El escritor Carlos César Silva entrevistó al director de Radio Guatapurí, Andrés Molina Araújo.
Charlé con el director de Radio Guatapurí, Andrés Molina Araújo, sobre la actual crisis que viven los medios de comunicación regionales, el natalicio de su madre Consuelo Araújo Noguera, el papel del alcalde Mello Castro frente a la pandemia del covid-19 y la condena de primera instancia que recibió el gobernador Luis Alberto Monsalvo. Por lo general, Andrés me entrevista en la emisora cuando publico alguna columna de interés político, pero ahora se invirtieron los papeles, asumí la tarea de preguntar.
Gracias a Dios, Radio Guatapurí es una empresa sólida. La pandemia ha reducido nuestros ingresos entre un 20 a un 30 por ciento. Los meses más duros fueron abril y mayo. Varios anunciantes se retiraron porque sus negocios estaban cerrados y no podían operar. Eso es comprensible. Hemos resistido gracias a una administración ortodoxa de reducir los gastos al mínimo esencial (sin despedir ni un solo empleado) y a una política comercial más agresiva. La paradoja es que durante la pandemia el consumo de radio aumentó considerablemente en todo el país. En ese periodo Radio Guatapurí afianzó su primer lugar de sintonía en la región. Los anunciantes que se habían ido regresaron en su mayoría y vinieron nuevos porque creen en nuestro trabajo.
No conozco al detalle el funcionamiento de los otros dos sectores (televisión y prensa) por lo que no podría responder con precisión. Lo que sí sé, porque así lo asegura ASOMEDIOS, es que históricamente la radio es el medio de mayor penetración en Colombia. La radio llega donde no llega ni la televisión, ni la prensa escrita, ni el internet. Y además es gratis para el usuario. No tiene que pagar suscripción. Sólo basta con encender el radio.
Mi madre era amorosa y recia a la vez, cariñosa y exigente, tierna y dura. Recuerdo que cuando me regañaba o me llamaba la atención me decía “hijo eres y padre serás”, indicándome con ello que por mucho amor que los padres tengan por sus hijos, tienen el deber mayor de corregirlos y no de ser sus alcahuetas. Hoy le agradezco cada uno de sus regaños y sus pencazos. En ese sentido, en lo personal su legado para mí fue esa disciplina, esa constancia, y esa determinación que le imprimió a cada uno de los proyectos que ejecutó. Trato en lo posible de ser disciplinado, organizado y ejecutivo tanto en mi vida personal como profesional.
Sinceramente no sé la respuesta. Consuelo era tan impredecible que siendo liberal de trapo rojo terminó apoyando a un candidato conservador como Andrés Pastrana cuando vio el circo en que estaba convertido el Partido Liberal en tiempos de Samper y de Serpa. Y eso lo hizo pasando por encima del querer de su hermano Álvaro y de su esposo, ambos adherentes a la candidatura de Serpa. Ella era fiel a sus convicciones.
Aventurando una respuesta, tal vez en esta coyuntura habría apoyado el proceso de paz porque creía en una salida negociada al conflicto, pero sin aceptar ciertas capitulaciones como las que el Estado colombiano ha tenido con las FARC. Consuelo solía decir en sus últimos años –y tenía razón– que las FARC habían derechizado al país por haber cometido el error de haber dirigido sus ataques, sus secuestros y su extorsión (no contra los grandes grupos económicos del país) sino contra la población civil de manera indiscriminada y de manera particular contra la clase media. Allí terminaron de perder el poco respaldo popular que alguna vez tuvieron.
Al señor alcalde Mello Castro le ha tocado bailar con la más fea de la fiesta, al ritmo de la canción más rápida, tipo merecumbé, con la pista sola y resbalosa, y con todas las miradas sobre él. Pese a todo ello, no se ha caído en el baile y en estas circunstancias eso puede considerarse un logro. Valledupar no recibe regalías, depende de las transferencias de la nación y del recaudo de impuestos propios (Predial, ICA, sobretasa a gasolina, estampillas, etc.).
El recaudo tributario se vino al piso en los cuatro primeros meses. La actividad económica está de capa caída. A pesar de todas estas dificultades, el alcalde ha capoteado el temporal. Se ha asesorado. Escucha consejos. Repartió mercados obtenidos de la gobernación, de la nación y con recursos propios. Cuando se quedó sin plata acudió al sector privado y se ideó la Vallenatón Solidaria y logró paliar un poco la crisis.
