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Columnista - 12 julio, 2020

El miedo a la libertad en la pos-pandemia

Siempre he considerado que las mayores riquezas que Dios le concedió al ser humano fueron la vida y la libertad y por lo tanto debemos cuidarlas y defenderlas a toda costa y por encima de toda consideración material o determinaciones políticas, legales y sociales a lo largo de la existencia humana. Jean Paul Sartre consideraba […]

Siempre he considerado que las mayores riquezas que Dios le concedió al ser humano fueron la vida y la libertad y por lo tanto debemos cuidarlas y defenderlas a toda costa y por encima de toda consideración material o determinaciones políticas, legales y sociales a lo largo de la existencia humana.

Jean Paul Sartre consideraba que “el hombre nace libre, responsable y sin excusas”, pero los esclavistas no pensaban de la misma manera ya que utilizaron al ser humano como objeto de transacción y toda clase de vejámenes: la utilización de personas como propiedad personal y someterlas a trabajo forzado y privación de su libertad.

En épocas de dictaduras, la libertad era una ilusión, un anhelo, una ambición del ser humano para poder expresar su pensamiento, sentimiento, ideología política o preferencias religiosas, libertad de conciencia, deambular y opinar sin el menor riesgo a ser reprimido. Muchas guerras se han librado en el mundo entero a nombre de la libertad, esa facultad que tiene el ser humano para poder actuar según lo dicte su conciencia sin estar obligados a nada ni a nadie dentro de un Estado social libre, soberano, democrático y de responsabilidades humanas.

Pero aunque resulte un tanto paradójico y contradictorio, después de que Abrahám Lincoln en 1863 proclamara la emancipación y con ello la liberación de los negros en EEUU, después de haber terminado la primera y segunda Guerra Mundial, después de haber caído los regímenes totalitarios y opresores de las garantías individuales, se encontraron frente a una nueva disyuntiva…el miedo a la libertad. Mucha gente no quería salir de sus casas, escondites, cambuches, se generó una especie de adaptación al sometimiento y a las órdenes de los amos o del establecimiento opresor que muchas personas comenzaron a experimentar miedo a ser libres, sensaciones de temor, psicosis y delirio de persecución, ya que de alguna manera se acostumbraron a depender de alguien que les proveía ciertas migajas a cambio de la humillación, explotación y menosprecio.

Hoy cuando el ser humano se encuentra sumido a una nueva forma de privación de la libertad debido al confinamiento obligado por la pandemia del coronavirus, muy seguramente habrá personas que empiecen a experimentar sensaciones de miedo y temor a salir a las calles una vez terminada la cuarentena. Tal vez veamos a muchas personas asomándose a la ventana con cautela y desconfianza y seguirán usando el tapabocas por un largo periodo ya que les costará trabajo aceptar que ese enemigo microscópico, imperceptible y que ha matado a tantas personas, se haya alejado para siempre de sus vidas y muy seguramente su fantasma hará parte de la cotidianidad y muchas cosas cambiarán en el comportamiento y la convivencia social del individuo.

Este fenómeno se notará más en las personas de la tercera edad que por su propio desgaste fisiológico y orgánico son más susceptibles a pensar que la vida se les puede ir en cualquier momento por algún evento natural o fortuito y se apegan cada día con mayor firmeza a un fuerte deseo de vivir aún en medio de necesidades y de enfermedades acariciando su cuerpo. Es este el momento en que el ser humano empieza a valorar con determinación y firmeza cada segundo que la vida le permita disfrutar con sus seres queridos con arraigo y determinación.

Columnista
12 julio, 2020

El miedo a la libertad en la pos-pandemia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gabriel Dario Serna Gomez

Siempre he considerado que las mayores riquezas que Dios le concedió al ser humano fueron la vida y la libertad y por lo tanto debemos cuidarlas y defenderlas a toda costa y por encima de toda consideración material o determinaciones políticas, legales y sociales a lo largo de la existencia humana. Jean Paul Sartre consideraba […]


Siempre he considerado que las mayores riquezas que Dios le concedió al ser humano fueron la vida y la libertad y por lo tanto debemos cuidarlas y defenderlas a toda costa y por encima de toda consideración material o determinaciones políticas, legales y sociales a lo largo de la existencia humana.

Jean Paul Sartre consideraba que “el hombre nace libre, responsable y sin excusas”, pero los esclavistas no pensaban de la misma manera ya que utilizaron al ser humano como objeto de transacción y toda clase de vejámenes: la utilización de personas como propiedad personal y someterlas a trabajo forzado y privación de su libertad.

En épocas de dictaduras, la libertad era una ilusión, un anhelo, una ambición del ser humano para poder expresar su pensamiento, sentimiento, ideología política o preferencias religiosas, libertad de conciencia, deambular y opinar sin el menor riesgo a ser reprimido. Muchas guerras se han librado en el mundo entero a nombre de la libertad, esa facultad que tiene el ser humano para poder actuar según lo dicte su conciencia sin estar obligados a nada ni a nadie dentro de un Estado social libre, soberano, democrático y de responsabilidades humanas.

Pero aunque resulte un tanto paradójico y contradictorio, después de que Abrahám Lincoln en 1863 proclamara la emancipación y con ello la liberación de los negros en EEUU, después de haber terminado la primera y segunda Guerra Mundial, después de haber caído los regímenes totalitarios y opresores de las garantías individuales, se encontraron frente a una nueva disyuntiva…el miedo a la libertad. Mucha gente no quería salir de sus casas, escondites, cambuches, se generó una especie de adaptación al sometimiento y a las órdenes de los amos o del establecimiento opresor que muchas personas comenzaron a experimentar miedo a ser libres, sensaciones de temor, psicosis y delirio de persecución, ya que de alguna manera se acostumbraron a depender de alguien que les proveía ciertas migajas a cambio de la humillación, explotación y menosprecio.

Hoy cuando el ser humano se encuentra sumido a una nueva forma de privación de la libertad debido al confinamiento obligado por la pandemia del coronavirus, muy seguramente habrá personas que empiecen a experimentar sensaciones de miedo y temor a salir a las calles una vez terminada la cuarentena. Tal vez veamos a muchas personas asomándose a la ventana con cautela y desconfianza y seguirán usando el tapabocas por un largo periodo ya que les costará trabajo aceptar que ese enemigo microscópico, imperceptible y que ha matado a tantas personas, se haya alejado para siempre de sus vidas y muy seguramente su fantasma hará parte de la cotidianidad y muchas cosas cambiarán en el comportamiento y la convivencia social del individuo.

Este fenómeno se notará más en las personas de la tercera edad que por su propio desgaste fisiológico y orgánico son más susceptibles a pensar que la vida se les puede ir en cualquier momento por algún evento natural o fortuito y se apegan cada día con mayor firmeza a un fuerte deseo de vivir aún en medio de necesidades y de enfermedades acariciando su cuerpo. Es este el momento en que el ser humano empieza a valorar con determinación y firmeza cada segundo que la vida le permita disfrutar con sus seres queridos con arraigo y determinación.