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Columnista - 8 enero, 2025

El viaje

Muchos aún no se sobreponen a la transición del paso de un año a otro; la lentitud no solo en los movimientos, sino también en nuestra forma de adaptarnos mentalmente a la reincorporación de las actividades cotidianas, ya sean domésticas o laborales, se encuentra aún enraizada dentro de nosotros.

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Muchos aún no se sobreponen a la transición del paso de un año a otro; la lentitud no solo en los movimientos, sino también en nuestra forma de adaptarnos mentalmente a la reincorporación de las actividades cotidianas, ya sean domésticas o laborales, se encuentra aún enraizada dentro de nosotros. Todavía algunos se encuentran vacacionando, disfrutando el tiempo otorgado, ya sea legal o voluntario, para supuestamente recargar nuestra mente y cuerpo y así reiniciar nuestra vida en un año que inicia.

La mente, caprichosa como siempre, exige una transición simulada de un alto y un siga en nuestro viaje de la vida, en la que a estas alturas nos disponemos a deshacer el equipaje que nos acompañó en estos últimos días. Y no me refiero a las prendas de vestir únicamente, no, me refiero a ese cargamento que llevamos de un lado a otro muchas veces y que mantenemos en nuestras singulares maletas del alma que hacen que nuestra carga sea pesada o ligera de acuerdo a lo que deseemos transportar. 

Muchos nos detuvimos en una estación sin procurar ni advertir lo que habíamos cargado antes de iniciar el viaje, el que imaginamos reconfortante, divertido y gratificante; algunos cargaron cansancio y derrotas para dejarlas, tal vez, abandonadas a su llegada, no importando cuál fuera el destino; solo queríamos vaciar los pesares que cargamos durante un año que culminaba e iniciar un viaje en un nuevo año con una maleta cargada de ilusiones y esperanzas, motivados por la fe que ciegamente nos conduciría a un futuro mucho mejor al presente, o quizás al pasado, que acabamos de dejar.

El silbato imaginario de un tren o bus, las voces incomprensibles regadas en las salas de espera de los terminales, la algarabía de los que van y vienen, cargados de objetos recibidos por aquellos que nos esperaron, inundan el propósito del viaje que iniciamos, presumiéndonos reactivados y preparados para la nueva travesía de los meses que ciegamente atravesaremos como caminos sin saber qué nos depara cada uno de ellos. 

Avanzaremos como ciegos aunque creamos que vemos, viajaremos soportando penurias y tristezas que serán como tormentas inevitables en el paisaje que recorramos, pero también encontraremos buen viento que facilite nuestro viaje y que el soplo de la vida sea el aliento que nos permita soñar con los que amamos y nos quieren.

Viajeros somos en donde estemos, cargados siempre de ilusiones y sueños que intentaremos convertirlos en realidades para procurarnos alegrías; impondremos metas como cintas imaginarias al final de un camino que nos haga sentir victoriosos al alcanzarlas; buscaremos en la soledad de algún pasaje compañeros de aventuras que ayuden a reconfortar nuestro cansancio cuando llegue, o simplemente se detengan con nosotros para permitirnos recuperar fuerzas cuando creamos desfallecer. Por eso es bueno saber qué equipaje guardaremos desde el inicio del viaje para no creer al final de éste que la carga fue pesada y no nos permitió llegar a nuestro destino. 

Recomiendo guardar en la maleta al inicio de este viaje algo que jamás debemos olvidar; recuerdos que nos haga bien aunque puedan estar cubiertos de nostalgia; ilusiones con las que nos vistamos cada día aunque la gente nos considere locos. Alguna botella en donde guardemos algunas lágrimas que nos permitan recordarnos lo frágil y humanos que somos ante la providencia de la vida; sonrisas sin empacar, siempre a la mano para incluso regalar a aquellos que las necesiten; abrazos para abrigar a otros en la inclemencia del clima que hallaremos, pues los mismos, buscarán otros brazos que recíprocamente nos consuelen y den refugio en el camino de la amistad y la reconciliación.

Una cobija que caliente nuestro frío escepticismo algunas veces cuando no creamos que seamos capaces de alcanzar nuestro destino. Píldoras de paciencia que mitiguen el insano afán de llegar sin luchar o aprovechándonos de otros para alcanzar nuestras metas. 

Somos viajeros, queridos lectores, viajeros que deseamos llegar, pero al mismo tiempo deseamos partir, pues nuestro espíritu nómada e insatisfecho siempre nos buscará caminos para andar y por eso no debemos olvidar en el viaje como elemento principal una lámpara cargada de amor y optimismo, pues sin esta, la oscuridad de cualquier camino nos conducirá al abismo de la tristeza.  

Por: Jairo Mejía.

