La elección de Zuluaga perjudica a Petro y favorece a los candidatos de centro. Es posible que la lucha entre los extremos haya llegado a su fin.
La elección de Óscar Iván Zuluaga como candidato presidencial del Centro Democrático perjudica a Gustavo Petro, pues lo sitúa como el único extremo en la contienda electoral. Si la escogida hubiera sido María Fernanda Cabal, la historia sería otra, pues habría un candidato de ultraizquierda y otra de ultraderecha.
No habrá, por ejemplo, en la película de la campaña política un héroe y un villano. Eso le quitará un poco de emoción a la justa electoral pero le proporcionará más raciocinio. Se analizarán más las consecuencias de las propuestas y el elector pensará un poco más antes de votar.
La consigna libertad o comunismo, por ejemplo, es visceral y propia de escenarios políticos con dos candidatos antagónicos pero si uno de los extremos no existe, como sería en el caso colombiano, la disyuntiva entre blanco o negro desaparece. Ello funciona cuando los candidatos polarizan las opciones electorales, como pasó en Madrid y ahora en Chile. En ambos casos la consigna “libertad o comunismo” permitió que la ultraderecha obtuviera más votos que la extrema izquierda. Habrá que ver si es suficiente para que José Antonio Kast supere a Gabriel Boric en la segunda vuelta.
En Perú la fórmula no funcionó y el ultraizquierdista Pedro Castillo logró quedarse con la presidencia, pero tras 4 meses de haberse posesionado, la oposición interpuso en el Congreso de la República una moción para destituirlo y ya hay marchas ciudadanas que reclaman lo mismo. Meses aciagos le esperan a Perú por cuenta de elegir un extremo político.
Si los otros precandidatos, particularmente los de la coalición de la experiencia y Zuluaga, toman el camino de la moderación y del centro, solo habría un extremo, un llanero solitario en la campaña electoral: Petro; a no ser que Fico Gutiérrez recoja la bandera de Cabal.
La existencia de un extremo único es una bocanada de aire para el centro, le quita oxígeno a Petro y alienta una campaña con mensajes políticos sensatos y no delirantes ni peligrosos. Si Petro es el único extremo, Colombia logrará pasar la página de la polarización y tendrá la posibilidad de tomar un rumbo desconocido, pero prometedor basado en el diálogo y la conciliación.
La estrategia de unos es visibilizar los extremos e invisibilizar el centro. Esa es la de los radicales. Y la del centro es la contraria, tratar de visibilizar el centro para que ocupe un mayor espacio del espectro político y así achicar los extremos. Al perder María Fernanda Cabal su nominación para ser candidata presidencial, el extremo se reduce porque uno de sus exponentes se quedó a medio camino. Y si las coaliciones de la experiencia y de la esperanza se consolidan como una opción viable y confiable y el cónclave termina con “habemus papa” en procedimientos y principios, para escoger en marzo el candidato para la primera vuelta, el odio y el miedo pierden fuerzas y se asoma, en punta, la necesidad de construir desde lo colectivo un futuro conjunto.
En un escenario de extremos, el voto “anti” o “contra” se vende como pan caliente. AntiPetro o AntiUribe. Cuando hay candidatos extremos, el voto “en contra de” es significativo, abultado. Esto fue lo que ocurrió en 2018 cuando muchos no votaron porque le gustara Petro sino porque votando por Petro lo hacían contra Uribe y otros muchos no votaron por Duque sino contra Petro. En la contienda del 2022, si Petro pasa a segunda vuelta, el que compita contra él -indistintamente de quién sea- recogerá el voto “AntiPetro”; y si el candidato que pasa a segunda es del centro, Petro, esta vez, no recogerá el voto “AntiUribe”. Y ahí perderá cientos de miles de votos.
En una campaña entre extremos, el miedo es oro en polvo, es munición electoral. Es una emoción usada para conseguir, desde la manipulación votos. Es un vehículo que moviliza el voto “en contra de”. Pero el miedo en Colombia se está agotando. Y el miedo, sin candidatos extremos, es un fuego que no crece tanto, no pasa de ser brasas.
