Varias historias de personas que han crecido en esta región dan una visión sobre la llamativa experiencia de vivir un siglo de vida.
Por: Daniela Rincones Julio / EL PILÓN
[email protected]
De una forma accidental, Paulina Maestre nació en Distracción, en lo que hoy es La Guajira, un ocho de septiembre de 1918. Esto sucedió porque aunque para entonces su madre Nicolasa Daza vivía en Manaure en compañía de su esposo Luis Tiberio Maestre, donde tenían una finca de café, luego de que este último sufriera una neumonía tras un viaje realizado a la zona de Guacoche y posteriormente a Villanueva para conseguir unas vacas lecheras que le había encargado el padre de Maestre, la mamá se desplazó hasta Distracción.
“Le cayó un aguacero en el camino, llegó a Villanueva y durmió con la ropa mojada. Estuvo grave en la casa del general (donde buscaba el ganado) y vino la familia de Nicolasa por él, ella que estaba esperando a Paulina en ese momento se traslada a Distracción a atender a su marido y en ese lapso nace mi mamá”, recuerda Augusto Socarrás Maestre, quien además agrega que Luis Tiberio, quien sería su bisabuelo, falleció pocos meses después dejando a su madre de aproximadamente cinco meses de edad.
Hoy, cuando Paulina ya tiene 100 años, que cumplió en el 2018, es precisamente Augusto quien se encarga de acompañarla en el que ha sido prácticamente su hogar durante toda su vida, puesto que llegó allí en compañía de su madre Nicolasa cuando tenía tan solo tres años de edad en el año 1922. Esto se dio cuando su mamá decidió salir de Manaure con dos posibilidades: Villanueva y Valledupar, precisamente esta última ciudad fue la opción elegida y aquí, tras algunos impases con una vivienda en la que pensaban vivir inicialmente, su abuelo decidió comprarle a la madre (Nicolasa) una casa, que es justamente donde permanece Paulina.
De hecho, en esta casa crecieron varios miembros de su familia puesto que su mamá siempre abrió sus brazos y las puertas de su hogar para sus sobrinos. “Hubo un entorno de familia bastante grande a pesar de ser hija única”, enfatiza Augusto.
Dado el esfuerzo de su madre, que trabajó en el comercio y supo administrar el patrimonio que le legó su padre, Paulina tuvo la oportunidad en aquella época de trasladarse a Barranquilla donde curso cinco años en el Colegio Americano, institución de la cual en la actualidad es la estudiante más longeva, además en dicha ciudad coincidió con algunas primas que la ayudaron a adaptarse mejor.
En la que es hoy capital del Atlántico, Paulina estuvo hasta el año 1935 puesto que decidió interrumpir sus estudios y volver a Valledupar. “Fue una decisión que valoro hoy mucho porque la mamá muere en 1940 entonces ella pudo disfrutar los últimos cinco años de su mamá y quedó prácticamente sola en la vida”, explica Augusto, quien es uno de los cuatro hijos de Paulina.
Dos años más tarde contrajo matrimonio con Miguel Socarrás Sánchez, quien sería el padre de sus cuatro hijos: Jaime, Hernán, quien murió en un accidente, Augusto y Miguel Pompilio.
Fue exactamente con Hernán, quien en 1978 se trasladó a vivir a Europa, con quien Paulina viviría una de las experiencias que más marcaron su vida dado que tuvo la satisfacción de ir a pasar una temporada con su hijo en el Viejo Continente. Estando en París, donde disfrutó la cultura, decidió entonces ir a Medio Oriente, algo muy sgnificativo para ella puesto que siempre ha sido de mucha religiosidad y tuvo la oportunidad de visitar Belén y Jerusalén. “Tuvo el gran placer de haberse bañado en el río Jordán y para ella fue una satisfacción inmensa. Luego se vinieron por el Mediterráneo, estuvo en Atenas de donde recuerda que ha visto la luna más bella en su vida”, narra su hijo.
De Paulina, quien hoy se encuentra con una afectación de salud que la mantiene en cama, se destaca que durante toda su vida fue una persona muy independiente que a pesar de vivir en mucha soledad disfrutó mucho su espacio y hacer por su cuenta cada una de sus cosas: su jardín, tener todo en orden, entre otras.
Sobre lo que la ha llevado a vivir durante tanto tiempo, su hijo explica que siempre ha sido muy sana y que tuvo desde niña una buena alimentación, algo que siguió toda su vida junto con la práctica de ejercicio, lo que cree que ha incidido en que hoy complete el centenario de vida.