La gente le pide mucho basado en sus promesas de campaña (10.000 empleos) pero se olvida por momentos que estamos en la más dura crisis económica de los últimos 50 años. Tiene muchos aspectos por mejorar, pero en estos primeros meses ha demostrado que aprende a buen ritmo y, por lo menos, ha tenido mayor madurez política que el gobernador, cuando se esperaba lo contrario.
Al común de la gente le sorprende. A mí no. Creo que Luis Alberto cometió el error de haber aspirado nuevamente con ese proceso abierto y en ese estado procesal. Me explico: cuando inscribió su nombre ya la Fiscalía había formulado acusación en su contra ante la Corte Suprema. Ni Luis Alfredo Ramos (presidente del Senado, gobernador de Antioquia, alcalde de Medellín), quien es mucho más poderoso e influyente que Luis Alberto, cometió el error de volver a participar en política sin que antes la Corte resolviera su proceso (aún está a la espera del fallo). Así que el resultado de Monsalvo era previsible en el plano jurídico.
Lo verdaderamente sorprendente es que, pese a todas estas advertencias, su grupo político haya cometido el error de correr semejante riesgo. Denota soberbia y sobradez (¡somos intocables!) o una pésima asesoría jurídica. Y también sorprende su aplastante votación: 270.000 votos que hoy de poco le sirven.
Todas las opiniones son subjetivas y sesgadas por definición. No existen las opiniones objetivas e imparciales. Eso es una falacia argumentativa, que bien nos recuerdan filósofos como Jürgen Habermas en obras como “Historia y crítica de la opinión pública”. Siempre que opinamos lo hacemos desde una mirada particular, dentro de un contexto determinado y en una coyuntura específica. No opinamos desde el éter. Parafraseando a Habermas no es malo tener intereses (todos los tenemos), lo malo es no hacerlos explícitos en el debate público.
Eso es ser deshonesto intelectualmente. Así las cosas, cuando opino todos saben que soy hijo de Consuelo y de Hernando, nacido en un hogar acomodado, hermano de zutano y perencejo, primo de fulano y sobrino de mengano, director de un medio, egresado de tal colegio y tal universidad, ¿eso hace menos valiosas mis opiniones? Eso es un error común en nuestra sociedad: descalificar a la persona y no sus argumentos.
Es el llamado argumento ad hominen que explica y crítica la Lógica clásica. En el mercado de las ideas, las opiniones deben ser sopesadas por su fuerza argumentativa y su capacidad de convicción. Y pueden ser refutadas con otras opiniones mejor argumentadas, más inteligentes y más convincentes.
Le confieso algo: el columnista que más admiro en Colombia es Antonio Caballero, quien está emparentado con toda la prosapia bogotana que ha gobernado a este país (bisnieto de Miguel Antonio Caro, nieto del general Lucas Caballero, primo de los Holguin y de los López Caballero). Y, pese a ello, ha sido, a mi juicio, la pluma más anti establecimiento en Colombia en más de medio siglo. Ni su propia familia se ha salvado de sus críticas cuando ha habido lugar a ello. Luego, no es la pertenencia a determinada familia (y por extensión, clan, grupo político, religión, etc.) el termómetro adecuado para valorar una opinión, es la opinión misma.
Zapatero a tus zapatos. El periodismo es por antonomasia contrapoder, esto es, control al poder en su acepción más amplia (público o privado). Su función es fiscalizar al poder, cuestionar a los poderosos. No es su función tumbar o poner gobiernos, sino la de ofrecerles a los ciudadanos información confiable y elementos de juicio para que decidan ellos autónomamente si tumban o ponen un determinado gobierno. A raíz de las denuncias, muchas personas me dicen que sería un buen candidato a la alcaldía o a la gobernación. Y agradezco los cumplidos, pero no me dejo seducir por los cantos de sirena.
Por otra parte, el pueblo cesarense tiene una tendencia masoquista a preferir a Barrabás sobre Jesucristo. Así pasó con Consuelo. Y parece repetir la historia de elegir -con amplia votación- a sus verdugos. Sin embargo, no pierdo la esperanza. Observo vientos de cambio. Poco a poco la gente del Cesar despierta del letargo y se da cuenta de que sus ídolos tienen los pies de barro y que no son intocables.
Creo que en esta coyuntura se está abriendo una oportunidad para la construcción de un nuevo Cesar con cimientos más sólidos, más incluyentes, con mejores reglas de juego, con mayor participación de sectores tradicionalmente excluidos, y en donde quepamos todos -incluidos también los que hoy detentan el poder-. El periodismo del Cesar ha contribuido a abrir esa puerta y me alegra que Radio Guatapurí haya aportado su grano de arena.