Columnista
8 enero, 2025

El viaje

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jairo Mejía Cuello

Muchos aún no se sobreponen a la transición del paso de un año a otro; la lentitud no solo en los movimientos, sino también en nuestra forma de adaptarnos mentalmente a la reincorporación de las actividades cotidianas, ya sean domésticas o laborales, se encuentra aún enraizada dentro de nosotros.


Muchos aún no se sobreponen a la transición del paso de un año a otro; la lentitud no solo en los movimientos, sino también en nuestra forma de adaptarnos mentalmente a la reincorporación de las actividades cotidianas, ya sean domésticas o laborales, se encuentra aún enraizada dentro de nosotros. Todavía algunos se encuentran vacacionando, disfrutando el tiempo otorgado, ya sea legal o voluntario, para supuestamente recargar nuestra mente y cuerpo y así reiniciar nuestra vida en un año que inicia.

La mente, caprichosa como siempre, exige una transición simulada de un alto y un siga en nuestro viaje de la vida, en la que a estas alturas nos disponemos a deshacer el equipaje que nos acompañó en estos últimos días. Y no me refiero a las prendas de vestir únicamente, no, me refiero a ese cargamento que llevamos de un lado a otro muchas veces y que mantenemos en nuestras singulares maletas del alma que hacen que nuestra carga sea pesada o ligera de acuerdo a lo que deseemos transportar. 

Muchos nos detuvimos en una estación sin procurar ni advertir lo que habíamos cargado antes de iniciar el viaje, el que imaginamos reconfortante, divertido y gratificante; algunos cargaron cansancio y derrotas para dejarlas, tal vez, abandonadas a su llegada, no importando cuál fuera el destino; solo queríamos vaciar los pesares que cargamos durante un año que culminaba e iniciar un viaje en un nuevo año con una maleta cargada de ilusiones y esperanzas, motivados por la fe que ciegamente nos conduciría a un futuro mucho mejor al presente, o quizás al pasado, que acabamos de dejar.

El silbato imaginario de un tren o bus, las voces incomprensibles regadas en las salas de espera de los terminales, la algarabía de los que van y vienen, cargados de objetos recibidos por aquellos que nos esperaron, inundan el propósito del viaje que iniciamos, presumiéndonos reactivados y preparados para la nueva travesía de los meses que ciegamente atravesaremos como caminos sin saber qué nos depara cada uno de ellos. 

Avanzaremos como ciegos aunque creamos que vemos, viajaremos soportando penurias y tristezas que serán como tormentas inevitables en el paisaje que recorramos, pero también encontraremos buen viento que facilite nuestro viaje y que el soplo de la vida sea el aliento que nos permita soñar con los que amamos y nos quieren.

Viajeros somos en donde estemos, cargados siempre de ilusiones y sueños que intentaremos convertirlos en realidades para procurarnos alegrías; impondremos metas como cintas imaginarias al final de un camino que nos haga sentir victoriosos al alcanzarlas; buscaremos en la soledad de algún pasaje compañeros de aventuras que ayuden a reconfortar nuestro cansancio cuando llegue, o simplemente se detengan con nosotros para permitirnos recuperar fuerzas cuando creamos desfallecer. Por eso es bueno saber qué equipaje guardaremos desde el inicio del viaje para no creer al final de éste que la carga fue pesada y no nos permitió llegar a nuestro destino. 

Recomiendo guardar en la maleta al inicio de este viaje algo que jamás debemos olvidar; recuerdos que nos haga bien aunque puedan estar cubiertos de nostalgia; ilusiones con las que nos vistamos cada día aunque la gente nos considere locos. Alguna botella en donde guardemos algunas lágrimas que nos permitan recordarnos lo frágil y humanos que somos ante la providencia de la vida; sonrisas sin empacar, siempre a la mano para incluso regalar a aquellos que las necesiten; abrazos para abrigar a otros en la inclemencia del clima que hallaremos, pues los mismos, buscarán otros brazos que recíprocamente nos consuelen y den refugio en el camino de la amistad y la reconciliación.

Una cobija que caliente nuestro frío escepticismo algunas veces cuando no creamos que seamos capaces de alcanzar nuestro destino. Píldoras de paciencia que mitiguen el insano afán de llegar sin luchar o aprovechándonos de otros para alcanzar nuestras metas. 

Somos viajeros, queridos lectores, viajeros que deseamos llegar, pero al mismo tiempo deseamos partir, pues nuestro espíritu nómada e insatisfecho siempre nos buscará caminos para andar y por eso no debemos olvidar en el viaje como elemento principal una lámpara cargada de amor y optimismo, pues sin esta, la oscuridad de cualquier camino nos conducirá al abismo de la tristeza.  

Por: Jairo Mejía.