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El Toto Ochoa, un nazareno bondadoso

Toto fue un ser humano bondadoso, bendecido de la gracia de Dios y radiante de simpatía.

Columnistas José Atuesta Mindiola.

Columnistas José Atuesta Mindiola.

Por: José

@el_pilon

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El pueblo de Valencia se conoce por su Semana Santa, que se celebra desde 1760, y la Hermandad de Nazareno es la encargada de la custodia de esta tradición. Valencia es también la cuna de Calixto Ochoa Campo (1934-2015), uno de los grandes compositores de la música popular del Caribe colombiano.

Calixto, en edad juvenil, descubre su talento para tocar acordeón, gracias a la enseñanza de sus hermanos Rafael y Juan. Desde entonces, el apellido Ochoa hace parte de la memoria cultural de Valencia. Este 17 de junio, la iglesia y la plaza principal estaban repletas de nativos valencianos, de habitantes de pueblos vecinos y de Valledupar, que llegaron a despedir a Juan Bautista Ochoa Molina, distinguido miembro de esta querida familia.

Juan Bautista Ochoa Molina (05/05/1955-16/06/2025) era hijo de Juan Ochoa Campo y Eleodora Molina González. Su padre lo pechichaba con el sonoro arrullo de toto-toto, y por eso desde entonces su familia y paisanos siempre lo llamaron Toto. Su madre, piadosa en la fe cristiana, a temprana edad lo vincula a la Hermandad de Nazareno. Esta iniciación fue el sendero espiritual que proyectó su virtud de servicio y solidaridad.

Su vida laboral la inicia en la conducción de camiones y buses de su padre. Años después, fundó la empresa «Transportes Unipueblos». El Toto era un hijo obediente a sus padres, un amigo leal, un padre amoroso, un hombre apegado a su hogar y un trabajador honrado. También fue amante de la música de su tío Calixto, y desde hace tiempo venía trabajando en el proyecto de convertir la casa de su abuelo César Salomón Ochoa en el «Museo de Calixto Ochoa». Con frecuencia se reunían en familia y cuando su sobrino Juan Esteban tocaba el acordeón le gustaba cantar ‘La escuela del poder’: “…No me quejo del destino, a mí siempre me ha ido bien/ Porque Dios anda conmigo, yo también ando con él”.

Toto fue un ser humano bondadoso, bendecido de la gracia de Dios y radiante de simpatía. Una inmensa multitud de paisanos y amistades acompañaron su despedida terrenal y le expresaron fraternales condolencias a las familias Ochoa Matute y Ochoa Zequeira, a sus siete hijos y nietos.

Su hija Sandy, médica anestesióloga, dice: “Mi papá fue una persona de virtudes infinitas, pero lo que más resalto fue su nobleza, su alegría, su sencillez y su jocosidad; de todo sacaba un chiste y hacía reír. Lo recuerdo como una persona soñadora y conforme con lo que el Nazareno le daba, jamás lo vi ni le escuché deseando lo que otro tenía. Con lo que tenía se sentía feliz y agradecido; solía aconsejarme: “Hija, hay que compartir con la gente, mira todo lo que el Nazareno nos ha dado”.

Y Justino, médico intensivista: “Hablando de virtudes, mi papá, era un mar de cualidades y más que atributos, eran dones que Dios le dio. Revisando redes sociales y observando el destello impresionante de personas que, con lágrimas y oraciones, acompañaron su sepelio, me siento aún más orgulloso de ser su hijo”.

Por José Atuesta Mindiola

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