En cuanto al legado que hoy deja a sus hijos, nietos y bisnietos, considera que la buena conducta es la principal enseñanza y que la misma ha perdurado toda la vida.
En este sentido, también coincide la historia de Paulina con la de José Encarnación Madrid Bastidas, un hombre oriundo de Mompox, Bolívar, y quien igualmente ha alcanzado el siglo de vida. En su caso, fue este mes en el que cumplió los 100 años, para lo que su familia le organizó un festejo en el que, como cuenta Candelaria, una de sus 15 hijas bailó y disfrutó al máximo.
De esa actitud jovial y siempre entusiasta creen que depende en gran medida el hecho que hoy se mantenga con un espíritu animado, muy lúcido e inquieto por su familia. En esta ocasión, la alimentación que desde pequeño tuvo José Encarnación, es así como con Paulina uno de los motivos en los que las personas basan su fortaleza para llegar a cumplir tantos años.
Además de esto, destaca el mismo José Encarnación, su entrega al trabajo también ha sido muy importante a lo largo de su vida. Acostumbrado a trabajar desde que tenía los 10 años de edad, se dedicó a labores que como él mismo define tienen un carácter rústico y están alejados de las oficinas.
Pesquería, cacería, aserrar madera, agricultura, entre otros, fueron los oficios en los que se ocupó durante toda su vida. “Había noche que me la pasaba cazando por los montes. Una vez me perdí dos días en el monte y me encontré con unos indios que fueron los que me sacaron”, expresa José Encarnación.
Con estas actividades logró sacar adelante a la familia que conformó con su esposa, con quien estuvo hasta que esta falleció. “Ya eran un par de ancianitos cuando les desaparecieron un hijo entonces pues allá quedamos desprotegidos, con miedo y eso. Yo cogí rumbo a Valledupar, me radiqué acá y los tenía a los dos acá”, manifiesta Candelaria sobre el motivo que los trajo hasta esta capital con la que alterna José Encarnación para pasar sus días puesto que visita a sus demás hijos en diferentes zonas del país.
Actualmente reside con su familia en el barrio Chiriquí, al sur de la ciudad de los Santos Reyes, aunque de salud se encuentra en un estado fenomenal, según lo han certificado los médicos que lo atienden rutinariamente, se queja de un dolor en una de sus piernas. “Dios lo premió con esa salud y creo que eso lo ha llevado a durar esos 100 años”, señala su hija.
En cuanto a lo que viene para su vida, Madrid Bastidas es optimista al recordar que varios médicos le han vaticinado que podrá vivir muchos años más; sin embargo, él prefiere ser prudente y dice: “Son cosas de mi Dios que es el que dispone esa larga vida”.
Entregado al campo, como José Encarnación, ha estado durante su vida Marcelino Alejandro Torres Barrera, quien el 19 de este mes alcanzó los 101 años de existencia. En más de 50 años estuvo trabajando en su finca Costa Rica, ubicada en el municipio de El Copey, aunque actualmente reside en el corregimiento de Valencia de Jesús al lado de sus hijos y nietos.
Ya son varias las generaciones que han seguido el legado de Torres Barrera. En total se suman 216 familiares suyos entre nietos, bisnietos y tataranietos; todos ellos producto de los 28 hijos que concibió Marcelino Alejandro de diferentes relaciones.
A UNA DÉCADA DEL SIGLO
Pocos son los que pueden contar con la bendición, extrañeza, peculiaridad o como se quiera considerar el hecho de llegar a completar el siglo de vida. A pesar de esto son varias personas las que apuntan a alcanzar esa longeva edad.
Perfecta del Socorro Cuello de Cuello es una de ellas. Cuello nació el 27 de agosto de 1929 en el corregimiento de Corral de Piedras, jurisdicción de San Juan del Cesar. A la edad de nueve años se mudó para La Peña, en lo que hoy es el departamento de La Guajira, a raíz del fallecimiento de su padre, algo que a su vez la obligó a tomar las riendas de su familia para sacar adelante a sus tres hermanos menores y a su mamá, Úrsula Mendoza.
Así pues, estudió hasta octavo de bachillerato en San Juan del Cesar y desde muy joven empezó a trabajar por su bienestar y el de su familia en las labores del campo, junto con lo que se desempeñó como enfermera, maestra, veterinaria y hasta traumatóloga empírica en La Peña y en la actualidad muchas personas todavía la buscan para que les preste sus servicios.
