EL PILÓN se puso en los zapatos de un sepulturero para conocer cómo ha sido su labor durante la emergencia sanitaria.
El día a día al interior de un cementerio puede llegar a ser más complejo de lo que se podría imaginar. Detrás del mantenimiento de los amplios jardines, la limpieza de las bóvedas, las inhumaciones, exhumaciones y la explosión de emociones que pueden generarse en cada sepelio están los sepultureros, los encargados de recibir en su morada final a cada persona que parte del plano terrenal y a sus familiares que llegan en medio del dolor, embargados por la consternación.
Para conocer apartes de estas vivencias, EL PILÓN se adentró a Jardines del Eccehomo; allí se encontraba en medio de su jornada laboral José Gregorio Atencia, un sepulturero de 32 años, que presta sus servicios en ese lugar. La emergencia sanitaria ha dejado huellas en él que nunca visionó: “Es un proceso bastante fuerte, estamos tratando con un virus que humanamente nadie esperaba vivir. Como trabajadores sepultábamos entre ocho y nueve fallecidos por covid a diario al inicio de la pandemia”.
Además de ser un trabajador incansable, José Gregorio vela por sus padres y su hija, una pequeña bebé. Es por ellos que se levanta todos los días, se pone su uniforme, sus botas, los guantes, el tapabocas y pone sus manos a la obra. Una pala es su compañía durante el día, mientras realiza excavaciones u otros oficios, también atiende llamadas y coordina los sepelios que va a realizar en la jornada laboral.
“La pandemia es algo que nos cambió la vida a todos, lo estamos viviendo día a día. Tenemos familia, amigos y compañeros; es una de las cosas que nos ponía a pensar, qué iba a ser de nosotros si esto nos llegara atacar”, acotó. Este pensamiento deambula por su memoria constantemente, puesto que muy a pesar de cumplir con los protocolos establecidos, siempre estos trabajadores están en contacto directo con el fallecido y sus seres queridos.
Sin embargo, ya este sepulturero se encontró de frente con el coronavirus, afortunadamente salió airoso, pero sigue extremando los cuidados para evitar a toda costa irse de este mundo y ceder su labor a otra persona porque son muchas las circunstancias que le impiden desligarse de su trabajo.
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“Gracias a Dios estamos de pie, seguimos laborando y hay que seguir cuidándonos. Mis familiares me dicen que consiga otro trabajo porque estoy en constante riesgo… Yo les digo que el empleo está bastante escaso; solo nos queda encomendarnos a Dios, es quien nos guarda de todo lo que está sucediendo”, señaló.
Contrario a lo que muchos puedan creer, para ser sepulturero hay que ser responsable, respetuoso del dolor ajeno, tolerante y solidario. Todas estas cualidades caracterizan a José Gregorio. “El dolor de las demás personas nos duele porque somos humanos. Fuimos testigos de muchos familiares que pedían ver sus seres queridos, pero no pudieron”, narró. No obstante, estas situaciones son totalmente inevitables.
Aunque los familiares de los fallecidos conozcan la normatividad en cuanto a las inhumaciones por causa del coronavirus, durante las honras fúnebres sienten la necesidad de ver por ultima vez el rostro de su ser querido. “Es bastante fuerte, el protocolo nos señala que los ataúdes no se pueden abrir y nos insisten en querer ver a su familiar”, explicó el sepulturero.
Lidiar con esto no es nada fácil, nadie merece una despedida como esta. Entre la agonía, la negación ante la pérdida y las dudas de saber si se trata o no de su fallecido siempre está latente. “Tengo sentimientos y me duele porque sé lo que significa perder un ser querido. Ellos dirán, él no siente nada porque no es su familia, pero es todo lo contrario, uno también siente”, aseguró.
José Gregorio acotó que si bien su pesar no es comparable con el de los familiares de las víctimas, también se conmueve, manifestando: “También lloramos, pensamos ‘hoy fue esta persona, mañana quién será’; le puede tocar a un familiar de nosotros, a un amigo o vecino”.
