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El taburete

Por Julio Oñate Martínez La voz castellana taburete es una adaptación del francés tabouret  (léase taburet)  cuyo sentido moderno apareció a principios del siglo XVI, generalmente asociado a un asiento redondo, sin brazos ni respaldo para una persona,  sin embargo el término en nuestra costa norte fue simplificado volviéndose proverbial la palabra taurete. Originalmente, fue […]

El taburete

El taburete

Por: Julio C.

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Por Julio Oñate Martínez

La voz castellana taburete es una adaptación del francés tabouret  (léase taburet)  cuyo sentido moderno apareció a principios del siglo XVI, generalmente asociado a un asiento redondo, sin brazos ni respaldo para una persona,  sin embargo el término en nuestra costa norte fue simplificado volviéndose proverbial la palabra taurete.
Originalmente, fue el taurete el más humilde de los asientos conocidos, el más incómodo y probablemente uno de los primeros que se usaron como una banqueta y que pudo tener tres o cuatro patas.
La forma de los taburetes así como su construcción ha variado según los tiempos y civilizaciones y hoy lo encontramos diseminado por todo el mundo, aún en las culturas más apartadas entre sí. De la civilización egipcia se guardan numerosos tauretes en los museos principalmente en el Británico y en el de El Cairo. De estos el ejemplar más antiguo que se conoce es tal vez el descubierto por el Conde de Carnavón en la tumba de Tutankamón el cual a pesar de su indiscutible y remota antigüedad, parece por su arte y forma un mueble de nuestros días. Mucho antes de haber llegado el taburete a la forma que hoy conocemos y que tan profundamente arraigado está en nuestra cultura doméstica, este tuvo que pasar por incontables modificaciones en esa tendencia de carpinteros y ebanistas en sus intentos por procurarle confort y elegancia a los muebles que ellos fabrican.
No obstante ser el taburete un mueble rústico ha sido merecedor de nuestros más caros afectos y añoranzas con ese modelo más que centenario cuya armazón es toda de madera, de forma cuadrangular con asiento y respaldo cubierto de una piel de animal bovino aunque en algunos pocos casos se utilizó también piel de caprino.
Su presencia en Cuba, República Dominicana y el Caribe colombiano es evidentemente de origen hispánico y lo encontramos en el mobiliario doméstico desde épocas tempranas, traído del viejo mundo hasta que se hizo habitual su construcción y uso en nuestro territorio.
En lo que concierne a nuestra provincia, no hay un solo pueblo donde numerosos carpinteros, ebanistas y talabarteros se han destacado en su fabricación con calidad y fino corte que aún con el peso de muchísimos años encima siguen tan orondos desafiando las fugaces sillas de plástico que han llegado a desterrarlos de ciertos entornos sociales.
Tradicionalmente las maderas empleadas en su confección son el cedro y la tolua  aunque aquí en Valledupar se usó también el iguau amarillo. En la ciudad de los Santos Reyes fue el señor Casto Socarrás el más célebre fabricante de tauretes y  ataúdes. La curtiembre de las pieles era realizaba por Don Tino González también fabricante de fino calzado.
El señor Toño Guerra allá en El Totumo (Guajira) era más avanzado en este arte, ya que además de fabricar excelentes asientos también realizaba la curtiembre de sus propias pieles aprovechando al igual que otros artesanos el árbol del Dividivi presente en las zonas semiáridas de toda la provincia. El señor Guerra se trasladó a San Juan del Cesar y desde allí siguió despachando tauretes para los cálidos solares de La Guajira.
En Villanueva de mis amores el prestigioso ebanista Hermagoras Baquero sólo los fabricaba por encargo utilizando exclusivamente el cedro, siendo secundado en el trabajo de las pieles por su paisano José Vicente Garcerán. Hermagoras fue genial en este arte y no existe una sola casa de familia tradicional villanuevera donde no encontremos taburetes o muebles tallados por él, burlándose de tantos y tantos calendarios que han visto pasar.
En La Paz, la tierra almojabanera, el señor Tino Carrillo fabricó muchísimos y buenos tauretes, pero sus paisanos en los últimos años han preferido los que en San Diego manufacturan los hermanos José Trinidad y Davis Montesino, los más afamados de toda la comarca, al igual que los ofrecidos por ‘El Chijo’ López Baquero, de gran demanda en el país vallenato. Asegura Carlos Lleras Araujo que en la época de la bonanza marimbera por lo menos 2000 asientos fueron despachados desde San Diego hacia La Guajira. Este pueblo mantiene viva su tradición y ya nonagenarios sus artesanos los siguen fabricando.
Según información de Don Pepe Castro, hacía 1930 el costo de un taurete era sólo de un peso y hoy vale $60.000, el triple del valor de una silla rimax, la encargada de reemplazarlos en ciertos círculos sociales, pero desaparecerán varias generaciones de este plástico desechable ante la altivez de el armazón de madera y el cuero de res que impasiblemente seguirán viendo pasar los años apresuradamente.
Mi primo hermano José Aponte Martínez me afirma que en el club gallístico de Valledupar, hay desde hace 40 años 160 taburetes oyendo el cuento y puntualiza: ‘ahí no hay rimax que se pare’.

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