Publicidad
Categorías
Categorías
Opinión - 9 junio, 2025

El Silvestrismo celebró con toda

Dicen los medios que durante cuatro días Valledupar se paralizó con el festival silvestrista. Por supuesto, hay mucho de retórica en la expresión. Pero igual es cierto que durante tres noches consecutivas su fanaticada llenó las gradas del Parque de la Leyenda Vallenata, lo que puede involucrar fácilmente más de ciento cincuenta mil personas, contando […]

El público disfrutó de una de las duplas más populares del género vallenato. / Foto: Instagram Silvestre Dangond.
El público disfrutó de una de las duplas más populares del género vallenato. / Foto: Instagram Silvestre Dangond.
Boton Wpp

Dicen los medios que durante cuatro días Valledupar se paralizó con el festival silvestrista. Por supuesto, hay mucho de retórica en la expresión. Pero igual es cierto que durante tres noches consecutivas su fanaticada llenó las gradas del Parque de la Leyenda Vallenata, lo que puede involucrar fácilmente más de ciento cincuenta mil personas, contando el personal de apoyo y ventas ambulantes. Y que su caravana por las calles de la ciudad ciertamente generó un caos vehicular y peatonal impresionante, al cual parecen estar acostumbrados los locales.

Esta vez el gancho era el regreso de uno de los acordeoneros con quien Dangond parece que se siente más a gusto, a pesar del regaño en pleno vuelo: Juancho de la Espriella. Hace dos años, con Ta Malo, se celebraba su retorno a las tarimas después de varios meses de reposo.  Y de seguro ya los productores tienen previstos los posteriores reencuentros del urumitero con su público, que sigue siendo el exponente más versátil y popular de la llamada nueva generación del vallenato.

No en balde Silvestre fue el primero de los nuevos exponentes de la música colombiana en tener su propia marea: la roja.  Y quizás un éxito similar sólo lo posea el rosa de Karol G.  Hoy en día a esta tendencia se le denomina dress code, e implica que el o la cantante de moda indica a sus seguidores cómo quiere verlos desde el escenario, como si se tratara de un matrimonio o un quinceañero. Aun cuando, como todo estilo pasajero, algunos códigos varían con los humores del ídolo de turno, como acontece con Beyoncé o Taylor Swift. 

Y es que los conciertos han trascendido la esfera de lo personal y se han convertido en enormes empresas que combinan esfuerzos privados y públicos. Con ellos se mueven desde la hotelería y los restaurantes hasta los comerciantes informales de camisetas y manillas. Se dice que los recientes espectáculos de Karol G en Medellín produjeron más de 45 mil millones, y los de Shakira en Bogotá 136 mil millones. El diario El Tiempo proyectaba que los de Silvestre alcanzarían los 62 mil millones, pero no he visto cifras consolidadas al respecto. Con esa inyección financiera, no es de extrañar que hoy los mandatarios vendan sus ciudades como el paraíso propicio para ellos.

Tampoco es cuantificable por ahora la extensión de minutos de video que la fanaticada toma y comparte en cada evento. Porque ese es uno de los grandes rasgos del actual formato: apenas el personaje sale a tarima, el respetable público prende al unísono sus celulares, así estén casi a un kilómetro de distancia. El otro rasgo que me llama poderosamente la atención es que ahora no se va a escuchar, sino a cantar en coro con el autor.  

No importa si es un lanzamiento, como se promocionaba ‘El último baile’. Porque aún en este caso las emisoras y plataformas ya han chiviado todos los estrenos, los seguidores se los han aprendido con la antelación debida para mostrar su lealtad, y estos ocupan al menos los primeros cinco lugares de las listas que patrocina la radio. Así, cuando el artista proclame que es la primerísima vez que canta esa tonada, se podrá mostrar sorprendido de que ya todos y todas la entonen con él.

Por eso, si no va a estrenar móvil de última generación con 4K ni se sabe las recientes tonadas, mejor quédese en casa. Estará más cómodo viendo el espectáculo por YouTube días después, sin tener que pedirle a la joven de la fila de atrás que por favor le merme a los gritos para apreciar la voz del intérprete, o al de adelante que baje la mano que no le deja ver la tarima, que fue a lo que usted vino. 

Una reciente columna de Jesús Daza Castro en EL PILÓN anuncia los que a su juicio son retos importantes para los líderes de Valledupar si quieren convertirla en ciudad de grandes eventos. Y menciona cómo Barranquilla o Santa Marta han logrado recientemente consolidar un sello propio que atrae a propios y extraños. 

Coincido en que una visión de largo aliento de este tipo requiere concebir la cultura y el urbanismo de la mano, más allá de espectáculos coyunturales. Con esto no quiero desanimar a los churistas o peteristas a que alguna vez tengan un festival de la talla del que acabamos de ver. Más bien invitar a pensar a alcaldía, gestores, comunicadores y emprendedores en un proyecto cultural de mayor envergadura.

Valledupar es una ciudad que ha superado varios de los obstáculos que ordinariamente se presentan para ello: construyó una infraestructura adecuada para grandes conciertos, aun cuando se la pasa desocupada la mayor parte del año. Esta guarda estrecha cercanía con lugares turísticos, hoy en día necesarios para entretener a los visitantes antes y después de los espectáculos, como el malecón del Guatapurí o la próxima Casa en el Aire. Un proyecto de esta envergadura, además, tiene el reto de formar audiencias, con lo que pueden promocionarse otros géneros musicales que igual circulan por la ciudad. Y, quién sabe, quizás con el tiempo público de todo el Caribe venga a disfrutar allí un concierto de nuestra Filarmónica.

