Hace pocos días en un grupo de Wasap que comparto con unos amigos y familiares, felicitaban al doctor “fulano” porque estaba cumpliendo un año más de vida.
Les cuento que escribían frases como: “doctor que cumpla mil años más, doctor”, “Dios lo bendiga apreciado doctor”, “qué pena doctor que no nos podamos reunir a festejar”, “Uy doctor me imagino que hay muchos regalos doctor”, “doctor cuando salgamos de la pandemia celebramos”, etc.
Semejante catajarria de ‘doctoritis’ me generó tanta intranquilidad que decidí retirarme del grupo, no sin antes llamar la atención del tema.
Incluso, también me había sucedido algo semejante unos quince días antes de iniciar la cuarentena del covid-19; ¡ojo!, antes de marzo, en un agasajo-parranda, con el rey Vallenato Wilber Mendoza y el rey de la canción inédita Ivo Luís Díaz.
En el mismo evento estaban varios profesionales de la medicina, abogados, contadores públicos, economistas, comunicadores sociales, docentes y varios congresistas del Cesar.
De un momento a otro, el presentador del certamen saludó “al doctor fulano, al doctor perencejo, al doctor que estaba al frente, al doctor que bebía wiski, al doctor y gerente de la empresa tal, al señor doctor aquel y al doctor que alzaba la mano y al comunicador social fulano de tal”.
También lanzó un caluroso saludo “al comunicador social y periodista Aquilino Cotes Zuleta y a los distinguidos doctores fulanos de tal, quienes están en la mesa con el periodista Aquilino”, dijo el locutor. Era cierto, yo compartía la mesa con varios abogados, entre ellos, Hilario Añez, y también con contadores públicos como mi pariente Joaco Márquez y también estaba el gastroenterólogo Disnaldo Perpiñán, entre otros personajes de la vida pública.
Recuerdo ese episodio como ahora mismo. A los minutos llegué donde estaba el presentador (es mi amigo) del evento y le aconsejé que en un escenario tan grande era mejor mencionar los nombres de las personas, incluso citar sus cargos, para saludarlos, a fin de evitar imprecisiones. Es decir, que un abogado, un contador, un administrador de empresas, comunicador social, etc., no son doctores, no tienen esa condición.
Doctor (PhD) es una persona que ha conseguido el último grado académico en la universidad (Postgrado), después de haber defendido una tesis doctoral; es decir, que haya cursado un doctorado en una universidad. Le aclaré que también lo es un médico, un gastroenterólogo, un odontólogo y profesionales afines con la medicina.
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, “doctor es la persona que ha recibido el último, y preeminente, grado académico que confiere una universidad u otro establecimiento autorizado para ello”. “Esto excluye a los médicos, que son doctores, aunque no hayan obtenido doctorado alguno”.
Es decir, que en ese magno evento éramos pocos los doctores. Recuerdo que los únicos doctores éramos Joaco Márquez quien hizo un doctorado en ciencias gerenciales, Robert Romero y yo que hicimos doctorado en ciencia política y los profesionales de la medicina Disnaldo Perpiñán, Hernando Osorio y mi sobrino internista y nefrólogo Luis Andrés Cotes, por la excepción -que ya mencioné- que hace la Real Academia.
Lo que debemos evitar de ahora en adelante es ese doctorismo que hasta nos saca de las casillas y prescindir esas frases como: “doctor me permite, doctor un segundo. Vea señor doctor usted se queda o se va doctor” y decirle a todo mundo doctor como al congresista o alguien elegido por votos que ni terminó el bachillerato, como aquel nefasto senador de Colombia. (Hasta la próxima semana.












