Después del Domingo de Ramos, al inicio de la Semana Mayor, los vallenatos nos aprestamos a recibir la comunión en la misa del Santo Ecce Homo, el patrono del Valle. El lunes la romería es intensa, unos madrugan, desde las dos o tres de la mañana se disponen al encuentro con nuestro patrono: “He aquí al hombre”.
Después del Domingo de Ramos, al inicio de la Semana Mayor, los vallenatos nos aprestamos a recibir la comunión en la misa del Santo Ecce Homo, el patrono del Valle. El lunes la romería es intensa, unos madrugan, desde las dos o tres de la mañana se disponen al encuentro con nuestro patrono: “He aquí al hombre”.
Cada hora, un grupo de feligreses, diferentes, abren su corazón y elevan peticiones para recibir favores, pedidos con ferviente devoción. Durante las diferentes misas, cada devoto se pasea frente a la imagen del Santo Patrono, le deja su ofrenda, pasa su mano por los pies, hacen bendecir el agua y toman el sudor de la imagen del Cristo con un algodón que después utilizan para sanación y pasan por las partes del cuerpo que presenten alguna molestia. Todo un proceso litúrgico de pasión y fe.
Y se esperan las lluvias del Lunes Santo, siempre llueve, dicen los fieles, y la procesión en la que millares de devotos sacan en hombros la imagen venerada para que recorra las vías del pueblo, las calles que circundan la plaza Alfonso López.
Se toman como una petición especial, en algunos casos, para que las cosechas vayan bien en el campo; por la tranquilidad de las familias; por la seguridad del pueblo; por la paz del mundo, de Colombia y de Valledupar; por la salud de los enfermos.
En fin, cada petición individual motiva para ponerle el hombro al trono, o paso procesional. Esto es casi una medición de fuerzas, pues todos quieren cargar al Santo Ecce Homo.
Las sagradas escrituras nos contextualizan sobre el Ecce Homo: “Después de haber sido azotado, Cristo es presentado por Pilato a la multitud mediante la frase “He aquí al hombre”. Esta expresión se conservó en latín como Ecce Homo, a manera de recordatorio de la verdadera condición humana y divina del hijo de Dios”.
Cuenta la historia que al recién construido convento Santo Domingo de Valledupar, de los padres dominicos; en una tarde crepuscular, llegó un hombre de andrajosa vestimenta, a pedir de favor le dejasen pernotar en ese maravilloso claustro, pidió al conserje se le permitiera pasar la noche allí.
El cancerbero le dio paso y el pordiosero cruzó su quicio y cerró la puerta tras de sí.
Al día siguiente quisieron ver al hombre, pero extrañamente este había desaparecido, y en su lugar encontraron una imagen, una efigie de color oscura, estatura media normal, de pelos engajados de barba, de buen porte y poca vestimenta; amarrado de cuello y manos sujetado a un madero y en los pies una frase escrita: “Ecce Homo”.
El pueblo se conmovió ante la andanada de campanas, al llamado del Prior y ante majestuoso hecho, el pueblo respondió y se congregaron alrededor de la figura, además de rezar, para conocer qué significaba esa frase escrita en latín.
A partir de allí, cada lunes, se le reza de manera ferviente al Santo Ecce Homo, como nuestro santo patrón.
El Domingo de Ramos se presentó ante el pueblo vallenato una figura hidalga que divisa a su comuna desde lo alto; y él, nuestro patrono, con una sacra visión también determina: “He ahí a mi pueblo, Valledupar”.
Tenemos nuevo sitio de peregrinación, un sitio para rezar, para hacer ejercicio espiritual, y pedirle al Ecce Homo por nuestro amado pueblo. Sólo Eso.
Por: Eduardo Santos Ortega Vergara.
Después del Domingo de Ramos, al inicio de la Semana Mayor, los vallenatos nos aprestamos a recibir la comunión en la misa del Santo Ecce Homo, el patrono del Valle. El lunes la romería es intensa, unos madrugan, desde las dos o tres de la mañana se disponen al encuentro con nuestro patrono: “He aquí al hombre”.
Después del Domingo de Ramos, al inicio de la Semana Mayor, los vallenatos nos aprestamos a recibir la comunión en la misa del Santo Ecce Homo, el patrono del Valle. El lunes la romería es intensa, unos madrugan, desde las dos o tres de la mañana se disponen al encuentro con nuestro patrono: “He aquí al hombre”.
Cada hora, un grupo de feligreses, diferentes, abren su corazón y elevan peticiones para recibir favores, pedidos con ferviente devoción. Durante las diferentes misas, cada devoto se pasea frente a la imagen del Santo Patrono, le deja su ofrenda, pasa su mano por los pies, hacen bendecir el agua y toman el sudor de la imagen del Cristo con un algodón que después utilizan para sanación y pasan por las partes del cuerpo que presenten alguna molestia. Todo un proceso litúrgico de pasión y fe.
Y se esperan las lluvias del Lunes Santo, siempre llueve, dicen los fieles, y la procesión en la que millares de devotos sacan en hombros la imagen venerada para que recorra las vías del pueblo, las calles que circundan la plaza Alfonso López.
Se toman como una petición especial, en algunos casos, para que las cosechas vayan bien en el campo; por la tranquilidad de las familias; por la seguridad del pueblo; por la paz del mundo, de Colombia y de Valledupar; por la salud de los enfermos.
En fin, cada petición individual motiva para ponerle el hombro al trono, o paso procesional. Esto es casi una medición de fuerzas, pues todos quieren cargar al Santo Ecce Homo.
Las sagradas escrituras nos contextualizan sobre el Ecce Homo: “Después de haber sido azotado, Cristo es presentado por Pilato a la multitud mediante la frase “He aquí al hombre”. Esta expresión se conservó en latín como Ecce Homo, a manera de recordatorio de la verdadera condición humana y divina del hijo de Dios”.
Cuenta la historia que al recién construido convento Santo Domingo de Valledupar, de los padres dominicos; en una tarde crepuscular, llegó un hombre de andrajosa vestimenta, a pedir de favor le dejasen pernotar en ese maravilloso claustro, pidió al conserje se le permitiera pasar la noche allí.
El cancerbero le dio paso y el pordiosero cruzó su quicio y cerró la puerta tras de sí.
Al día siguiente quisieron ver al hombre, pero extrañamente este había desaparecido, y en su lugar encontraron una imagen, una efigie de color oscura, estatura media normal, de pelos engajados de barba, de buen porte y poca vestimenta; amarrado de cuello y manos sujetado a un madero y en los pies una frase escrita: “Ecce Homo”.
El pueblo se conmovió ante la andanada de campanas, al llamado del Prior y ante majestuoso hecho, el pueblo respondió y se congregaron alrededor de la figura, además de rezar, para conocer qué significaba esa frase escrita en latín.
A partir de allí, cada lunes, se le reza de manera ferviente al Santo Ecce Homo, como nuestro santo patrón.
El Domingo de Ramos se presentó ante el pueblo vallenato una figura hidalga que divisa a su comuna desde lo alto; y él, nuestro patrono, con una sacra visión también determina: “He ahí a mi pueblo, Valledupar”.
Tenemos nuevo sitio de peregrinación, un sitio para rezar, para hacer ejercicio espiritual, y pedirle al Ecce Homo por nuestro amado pueblo. Sólo Eso.
Por: Eduardo Santos Ortega Vergara.