“Todavía viene la gente para que los sobe. Una vez se me salió el brazo y guinde un hico y puse el brazo ahí. Salté y me lo llevé al puesto”, recuerda.
Se casó a la edad de 24 años con Ciro Cuello, con quién tuvo tres hijas: Marlene, Carmen Rosa y Rosmery. Desafortunadamente, el 16 de julio de 1962 su esposo fue asesinado en La Jagua de Ibirico en medio de una fiesta patronal. Quedó viuda a los 33 años.
Hoy recuerda que mucha de la fortaleza que ha tenido durante su vida le ha servido para entregarse al trabajo con total devoción. Tenía la costumbre de levantarse a la una de la mañana a revisar el cultivo de maíz que tenía sembrado en su finca.
“Me di cuenta que me estaban robando el maíz y me levanté a la una de la mañana para ir al cultivo y encontré que los conejos se comían el maíz. Les puse trampas y los casé”, relata entre risas. De ese trabajo en el campo guardan recuerdo sus manos puesto que en sus dedos tiene varias cicatrices.
Su impacto ha sido tal que ha llegado a convertirse en un referente dentro de la población guajira, entre la que recibió una condecoración como una de las primeras maestras empíricas en el corregimiento de La Peña. Sumado a esto, en el año 2018 fue homenajeada como una de las adultas mayores más representativas y que más han colaborado con dicha población.
Todo esto como resultado de la labor que la ha caracterizado como una de las personas que siempre se ha preocupado por el bienestar social, educativo y cultural del mencionado corregimiento. Muestra de ellos es que fue una de las organizadoras de las fiestas patronales de la Virgen del Carmen que se celebran cada 19 de julio, participó en la gestión de la construcción de la primera aula educativa y también la iglesia católica de La Peña.
A sus 89 años toma vino cuando se reúne con su familia en ocasiones especiales, tiene una mente lúcida, una salud bastante estable y es el orgullo de su familia. Recuerda y cuenta sus historias como si las estuviera viviendo para que quienes la escuchen graben en su memoria esos grandes momentos como si también los hubiesen vivido.
Varias historias de personas que han crecido en esta región dan una visión sobre la llamativa experiencia de vivir un siglo de vida.
Por: Daniela Rincones Julio / EL PILÓN
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De una forma accidental, Paulina Maestre nació en Distracción, en lo que hoy es La Guajira, un ocho de septiembre de 1918. Esto sucedió porque aunque para entonces su madre Nicolasa Daza vivía en Manaure en compañía de su esposo Luis Tiberio Maestre, donde tenían una finca de café, luego de que este último sufriera una neumonía tras un viaje realizado a la zona de Guacoche y posteriormente a Villanueva para conseguir unas vacas lecheras que le había encargado el padre de Maestre, la mamá se desplazó hasta Distracción.
“Le cayó un aguacero en el camino, llegó a Villanueva y durmió con la ropa mojada. Estuvo grave en la casa del general (donde buscaba el ganado) y vino la familia de Nicolasa por él, ella que estaba esperando a Paulina en ese momento se traslada a Distracción a atender a su marido y en ese lapso nace mi mamá”, recuerda Augusto Socarrás Maestre, quien además agrega que Luis Tiberio, quien sería su bisabuelo, falleció pocos meses después dejando a su madre de aproximadamente cinco meses de edad.
Hoy, cuando Paulina ya tiene 100 años, que cumplió en el 2018, es precisamente Augusto quien se encarga de acompañarla en el que ha sido prácticamente su hogar durante toda su vida, puesto que llegó allí en compañía de su madre Nicolasa cuando tenía tan solo tres años de edad en el año 1922. Esto se dio cuando su mamá decidió salir de Manaure con dos posibilidades: Villanueva y Valledupar, precisamente esta última ciudad fue la opción elegida y aquí, tras algunos impases con una vivienda en la que pensaban vivir inicialmente, su abuelo decidió comprarle a la madre (Nicolasa) una casa, que es justamente donde permanece Paulina.
De hecho, en esta casa crecieron varios miembros de su familia puesto que su mamá siempre abrió sus brazos y las puertas de su hogar para sus sobrinos. “Hubo un entorno de familia bastante grande a pesar de ser hija única”, enfatiza Augusto.