Es probable que, dadas las actuales circunstancias políticas y sanitarias, no haya elecciones atípicas en El Cesar y la situación de interinidad se prolongue por años. Por eso he dicho coloquialmente que, en tiempos del coronavirus, al que encarguen corona. La persona encargada será definitoria del eventual proceso electoral atípico: si es de la actual casa de gobierno, no le quepa la menor duda que será usada como un instrumento para presionar alcaldes y usar los recursos públicos para financiar al candidato de dicha casa.
Así lo intentó hacer Lucas con Pepe, y sí lo logró Franco para reelegir a Luis Alberto. Por el contrario, si se encarga una persona seria y honesta habría garantía de que la contienda electoral va a ser más pareja y que la gobernación del Cesar no sería usada para inclinar la balanza. La gran lección que se le debe dar a esa casa de gobierno es que se puede hacer política decente, sin tomar los recursos públicos como un botín. No se trata de reemplazar un grupo opresor por otro, sino de evolucionar hacia mejores formas del ejercicio de la política.
En el plano burocrático (en el sentido Weberiano), excelente. En ningún gobierno de los últimos treinta años o más había llegado tal cantidad de jóvenes cesarenses, muy bien preparados, a puestos importantes en el nivel central. La lista es larga: ministro de Vivienda, director de Planeación, director de Colpensiones, viceministro del Interior, altos funcionarios en los ministerios de Defensa y de Cultura, entre tantas posiciones. No obstante, esta abundante presencia de cesarenses debe materializarse en obras tangibles para el departamento.
Son esos funcionarios –y ya no el presidente– quienes tienen la altísima responsabilidad sobre sus espaldas de lograr que la inversión del gobierno se vea traducida en proyectos concretos. Sería irónico que con tal cantidad de funcionarios no seamos capaces de concretar una obra o proyecto de alto impacto (Policía Metropolitana, Los Besotes, doble calzada a La Guajira, entre otros), máxime teniendo la jefatura de Planeación Nacional.
Y digo a continuación –haciendo explícito todo el sesgo posible de mi parte– que desde Andrés Pastrana con la inversión del Parque de la Leyenda, ningún presidente ha hecho una megaobra en El Cesar. Búsquela y si la encuentra me informa.
El escritor Carlos César Silva entrevistó al director de Radio Guatapurí, Andrés Molina Araújo.
Charlé con el director de Radio Guatapurí, Andrés Molina Araújo, sobre la actual crisis que viven los medios de comunicación regionales, el natalicio de su madre Consuelo Araújo Noguera, el papel del alcalde Mello Castro frente a la pandemia del covid-19 y la condena de primera instancia que recibió el gobernador Luis Alberto Monsalvo. Por lo general, Andrés me entrevista en la emisora cuando publico alguna columna de interés político, pero ahora se invirtieron los papeles, asumí la tarea de preguntar.
Gracias a Dios, Radio Guatapurí es una empresa sólida. La pandemia ha reducido nuestros ingresos entre un 20 a un 30 por ciento. Los meses más duros fueron abril y mayo. Varios anunciantes se retiraron porque sus negocios estaban cerrados y no podían operar. Eso es comprensible. Hemos resistido gracias a una administración ortodoxa de reducir los gastos al mínimo esencial (sin despedir ni un solo empleado) y a una política comercial más agresiva. La paradoja es que durante la pandemia el consumo de radio aumentó considerablemente en todo el país. En ese periodo Radio Guatapurí afianzó su primer lugar de sintonía en la región. Los anunciantes que se habían ido regresaron en su mayoría y vinieron nuevos porque creen en nuestro trabajo.
No conozco al detalle el funcionamiento de los otros dos sectores (televisión y prensa) por lo que no podría responder con precisión. Lo que sí sé, porque así lo asegura ASOMEDIOS, es que históricamente la radio es el medio de mayor penetración en Colombia. La radio llega donde no llega ni la televisión, ni la prensa escrita, ni el internet. Y además es gratis para el usuario. No tiene que pagar suscripción. Sólo basta con encender el radio.
Mi madre era amorosa y recia a la vez, cariñosa y exigente, tierna y dura. Recuerdo que cuando me regañaba o me llamaba la atención me decía “hijo eres y padre serás”, indicándome con ello que por mucho amor que los padres tengan por sus hijos, tienen el deber mayor de corregirlos y no de ser sus alcahuetas. Hoy le agradezco cada uno de sus regaños y sus pencazos. En ese sentido, en lo personal su legado para mí fue esa disciplina, esa constancia, y esa determinación que le imprimió a cada uno de los proyectos que ejecutó. Trato en lo posible de ser disciplinado, organizado y ejecutivo tanto en mi vida personal como profesional.
