Excusas por parte de los ministros no faltarán: poco tiempo de haber sido nombrados, la entrada en vigor de la ley de garantías, etc. El presidente reaccionó fue después de que su gabinete fuera rajado en el Congreso, lo cual deja dos conclusiones importantes.
La semana anterior el presidente Petro hizo un fuerte e inusual llamado de atención a todos sus ministros por el nivel de ejecución del presupuesto asignado a sus respectivas carteras, lo cual se originó en la evaluación que el Congreso de la República les había hecho a estos funcionarios pocos días antes, evidenciando el bajísimo nivel ejecutado hasta la fecha, indicador que en algunos casos no llegaba al 10%, después de transcurridos más de siete de la presente vigencia.
Excusas por parte de los ministros no faltarán: poco tiempo de haber sido nombrados, la entrada en vigor de la ley de garantías, etc. El presidente reaccionó fue después de que su gabinete fuera rajado en el Congreso, lo cual deja dos conclusiones importantes.
La primera es que la mayoría de los ministros no tienen el perfil idóneo para estar al frente de sus carteras. El principal requisito para la escogencia de los ministros es la identificación irrestricta con la doctrina política del presidente, con sus programas y reformas, en detrimento de los perfiles profesionales y la experiencia. La mayoría de los ministros se rajaron y eso dice mucho.
El segundo aspecto y quizás el más preocupante tiene que ver con el estilo de dirección del presidente de la República. Basta hacer un seguimiento de lo que ha hecho en el transcurso del año para percibir qué aspectos esenciales de la administración como la planeación, dirección y retroalimentación brillan por su ausencia.
No se observa una agenda organizada, un seguimiento permanente a las metas que se desean alcanzar, como tampoco hay una implementación de estrategias para que todo funcione armónicamente.
Una vez removió parte de su gabinete hace un par de meses, Petro advirtió a sus ministros que quien no apoyara irrestrictamente su programa de gobierno y sus reformas, sería despedido inmediatamente. Esta semana dio un plazo perentorio a los ministros y altos funcionarios para alcanzar las metas propuestas, so pena de despido inmediato. A la luz de la administración moderna este ultimátum es más bien una evidencia de su falta de talento para administrar.
Hubiera sido más provechoso realizar consejos de ministros periódicamente, socializar las metas de cada cartera, hacer seguimiento a las metas trazadas, delinear estrategias para cumplir con las promesas de campaña. Quien tiene el deber de conocer el desempeño de estos indicadores desde el inicio del año es el Presidente de la República, pero solo hasta el mes de agosto se da por enterado. Indudablemente muchas cosas se hubieran podido corregir desde los primeros meses del año si el asunto se hubiera abordado oportuna y adecuadamente.
Cuando los gobernantes optan por intentar solucionar sus problemas a través de anuncios grandilocuentes, órdenes perentorias o decretos milagrosos, solo muestran su incapacidad para dirigir eficazmente. De Chávez, cuando era presidente, recuerdo sus rimbombantes anuncios, sus ideas cantinflescas, sus llamados a ministros y fuerzas armadas para que no se corrompieran, pero en realidad el país iba cuesta abajo por el precipicio de la ruina, la corrupción, la inseguridad, la hiperinflación, etc. Jamás pudo detenerlo.
Lo bueno de este anuncio es que Petro reconoce el problema, lo malo es que se equivoca con el ultimátum dado a ministros y altos funcionarios. Los cambios de ministros y altos funcionarios conllevan exactamente a lo contrario de lo que el presidente espera. La primera responsabilidad recae sobre la cabeza, es decir, sobre el presidente.
Por Azarael Carrillo Ríos.
Excusas por parte de los ministros no faltarán: poco tiempo de haber sido nombrados, la entrada en vigor de la ley de garantías, etc. El presidente reaccionó fue después de que su gabinete fuera rajado en el Congreso, lo cual deja dos conclusiones importantes.
La semana anterior el presidente Petro hizo un fuerte e inusual llamado de atención a todos sus ministros por el nivel de ejecución del presupuesto asignado a sus respectivas carteras, lo cual se originó en la evaluación que el Congreso de la República les había hecho a estos funcionarios pocos días antes, evidenciando el bajísimo nivel ejecutado hasta la fecha, indicador que en algunos casos no llegaba al 10%, después de transcurridos más de siete de la presente vigencia.
Excusas por parte de los ministros no faltarán: poco tiempo de haber sido nombrados, la entrada en vigor de la ley de garantías, etc. El presidente reaccionó fue después de que su gabinete fuera rajado en el Congreso, lo cual deja dos conclusiones importantes.
La primera es que la mayoría de los ministros no tienen el perfil idóneo para estar al frente de sus carteras. El principal requisito para la escogencia de los ministros es la identificación irrestricta con la doctrina política del presidente, con sus programas y reformas, en detrimento de los perfiles profesionales y la experiencia. La mayoría de los ministros se rajaron y eso dice mucho.
El segundo aspecto y quizás el más preocupante tiene que ver con el estilo de dirección del presidente de la República. Basta hacer un seguimiento de lo que ha hecho en el transcurso del año para percibir qué aspectos esenciales de la administración como la planeación, dirección y retroalimentación brillan por su ausencia.
No se observa una agenda organizada, un seguimiento permanente a las metas que se desean alcanzar, como tampoco hay una implementación de estrategias para que todo funcione armónicamente.
Una vez removió parte de su gabinete hace un par de meses, Petro advirtió a sus ministros que quien no apoyara irrestrictamente su programa de gobierno y sus reformas, sería despedido inmediatamente. Esta semana dio un plazo perentorio a los ministros y altos funcionarios para alcanzar las metas propuestas, so pena de despido inmediato. A la luz de la administración moderna este ultimátum es más bien una evidencia de su falta de talento para administrar.
Hubiera sido más provechoso realizar consejos de ministros periódicamente, socializar las metas de cada cartera, hacer seguimiento a las metas trazadas, delinear estrategias para cumplir con las promesas de campaña. Quien tiene el deber de conocer el desempeño de estos indicadores desde el inicio del año es el Presidente de la República, pero solo hasta el mes de agosto se da por enterado. Indudablemente muchas cosas se hubieran podido corregir desde los primeros meses del año si el asunto se hubiera abordado oportuna y adecuadamente.
Cuando los gobernantes optan por intentar solucionar sus problemas a través de anuncios grandilocuentes, órdenes perentorias o decretos milagrosos, solo muestran su incapacidad para dirigir eficazmente. De Chávez, cuando era presidente, recuerdo sus rimbombantes anuncios, sus ideas cantinflescas, sus llamados a ministros y fuerzas armadas para que no se corrompieran, pero en realidad el país iba cuesta abajo por el precipicio de la ruina, la corrupción, la inseguridad, la hiperinflación, etc. Jamás pudo detenerlo.
Lo bueno de este anuncio es que Petro reconoce el problema, lo malo es que se equivoca con el ultimátum dado a ministros y altos funcionarios. Los cambios de ministros y altos funcionarios conllevan exactamente a lo contrario de lo que el presidente espera. La primera responsabilidad recae sobre la cabeza, es decir, sobre el presidente.
Por Azarael Carrillo Ríos.