Dado el esfuerzo de su madre, que trabajó en el comercio y supo administrar el patrimonio que le legó su padre, Paulina tuvo la oportunidad en aquella época de trasladarse a Barranquilla donde curso cinco años en el Colegio Americano, institución de la cual en la actualidad es la estudiante más longeva, además en dicha ciudad coincidió con algunas primas que la ayudaron a adaptarse mejor.
En la que es hoy capital del Atlántico, Paulina estuvo hasta el año 1935 puesto que decidió interrumpir sus estudios y volver a Valledupar. “Fue una decisión que valoro hoy mucho porque la mamá muere en 1940 entonces ella pudo disfrutar los últimos cinco años de su mamá y quedó prácticamente sola en la vida”, explica Augusto, quien es uno de los cuatro hijos de Paulina.
Dos años más tarde contrajo matrimonio con Miguel Socarrás Sánchez, quien sería el padre de sus cuatro hijos: Jaime, Hernán, quien murió en un accidente, Augusto y Miguel Pompilio.
Fue exactamente con Hernán, quien en 1978 se trasladó a vivir a Europa, con quien Paulina viviría una de las experiencias que más marcaron su vida dado que tuvo la satisfacción de ir a pasar una temporada con su hijo en el Viejo Continente. Estando en París, donde disfrutó la cultura, decidió entonces ir a Medio Oriente, algo muy sgnificativo para ella puesto que siempre ha sido de mucha religiosidad y tuvo la oportunidad de visitar Belén y Jerusalén. “Tuvo el gran placer de haberse bañado en el río Jordán y para ella fue una satisfacción inmensa. Luego se vinieron por el Mediterráneo, estuvo en Atenas de donde recuerda que ha visto la luna más bella en su vida”, narra su hijo.
De Paulina, quien hoy se encuentra con una afectación de salud que la mantiene en cama, se destaca que durante toda su vida fue una persona muy independiente que a pesar de vivir en mucha soledad disfrutó mucho su espacio y hacer por su cuenta cada una de sus cosas: su jardín, tener todo en orden, entre otras.
Sobre lo que la ha llevado a vivir durante tanto tiempo, su hijo explica que siempre ha sido muy sana y que tuvo desde niña una buena alimentación, algo que siguió toda su vida junto con la práctica de ejercicio, lo que cree que ha incidido en que hoy complete el centenario de vida.
En cuanto al legado que hoy deja a sus hijos, nietos y bisnietos, considera que la buena conducta es la principal enseñanza y que la misma ha perdurado toda la vida.
En este sentido, también coincide la historia de Paulina con la de José Encarnación Madrid Bastidas, un hombre oriundo de Mompox, Bolívar, y quien igualmente ha alcanzado el siglo de vida. En su caso, fue este mes en el que cumplió los 100 años, para lo que su familia le organizó un festejo en el que, como cuenta Candelaria, una de sus 15 hijas bailó y disfrutó al máximo.
De esa actitud jovial y siempre entusiasta creen que depende en gran medida el hecho que hoy se mantenga con un espíritu animado, muy lúcido e inquieto por su familia. En esta ocasión, la alimentación que desde pequeño tuvo José Encarnación, es así como con Paulina uno de los motivos en los que las personas basan su fortaleza para llegar a cumplir tantos años.
Además de esto, destaca el mismo José Encarnación, su entrega al trabajo también ha sido muy importante a lo largo de su vida. Acostumbrado a trabajar desde que tenía los 10 años de edad, se dedicó a labores que como él mismo define tienen un carácter rústico y están alejados de las oficinas.
Pesquería, cacería, aserrar madera, agricultura, entre otros, fueron los oficios en los que se ocupó durante toda su vida. “Había noche que me la pasaba cazando por los montes. Una vez me perdí dos días en el monte y me encontré con unos indios que fueron los que me sacaron”, expresa José Encarnación.
Con estas actividades logró sacar adelante a la familia que conformó con su esposa, con quien estuvo hasta que esta falleció. “Ya eran un par de ancianitos cuando les desaparecieron un hijo entonces pues allá quedamos desprotegidos, con miedo y eso. Yo cogí rumbo a Valledupar, me radiqué acá y los tenía a los dos acá”, manifiesta Candelaria sobre el motivo que los trajo hasta esta capital con la que alterna José Encarnación para pasar sus días puesto que visita a sus demás hijos en diferentes zonas del país.