Asimismo confesó que hay sepulturas que lo impactan más que otras. Tal vez el hecho de ser papá lo hace más vulnerable cuando le toca ser testigo del sepelio de un padre que se va dejando a sus hijos pequeños, quienes no comprenden el trágico final.
Lo impensable ya sucedió: antes de la llegada del coronavirus a Valledupar en el cementerio Jardines del Eccehomo había un terreno vacío. A medida que el virus fue haciendo de las suyas en la ciudad, cobrando cada vez más vidas, ese espacio lastimosamente se comenzó a llenar.
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El coordinador de seguridad y salud del cementerio, Alan Martínez García, explicó que con el tema de las variaciones y las cepas siempre aumentan las muertes, pero hasta el momento el tercer pico fue el más difícil (desde finales del mes de abril hasta principios de junio).
A la espera de un cuarto pico se han construido nuevos jardines, pero lo que pueda surgir es incierto. “Hay unos protocolos que seguir, pero las familias no lo aceptan, a los funerales llega mucha gente, hay aglomeración de personas. Es complejo poder controlar la situación porque no queremos causarles más angustias”, indicó.
Respecto a la labor de los trabajadores dijo que en los jardines hay 11 trabajadores, 8 de ellos son sepultureros, mientras que de las exhumaciones se encargan otros 3. Los demás hacen actividades de jardinería, de poda, de mantenimiento, maquinaria, equipos, limpieza, además de estar controlando constantemente el ingreso y salida de las personas para evitar aglomeraciones.
Durante las inhumaciones diversas situaciones pueden poner en riesgo a todo el personal del campo santo. A la fecha, 6 han resultado contagiados de covid-19 y 2 han presentado complicaciones que afortunadamente han podido superar. Los cuestionamientos siempre salen a flote al no tener certeza si se enfermaron en el cumplimiento de su deber. Lo importante es que ninguno de ellos ha tenido que ser parte del conteo de tres o cuatro personas fallecidas que ingresar un día cualquiera a Jardines del Eccehomo, entre lamentos y flores.
Por: Andreina Galvez
EL PILÓN se puso en los zapatos de un sepulturero para conocer cómo ha sido su labor durante la emergencia sanitaria.
El día a día al interior de un cementerio puede llegar a ser más complejo de lo que se podría imaginar. Detrás del mantenimiento de los amplios jardines, la limpieza de las bóvedas, las inhumaciones, exhumaciones y la explosión de emociones que pueden generarse en cada sepelio están los sepultureros, los encargados de recibir en su morada final a cada persona que parte del plano terrenal y a sus familiares que llegan en medio del dolor, embargados por la consternación.
Para conocer apartes de estas vivencias, EL PILÓN se adentró a Jardines del Eccehomo; allí se encontraba en medio de su jornada laboral José Gregorio Atencia, un sepulturero de 32 años, que presta sus servicios en ese lugar. La emergencia sanitaria ha dejado huellas en él que nunca visionó: “Es un proceso bastante fuerte, estamos tratando con un virus que humanamente nadie esperaba vivir. Como trabajadores sepultábamos entre ocho y nueve fallecidos por covid a diario al inicio de la pandemia”.
Además de ser un trabajador incansable, José Gregorio vela por sus padres y su hija, una pequeña bebé. Es por ellos que se levanta todos los días, se pone su uniforme, sus botas, los guantes, el tapabocas y pone sus manos a la obra. Una pala es su compañía durante el día, mientras realiza excavaciones u otros oficios, también atiende llamadas y coordina los sepelios que va a realizar en la jornada laboral.
“La pandemia es algo que nos cambió la vida a todos, lo estamos viviendo día a día. Tenemos familia, amigos y compañeros; es una de las cosas que nos ponía a pensar, qué iba a ser de nosotros si esto nos llegara atacar”, acotó. Este pensamiento deambula por su memoria constantemente, puesto que muy a pesar de cumplir con los protocolos establecidos, siempre estos trabajadores están en contacto directo con el fallecido y sus seres queridos.