En el caso de Colombia el miedo al comunismo, dictaduras y la pérdida de libertades y democracia están, para un segmento grande de la población, a la vuelta de la esquina geográfica; en el vecindario cercano, en Venezuela, Cuba y Nicaragua. El miedo se agota con el paso del tiempo. No dura mucho. Lo amansó el covid-19. Por eso, la fórmula del miedo de elecciones pasadas no calará tanto esta vez. Venimos saliendo, cansados pero robustecidos, de las olas del miedo a la pandemia que el electoral ya no asusta tanto.
Mientras que los candidatos de los extremos son reconocidos y tienen una identidad clara para los votantes, a los de centro no les pasa lo mismo, especialmente para los ciudadanos de las regiones y las zonas rurales. Muchos no saben qué es ni quiénes conforman la Coalición de la Esperanza y la de la Experiencia.
La ausencia de dos extremos perjudicará a Petro, pues quienes votaron por él en 2018 para evitar que Duque llegara a la presidencia tienen opciones más moderadas en estas elecciones. Mientras que en Chile las elecciones se convirtieron en una lucha entre el orden, la certidumbre y la estabilidad ofrecida por Kast y los reclamos de justicia social defendidos por Boric, en Colombia hay candidatos de centro que ofrecen un punto medio entre los dos extremos.
Cabal iba a jugar el juego de los extremos, pero no ganó la nominación. La derrota de Cabal obliga a Petro a replantear su estrategia de campaña, pues se quedó sin el otro extremo. Si las coaliciones de centro y de centro-derecha logran postular un único candidato, es muy probable que de ahí salga el próximo presidente.
Por Enrique Herrera Araújo / @enriqueha
Abogado, especialista en Desarrollo Regional y magister artis en Gestión Pública, experto en tierras, agro y desarrollo rural.
Tomado de Razón Pública.
La elección de Zuluaga perjudica a Petro y favorece a los candidatos de centro. Es posible que la lucha entre los extremos haya llegado a su fin.
La elección de Óscar Iván Zuluaga como candidato presidencial del Centro Democrático perjudica a Gustavo Petro, pues lo sitúa como el único extremo en la contienda electoral. Si la escogida hubiera sido María Fernanda Cabal, la historia sería otra, pues habría un candidato de ultraizquierda y otra de ultraderecha.
No habrá, por ejemplo, en la película de la campaña política un héroe y un villano. Eso le quitará un poco de emoción a la justa electoral pero le proporcionará más raciocinio. Se analizarán más las consecuencias de las propuestas y el elector pensará un poco más antes de votar.
La consigna libertad o comunismo, por ejemplo, es visceral y propia de escenarios políticos con dos candidatos antagónicos pero si uno de los extremos no existe, como sería en el caso colombiano, la disyuntiva entre blanco o negro desaparece. Ello funciona cuando los candidatos polarizan las opciones electorales, como pasó en Madrid y ahora en Chile. En ambos casos la consigna “libertad o comunismo” permitió que la ultraderecha obtuviera más votos que la extrema izquierda. Habrá que ver si es suficiente para que José Antonio Kast supere a Gabriel Boric en la segunda vuelta.
En Perú la fórmula no funcionó y el ultraizquierdista Pedro Castillo logró quedarse con la presidencia, pero tras 4 meses de haberse posesionado, la oposición interpuso en el Congreso de la República una moción para destituirlo y ya hay marchas ciudadanas que reclaman lo mismo. Meses aciagos le esperan a Perú por cuenta de elegir un extremo político.
Si los otros precandidatos, particularmente los de la coalición de la experiencia y Zuluaga, toman el camino de la moderación y del centro, solo habría un extremo, un llanero solitario en la campaña electoral: Petro; a no ser que Fico Gutiérrez recoja la bandera de Cabal.
