Así, pleonásticamente pero con mucha fuerza muchas veces oí a Tony Aguilar, referirse a los héroes de la Revolución Mejicana, Pancho Villa o Emiliano Zapata en muchas de las películas donde trataban de esta gesta heroica, entre ellas el Ojo de Vidrio, Gabino Barrera y Mauricio Baquero o lo ultísimo, palabra usada por el empresario agropecuario Manuel Céspedes en una tribuna pública, que dio lugar a que un asistente, el Mono Aarón, padre del ilustre médico ginecólogo, Enrique Aarón Rojas, hoy exitoso abogado, que gritando le dijo: ¡Manuel después de último no hay más ná!: eso fue Francisco Irineo Marzal Bolaños, más conocido en el mundo de la música vallenata como “Chico Bolaño”, fue el más mejor y fue lo últísimo.
Por José M. Aponte Martínez
Así, pleonásticamente pero con mucha fuerza muchas veces oí a Tony Aguilar, referirse a los héroes de la Revolución Mejicana, Pancho Villa o Emiliano Zapata en muchas de las películas donde trataban de esta gesta heroica, entre ellas el Ojo de Vidrio, Gabino Barrera y Mauricio Baquero o lo ultísimo, palabra usada por el empresario agropecuario Manuel Céspedes en una tribuna pública, que dio lugar a que un asistente, el Mono Aarón, padre del ilustre médico ginecólogo, Enrique Aarón Rojas, hoy exitoso abogado, que gritando le dijo: ¡Manuel después de último no hay más ná!: eso fue Francisco Irineo Marzal Bolaños, más conocido en el mundo de la música vallenata como “Chico Bolaño”, fue el más mejor y fue lo últísimo.
Cederé este espacio, al artículo que me ha enviado para que haga uso de él como mío, el Doctor Arnoldo Aponte Urbina, pero a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César:
“La vida infantil de Chico Bolaños transcurrió calladamente en contacto directo con la naturaleza en su tierra natal de El Molino, era un niño pobre y humilde que creció al lado de su madre compartiendo con su padre, un campesino elemental como el agua.
Su vocación fue alimentada desde la infancia cuando Don Pedrito Bolaños Fuentes, su padre, descubrió que al niño le gustaba escuchar el acordeón cada vez que él tocaba en su propia casa, siendo éste catalogado como el músico grande que había en el pueblo y quien, en ese entonces, más influyó para que su hijo Chico aprendiera a tocar.
Chico aprendió rápidamente y el público Molinero recibió una voz diferente, un estilo original e inconfundible que fue exitoso. Los bajos y las expresiones… ¡aporré compa!… con que exhortaba a su cajero Moisés Calderón se familiarizaron con la gente, lo mismo que la melodía de un acordeón que se abría e infundía fortaleza y vitalidad. En Chico Bolaños se conjugó esta expresión y a pesar de haber aprendido con su padre, su estilo se tornó diferente.
Chico Bolaños inicia la era del vallenato con un estilo nítido, equilibrado entre melodía y letra, con la introducción del bajo, dicha innovación en las creaciones musicales y su preponderancia en el cuerpo mismo de la canción caracteriza su estilo, crea una gran riqueza musical a base de combinaciones en las notas.
Nadie lo ha podido imitar y ni siquiera ha tenido seguidores por la dificultad de acercársele a su ejecución de características exclusivas, difícilmente se volverá a tocar acordeón con la destreza de Bolaños, el bajo que introduce a cada pieza le dice al músico con que rapidez o lentitud debe ejecutar el acordeón o cantar; este es un bajo que recorre todo el cuerpo de la canción, llena la creación y le imprime armonía.
En la música de Bolaños el bajo es uno de los tres elementos que forman sus canciones, además de la melodía y letra cantada.
Chico Bolaños indiscutiblemente fue el primer ejecutante que pudo componer en los cuatro aires vallenatos: puya, paseo, merengue y son.
Por lo tanto, en la medida que el público fue analizando el gran contenido de sus creaciones musicales y fue aceptando la verdad tremenda que ellas encierran, se produjo la asimilación de su contenido exaltándolo como el más auténtico artífice de la música autóctona vallenata.