Actualmente reside con su familia en el barrio Chiriquí, al sur de la ciudad de los Santos Reyes, aunque de salud se encuentra en un estado fenomenal, según lo han certificado los médicos que lo atienden rutinariamente, se queja de un dolor en una de sus piernas. “Dios lo premió con esa salud y creo que eso lo ha llevado a durar esos 100 años”, señala su hija.
En cuanto a lo que viene para su vida, Madrid Bastidas es optimista al recordar que varios médicos le han vaticinado que podrá vivir muchos años más; sin embargo, él prefiere ser prudente y dice: “Son cosas de mi Dios que es el que dispone esa larga vida”.
Entregado al campo, como José Encarnación, ha estado durante su vida Marcelino Alejandro Torres Barrera, quien el 19 de este mes alcanzó los 101 años de existencia. En más de 50 años estuvo trabajando en su finca Costa Rica, ubicada en el municipio de El Copey, aunque actualmente reside en el corregimiento de Valencia de Jesús al lado de sus hijos y nietos.
Ya son varias las generaciones que han seguido el legado de Torres Barrera. En total se suman 216 familiares suyos entre nietos, bisnietos y tataranietos; todos ellos producto de los 28 hijos que concibió Marcelino Alejandro de diferentes relaciones.
A UNA DÉCADA DEL SIGLO
Pocos son los que pueden contar con la bendición, extrañeza, peculiaridad o como se quiera considerar el hecho de llegar a completar el siglo de vida. A pesar de esto son varias personas las que apuntan a alcanzar esa longeva edad.
Perfecta del Socorro Cuello de Cuello es una de ellas. Cuello nació el 27 de agosto de 1929 en el corregimiento de Corral de Piedras, jurisdicción de San Juan del Cesar. A la edad de nueve años se mudó para La Peña, en lo que hoy es el departamento de La Guajira, a raíz del fallecimiento de su padre, algo que a su vez la obligó a tomar las riendas de su familia para sacar adelante a sus tres hermanos menores y a su mamá, Úrsula Mendoza.
Así pues, estudió hasta octavo de bachillerato en San Juan del Cesar y desde muy joven empezó a trabajar por su bienestar y el de su familia en las labores del campo, junto con lo que se desempeñó como enfermera, maestra, veterinaria y hasta traumatóloga empírica en La Peña y en la actualidad muchas personas todavía la buscan para que les preste sus servicios.
“Todavía viene la gente para que los sobe. Una vez se me salió el brazo y guinde un hico y puse el brazo ahí. Salté y me lo llevé al puesto”, recuerda.
Se casó a la edad de 24 años con Ciro Cuello, con quién tuvo tres hijas: Marlene, Carmen Rosa y Rosmery. Desafortunadamente, el 16 de julio de 1962 su esposo fue asesinado en La Jagua de Ibirico en medio de una fiesta patronal. Quedó viuda a los 33 años.
Hoy recuerda que mucha de la fortaleza que ha tenido durante su vida le ha servido para entregarse al trabajo con total devoción. Tenía la costumbre de levantarse a la una de la mañana a revisar el cultivo de maíz que tenía sembrado en su finca.
“Me di cuenta que me estaban robando el maíz y me levanté a la una de la mañana para ir al cultivo y encontré que los conejos se comían el maíz. Les puse trampas y los casé”, relata entre risas. De ese trabajo en el campo guardan recuerdo sus manos puesto que en sus dedos tiene varias cicatrices.
Su impacto ha sido tal que ha llegado a convertirse en un referente dentro de la población guajira, entre la que recibió una condecoración como una de las primeras maestras empíricas en el corregimiento de La Peña. Sumado a esto, en el año 2018 fue homenajeada como una de las adultas mayores más representativas y que más han colaborado con dicha población.
Todo esto como resultado de la labor que la ha caracterizado como una de las personas que siempre se ha preocupado por el bienestar social, educativo y cultural del mencionado corregimiento. Muestra de ellos es que fue una de las organizadoras de las fiestas patronales de la Virgen del Carmen que se celebran cada 19 de julio, participó en la gestión de la construcción de la primera aula educativa y también la iglesia católica de La Peña.
A sus 89 años toma vino cuando se reúne con su familia en ocasiones especiales, tiene una mente lúcida, una salud bastante estable y es el orgullo de su familia. Recuerda y cuenta sus historias como si las estuviera viviendo para que quienes la escuchen graben en su memoria esos grandes momentos como si también los hubiesen vivido.