La existencia de un extremo único es una bocanada de aire para el centro, le quita oxígeno a Petro y alienta una campaña con mensajes políticos sensatos y no delirantes ni peligrosos. Si Petro es el único extremo, Colombia logrará pasar la página de la polarización y tendrá la posibilidad de tomar un rumbo desconocido, pero prometedor basado en el diálogo y la conciliación.
La estrategia de unos es visibilizar los extremos e invisibilizar el centro. Esa es la de los radicales. Y la del centro es la contraria, tratar de visibilizar el centro para que ocupe un mayor espacio del espectro político y así achicar los extremos. Al perder María Fernanda Cabal su nominación para ser candidata presidencial, el extremo se reduce porque uno de sus exponentes se quedó a medio camino. Y si las coaliciones de la experiencia y de la esperanza se consolidan como una opción viable y confiable y el cónclave termina con “habemus papa” en procedimientos y principios, para escoger en marzo el candidato para la primera vuelta, el odio y el miedo pierden fuerzas y se asoma, en punta, la necesidad de construir desde lo colectivo un futuro conjunto.
En un escenario de extremos, el voto “anti” o “contra” se vende como pan caliente. AntiPetro o AntiUribe. Cuando hay candidatos extremos, el voto “en contra de” es significativo, abultado. Esto fue lo que ocurrió en 2018 cuando muchos no votaron porque le gustara Petro sino porque votando por Petro lo hacían contra Uribe y otros muchos no votaron por Duque sino contra Petro. En la contienda del 2022, si Petro pasa a segunda vuelta, el que compita contra él -indistintamente de quién sea- recogerá el voto “AntiPetro”; y si el candidato que pasa a segunda es del centro, Petro, esta vez, no recogerá el voto “AntiUribe”. Y ahí perderá cientos de miles de votos.
En una campaña entre extremos, el miedo es oro en polvo, es munición electoral. Es una emoción usada para conseguir, desde la manipulación votos. Es un vehículo que moviliza el voto “en contra de”. Pero el miedo en Colombia se está agotando. Y el miedo, sin candidatos extremos, es un fuego que no crece tanto, no pasa de ser brasas.
En el caso de Colombia el miedo al comunismo, dictaduras y la pérdida de libertades y democracia están, para un segmento grande de la población, a la vuelta de la esquina geográfica; en el vecindario cercano, en Venezuela, Cuba y Nicaragua. El miedo se agota con el paso del tiempo. No dura mucho. Lo amansó el covid-19. Por eso, la fórmula del miedo de elecciones pasadas no calará tanto esta vez. Venimos saliendo, cansados pero robustecidos, de las olas del miedo a la pandemia que el electoral ya no asusta tanto.
Mientras que los candidatos de los extremos son reconocidos y tienen una identidad clara para los votantes, a los de centro no les pasa lo mismo, especialmente para los ciudadanos de las regiones y las zonas rurales. Muchos no saben qué es ni quiénes conforman la Coalición de la Esperanza y la de la Experiencia.
La ausencia de dos extremos perjudicará a Petro, pues quienes votaron por él en 2018 para evitar que Duque llegara a la presidencia tienen opciones más moderadas en estas elecciones. Mientras que en Chile las elecciones se convirtieron en una lucha entre el orden, la certidumbre y la estabilidad ofrecida por Kast y los reclamos de justicia social defendidos por Boric, en Colombia hay candidatos de centro que ofrecen un punto medio entre los dos extremos.
Cabal iba a jugar el juego de los extremos, pero no ganó la nominación. La derrota de Cabal obliga a Petro a replantear su estrategia de campaña, pues se quedó sin el otro extremo. Si las coaliciones de centro y de centro-derecha logran postular un único candidato, es muy probable que de ahí salga el próximo presidente.
Por Enrique Herrera Araújo / @enriqueha
Abogado, especialista en Desarrollo Regional y magister artis en Gestión Pública, experto en tierras, agro y desarrollo rural.
Tomado de Razón Pública.