El turco’ poniéndose a tono con esta pegajosa página musical, le envió a la dama esta perla de mensaje:
Te juro que yo sin tí estoy acabao.
Que grato transitar por los senderos de esos buenos recuerdos que nos dejaron aquellos mensajes telegráficos que fueron claudicando ante el paso desalmado del progreso, para finalmente inclinarse ante la más asombrosa tecnología como el internet, el celular, el ipod el iphone y quizás que otro moderno aparato, fruto del infinito ingenio del ser humano.
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