Sinceramente no sé la respuesta. Consuelo era tan impredecible que siendo liberal de trapo rojo terminó apoyando a un candidato conservador como Andrés Pastrana cuando vio el circo en que estaba convertido el Partido Liberal en tiempos de Samper y de Serpa. Y eso lo hizo pasando por encima del querer de su hermano Álvaro y de su esposo, ambos adherentes a la candidatura de Serpa. Ella era fiel a sus convicciones.
Aventurando una respuesta, tal vez en esta coyuntura habría apoyado el proceso de paz porque creía en una salida negociada al conflicto, pero sin aceptar ciertas capitulaciones como las que el Estado colombiano ha tenido con las FARC. Consuelo solía decir en sus últimos años –y tenía razón– que las FARC habían derechizado al país por haber cometido el error de haber dirigido sus ataques, sus secuestros y su extorsión (no contra los grandes grupos económicos del país) sino contra la población civil de manera indiscriminada y de manera particular contra la clase media. Allí terminaron de perder el poco respaldo popular que alguna vez tuvieron.
Al señor alcalde Mello Castro le ha tocado bailar con la más fea de la fiesta, al ritmo de la canción más rápida, tipo merecumbé, con la pista sola y resbalosa, y con todas las miradas sobre él. Pese a todo ello, no se ha caído en el baile y en estas circunstancias eso puede considerarse un logro. Valledupar no recibe regalías, depende de las transferencias de la nación y del recaudo de impuestos propios (Predial, ICA, sobretasa a gasolina, estampillas, etc.).
El recaudo tributario se vino al piso en los cuatro primeros meses. La actividad económica está de capa caída. A pesar de todas estas dificultades, el alcalde ha capoteado el temporal. Se ha asesorado. Escucha consejos. Repartió mercados obtenidos de la gobernación, de la nación y con recursos propios. Cuando se quedó sin plata acudió al sector privado y se ideó la Vallenatón Solidaria y logró paliar un poco la crisis.
La gente le pide mucho basado en sus promesas de campaña (10.000 empleos) pero se olvida por momentos que estamos en la más dura crisis económica de los últimos 50 años. Tiene muchos aspectos por mejorar, pero en estos primeros meses ha demostrado que aprende a buen ritmo y, por lo menos, ha tenido mayor madurez política que el gobernador, cuando se esperaba lo contrario.
Al común de la gente le sorprende. A mí no. Creo que Luis Alberto cometió el error de haber aspirado nuevamente con ese proceso abierto y en ese estado procesal. Me explico: cuando inscribió su nombre ya la Fiscalía había formulado acusación en su contra ante la Corte Suprema. Ni Luis Alfredo Ramos (presidente del Senado, gobernador de Antioquia, alcalde de Medellín), quien es mucho más poderoso e influyente que Luis Alberto, cometió el error de volver a participar en política sin que antes la Corte resolviera su proceso (aún está a la espera del fallo). Así que el resultado de Monsalvo era previsible en el plano jurídico.
Lo verdaderamente sorprendente es que, pese a todas estas advertencias, su grupo político haya cometido el error de correr semejante riesgo. Denota soberbia y sobradez (¡somos intocables!) o una pésima asesoría jurídica. Y también sorprende su aplastante votación: 270.000 votos que hoy de poco le sirven.
Todas las opiniones son subjetivas y sesgadas por definición. No existen las opiniones objetivas e imparciales. Eso es una falacia argumentativa, que bien nos recuerdan filósofos como Jürgen Habermas en obras como “Historia y crítica de la opinión pública”. Siempre que opinamos lo hacemos desde una mirada particular, dentro de un contexto determinado y en una coyuntura específica. No opinamos desde el éter. Parafraseando a Habermas no es malo tener intereses (todos los tenemos), lo malo es no hacerlos explícitos en el debate público.
Eso es ser deshonesto intelectualmente. Así las cosas, cuando opino todos saben que soy hijo de Consuelo y de Hernando, nacido en un hogar acomodado, hermano de zutano y perencejo, primo de fulano y sobrino de mengano, director de un medio, egresado de tal colegio y tal universidad, ¿eso hace menos valiosas mis opiniones? Eso es un error común en nuestra sociedad: descalificar a la persona y no sus argumentos.