Así, pleonásticamente pero con mucha fuerza muchas veces oí a Tony Aguilar, referirse a los héroes de la Revolución Mejicana, Pancho Villa o Emiliano Zapata en muchas de las películas donde trataban de esta gesta heroica, entre ellas el Ojo de Vidrio, Gabino Barrera y Mauricio Baquero o lo ultísimo, palabra usada por el empresario agropecuario Manuel Céspedes en una tribuna pública, que dio lugar a que un asistente, el Mono Aarón, padre del ilustre médico ginecólogo, Enrique Aarón Rojas, hoy exitoso abogado, que gritando le dijo: ¡Manuel después de último no hay más ná!: eso fue Francisco Irineo Marzal Bolaños, más conocido en el mundo de la música vallenata como “Chico Bolaño”, fue el más mejor y fue lo últísimo.
Por José M. Aponte Martínez
Así, pleonásticamente pero con mucha fuerza muchas veces oí a Tony Aguilar, referirse a los héroes de la Revolución Mejicana, Pancho Villa o Emiliano Zapata en muchas de las películas donde trataban de esta gesta heroica, entre ellas el Ojo de Vidrio, Gabino Barrera y Mauricio Baquero o lo ultísimo, palabra usada por el empresario agropecuario Manuel Céspedes en una tribuna pública, que dio lugar a que un asistente, el Mono Aarón, padre del ilustre médico ginecólogo, Enrique Aarón Rojas, hoy exitoso abogado, que gritando le dijo: ¡Manuel después de último no hay más ná!: eso fue Francisco Irineo Marzal Bolaños, más conocido en el mundo de la música vallenata como “Chico Bolaño”, fue el más mejor y fue lo últísimo.
Cederé este espacio, al artículo que me ha enviado para que haga uso de él como mío, el Doctor Arnoldo Aponte Urbina, pero a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César:
“La vida infantil de Chico Bolaños transcurrió calladamente en contacto directo con la naturaleza en su tierra natal de El Molino, era un niño pobre y humilde que creció al lado de su madre compartiendo con su padre, un campesino elemental como el agua.
Su vocación fue alimentada desde la infancia cuando Don Pedrito Bolaños Fuentes, su padre, descubrió que al niño le gustaba escuchar el acordeón cada vez que él tocaba en su propia casa, siendo éste catalogado como el músico grande que había en el pueblo y quien, en ese entonces, más influyó para que su hijo Chico aprendiera a tocar.
Chico aprendió rápidamente y el público Molinero recibió una voz diferente, un estilo original e inconfundible que fue exitoso. Los bajos y las expresiones… ¡aporré compa!… con que exhortaba a su cajero Moisés Calderón se familiarizaron con la gente, lo mismo que la melodía de un acordeón que se abría e infundía fortaleza y vitalidad. En Chico Bolaños se conjugó esta expresión y a pesar de haber aprendido con su padre, su estilo se tornó diferente.
Chico Bolaños inicia la era del vallenato con un estilo nítido, equilibrado entre melodía y letra, con la introducción del bajo, dicha innovación en las creaciones musicales y su preponderancia en el cuerpo mismo de la canción caracteriza su estilo, crea una gran riqueza musical a base de combinaciones en las notas.
Nadie lo ha podido imitar y ni siquiera ha tenido seguidores por la dificultad de acercársele a su ejecución de características exclusivas, difícilmente se volverá a tocar acordeón con la destreza de Bolaños, el bajo que introduce a cada pieza le dice al músico con que rapidez o lentitud debe ejecutar el acordeón o cantar; este es un bajo que recorre todo el cuerpo de la canción, llena la creación y le imprime armonía.
En la música de Bolaños el bajo es uno de los tres elementos que forman sus canciones, además de la melodía y letra cantada.
Chico Bolaños indiscutiblemente fue el primer ejecutante que pudo componer en los cuatro aires vallenatos: puya, paseo, merengue y son.
Por lo tanto, en la medida que el público fue analizando el gran contenido de sus creaciones musicales y fue aceptando la verdad tremenda que ellas encierran, se produjo la asimilación de su contenido exaltándolo como el más auténtico artífice de la música autóctona vallenata.