Camilo Borrero García

Vicerrector de Sede

Universidad Nacional de Colombia

Opinión
9 junio, 2025

El Silvestrismo celebró con toda

Dicen los medios que durante cuatro días Valledupar se paralizó con el festival silvestrista. Por supuesto, hay mucho de retórica en la expresión. Pero igual es cierto que durante tres noches consecutivas su fanaticada llenó las gradas del Parque de la Leyenda Vallenata, lo que puede involucrar fácilmente más de ciento cincuenta mil personas, contando […]


El público disfrutó de una de las duplas más populares del género vallenato. / Foto: Instagram Silvestre Dangond.
El público disfrutó de una de las duplas más populares del género vallenato. / Foto: Instagram Silvestre Dangond.
Boton Wpp

Dicen los medios que durante cuatro días Valledupar se paralizó con el festival silvestrista. Por supuesto, hay mucho de retórica en la expresión. Pero igual es cierto que durante tres noches consecutivas su fanaticada llenó las gradas del Parque de la Leyenda Vallenata, lo que puede involucrar fácilmente más de ciento cincuenta mil personas, contando el personal de apoyo y ventas ambulantes. Y que su caravana por las calles de la ciudad ciertamente generó un caos vehicular y peatonal impresionante, al cual parecen estar acostumbrados los locales.

Esta vez el gancho era el regreso de uno de los acordeoneros con quien Dangond parece que se siente más a gusto, a pesar del regaño en pleno vuelo: Juancho de la Espriella. Hace dos años, con Ta Malo, se celebraba su retorno a las tarimas después de varios meses de reposo.  Y de seguro ya los productores tienen previstos los posteriores reencuentros del urumitero con su público, que sigue siendo el exponente más versátil y popular de la llamada nueva generación del vallenato.

No en balde Silvestre fue el primero de los nuevos exponentes de la música colombiana en tener su propia marea: la roja.  Y quizás un éxito similar sólo lo posea el rosa de Karol G.  Hoy en día a esta tendencia se le denomina dress code, e implica que el o la cantante de moda indica a sus seguidores cómo quiere verlos desde el escenario, como si se tratara de un matrimonio o un quinceañero. Aun cuando, como todo estilo pasajero, algunos códigos varían con los humores del ídolo de turno, como acontece con Beyoncé o Taylor Swift. 

Y es que los conciertos han trascendido la esfera de lo personal y se han convertido en enormes empresas que combinan esfuerzos privados y públicos. Con ellos se mueven desde la hotelería y los restaurantes hasta los comerciantes informales de camisetas y manillas. Se dice que los recientes espectáculos de Karol G en Medellín produjeron más de 45 mil millones, y los de Shakira en Bogotá 136 mil millones. El diario El Tiempo proyectaba que los de Silvestre alcanzarían los 62 mil millones, pero no he visto cifras consolidadas al respecto. Con esa inyección financiera, no es de extrañar que hoy los mandatarios vendan sus ciudades como el paraíso propicio para ellos.

Tampoco es cuantificable por ahora la extensión de minutos de video que la fanaticada toma y comparte en cada evento. Porque ese es uno de los grandes rasgos del actual formato: apenas el personaje sale a tarima, el respetable público prende al unísono sus celulares, así estén casi a un kilómetro de distancia. El otro rasgo que me llama poderosamente la atención es que ahora no se va a escuchar, sino a cantar en coro con el autor.  

No importa si es un lanzamiento, como se promocionaba ‘El último baile’. Porque aún en este caso las emisoras y plataformas ya han chiviado todos los estrenos, los seguidores se los han aprendido con la antelación debida para mostrar su lealtad, y estos ocupan al menos los primeros cinco lugares de las listas que patrocina la radio. Así, cuando el artista proclame que es la primerísima vez que canta esa tonada, se podrá mostrar sorprendido de que ya todos y todas la entonen con él.

Por eso, si no va a estrenar móvil de última generación con 4K ni se sabe las recientes tonadas, mejor quédese en casa. Estará más cómodo viendo el espectáculo por YouTube días después, sin tener que pedirle a la joven de la fila de atrás que por favor le merme a los gritos para apreciar la voz del intérprete, o al de adelante que baje la mano que no le deja ver la tarima, que fue a lo que usted vino. 

Una reciente columna de Jesús Daza Castro en EL PILÓN anuncia los que a su juicio son retos importantes para los líderes de Valledupar si quieren convertirla en ciudad de grandes eventos. Y menciona cómo Barranquilla o Santa Marta han logrado recientemente consolidar un sello propio que atrae a propios y extraños. 

Coincido en que una visión de largo aliento de este tipo requiere concebir la cultura y el urbanismo de la mano, más allá de espectáculos coyunturales. Con esto no quiero desanimar a los churistas o peteristas a que alguna vez tengan un festival de la talla del que acabamos de ver. Más bien invitar a pensar a alcaldía, gestores, comunicadores y emprendedores en un proyecto cultural de mayor envergadura.

Valledupar es una ciudad que ha superado varios de los obstáculos que ordinariamente se presentan para ello: construyó una infraestructura adecuada para grandes conciertos, aun cuando se la pasa desocupada la mayor parte del año. Esta guarda estrecha cercanía con lugares turísticos, hoy en día necesarios para entretener a los visitantes antes y después de los espectáculos, como el malecón del Guatapurí o la próxima Casa en el Aire. Un proyecto de esta envergadura, además, tiene el reto de formar audiencias, con lo que pueden promocionarse otros géneros musicales que igual circulan por la ciudad. Y, quién sabe, quizás con el tiempo público de todo el Caribe venga a disfrutar allí un concierto de nuestra Filarmónica.

Camilo Borrero García

Vicerrector de Sede

Universidad Nacional de Colombia