Es el llamado argumento ad hominen que explica y crítica la Lógica clásica. En el mercado de las ideas, las opiniones deben ser sopesadas por su fuerza argumentativa y su capacidad de convicción. Y pueden ser refutadas con otras opiniones mejor argumentadas, más inteligentes y más convincentes.
Le confieso algo: el columnista que más admiro en Colombia es Antonio Caballero, quien está emparentado con toda la prosapia bogotana que ha gobernado a este país (bisnieto de Miguel Antonio Caro, nieto del general Lucas Caballero, primo de los Holguin y de los López Caballero). Y, pese a ello, ha sido, a mi juicio, la pluma más anti establecimiento en Colombia en más de medio siglo. Ni su propia familia se ha salvado de sus críticas cuando ha habido lugar a ello. Luego, no es la pertenencia a determinada familia (y por extensión, clan, grupo político, religión, etc.) el termómetro adecuado para valorar una opinión, es la opinión misma.
Zapatero a tus zapatos. El periodismo es por antonomasia contrapoder, esto es, control al poder en su acepción más amplia (público o privado). Su función es fiscalizar al poder, cuestionar a los poderosos. No es su función tumbar o poner gobiernos, sino la de ofrecerles a los ciudadanos información confiable y elementos de juicio para que decidan ellos autónomamente si tumban o ponen un determinado gobierno. A raíz de las denuncias, muchas personas me dicen que sería un buen candidato a la alcaldía o a la gobernación. Y agradezco los cumplidos, pero no me dejo seducir por los cantos de sirena.
Por otra parte, el pueblo cesarense tiene una tendencia masoquista a preferir a Barrabás sobre Jesucristo. Así pasó con Consuelo. Y parece repetir la historia de elegir -con amplia votación- a sus verdugos. Sin embargo, no pierdo la esperanza. Observo vientos de cambio. Poco a poco la gente del Cesar despierta del letargo y se da cuenta de que sus ídolos tienen los pies de barro y que no son intocables.
Creo que en esta coyuntura se está abriendo una oportunidad para la construcción de un nuevo Cesar con cimientos más sólidos, más incluyentes, con mejores reglas de juego, con mayor participación de sectores tradicionalmente excluidos, y en donde quepamos todos -incluidos también los que hoy detentan el poder-. El periodismo del Cesar ha contribuido a abrir esa puerta y me alegra que Radio Guatapurí haya aportado su grano de arena.
Es probable que, dadas las actuales circunstancias políticas y sanitarias, no haya elecciones atípicas en El Cesar y la situación de interinidad se prolongue por años. Por eso he dicho coloquialmente que, en tiempos del coronavirus, al que encarguen corona. La persona encargada será definitoria del eventual proceso electoral atípico: si es de la actual casa de gobierno, no le quepa la menor duda que será usada como un instrumento para presionar alcaldes y usar los recursos públicos para financiar al candidato de dicha casa.
Así lo intentó hacer Lucas con Pepe, y sí lo logró Franco para reelegir a Luis Alberto. Por el contrario, si se encarga una persona seria y honesta habría garantía de que la contienda electoral va a ser más pareja y que la gobernación del Cesar no sería usada para inclinar la balanza. La gran lección que se le debe dar a esa casa de gobierno es que se puede hacer política decente, sin tomar los recursos públicos como un botín. No se trata de reemplazar un grupo opresor por otro, sino de evolucionar hacia mejores formas del ejercicio de la política.
En el plano burocrático (en el sentido Weberiano), excelente. En ningún gobierno de los últimos treinta años o más había llegado tal cantidad de jóvenes cesarenses, muy bien preparados, a puestos importantes en el nivel central. La lista es larga: ministro de Vivienda, director de Planeación, director de Colpensiones, viceministro del Interior, altos funcionarios en los ministerios de Defensa y de Cultura, entre tantas posiciones. No obstante, esta abundante presencia de cesarenses debe materializarse en obras tangibles para el departamento.
Son esos funcionarios –y ya no el presidente– quienes tienen la altísima responsabilidad sobre sus espaldas de lograr que la inversión del gobierno se vea traducida en proyectos concretos. Sería irónico que con tal cantidad de funcionarios no seamos capaces de concretar una obra o proyecto de alto impacto (Policía Metropolitana, Los Besotes, doble calzada a La Guajira, entre otros), máxime teniendo la jefatura de Planeación Nacional.
Y digo a continuación –haciendo explícito todo el sesgo posible de mi parte– que desde Andrés Pastrana con la inversión del Parque de la Leyenda, ningún presidente ha hecho una megaobra en El Cesar. Búsquela y si la encuentra me informa.