Sin embargo, ya este sepulturero se encontró de frente con el coronavirus, afortunadamente salió airoso, pero sigue extremando los cuidados para evitar a toda costa irse de este mundo y ceder su labor a otra persona porque son muchas las circunstancias que le impiden desligarse de su trabajo.
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“Gracias a Dios estamos de pie, seguimos laborando y hay que seguir cuidándonos. Mis familiares me dicen que consiga otro trabajo porque estoy en constante riesgo… Yo les digo que el empleo está bastante escaso; solo nos queda encomendarnos a Dios, es quien nos guarda de todo lo que está sucediendo”, señaló.
Contrario a lo que muchos puedan creer, para ser sepulturero hay que ser responsable, respetuoso del dolor ajeno, tolerante y solidario. Todas estas cualidades caracterizan a José Gregorio. “El dolor de las demás personas nos duele porque somos humanos. Fuimos testigos de muchos familiares que pedían ver sus seres queridos, pero no pudieron”, narró. No obstante, estas situaciones son totalmente inevitables.
Aunque los familiares de los fallecidos conozcan la normatividad en cuanto a las inhumaciones por causa del coronavirus, durante las honras fúnebres sienten la necesidad de ver por ultima vez el rostro de su ser querido. “Es bastante fuerte, el protocolo nos señala que los ataúdes no se pueden abrir y nos insisten en querer ver a su familiar”, explicó el sepulturero.
Lidiar con esto no es nada fácil, nadie merece una despedida como esta. Entre la agonía, la negación ante la pérdida y las dudas de saber si se trata o no de su fallecido siempre está latente. “Tengo sentimientos y me duele porque sé lo que significa perder un ser querido. Ellos dirán, él no siente nada porque no es su familia, pero es todo lo contrario, uno también siente”, aseguró.
José Gregorio acotó que si bien su pesar no es comparable con el de los familiares de las víctimas, también se conmueve, manifestando: “También lloramos, pensamos ‘hoy fue esta persona, mañana quién será’; le puede tocar a un familiar de nosotros, a un amigo o vecino”.
Asimismo confesó que hay sepulturas que lo impactan más que otras. Tal vez el hecho de ser papá lo hace más vulnerable cuando le toca ser testigo del sepelio de un padre que se va dejando a sus hijos pequeños, quienes no comprenden el trágico final.
Lo impensable ya sucedió: antes de la llegada del coronavirus a Valledupar en el cementerio Jardines del Eccehomo había un terreno vacío. A medida que el virus fue haciendo de las suyas en la ciudad, cobrando cada vez más vidas, ese espacio lastimosamente se comenzó a llenar.
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El coordinador de seguridad y salud del cementerio, Alan Martínez García, explicó que con el tema de las variaciones y las cepas siempre aumentan las muertes, pero hasta el momento el tercer pico fue el más difícil (desde finales del mes de abril hasta principios de junio).
A la espera de un cuarto pico se han construido nuevos jardines, pero lo que pueda surgir es incierto. “Hay unos protocolos que seguir, pero las familias no lo aceptan, a los funerales llega mucha gente, hay aglomeración de personas. Es complejo poder controlar la situación porque no queremos causarles más angustias”, indicó.
Respecto a la labor de los trabajadores dijo que en los jardines hay 11 trabajadores, 8 de ellos son sepultureros, mientras que de las exhumaciones se encargan otros 3. Los demás hacen actividades de jardinería, de poda, de mantenimiento, maquinaria, equipos, limpieza, además de estar controlando constantemente el ingreso y salida de las personas para evitar aglomeraciones.
Durante las inhumaciones diversas situaciones pueden poner en riesgo a todo el personal del campo santo. A la fecha, 6 han resultado contagiados de covid-19 y 2 han presentado complicaciones que afortunadamente han podido superar. Los cuestionamientos siempre salen a flote al no tener certeza si se enfermaron en el cumplimiento de su deber. Lo importante es que ninguno de ellos ha tenido que ser parte del conteo de tres o cuatro personas fallecidas que ingresar un día cualquiera a Jardines del Eccehomo, entre lamentos y flores.
Por: Andreina Galvez