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Columnista - 6 diciembre, 2016

El hombre de malas

El maestro Leandro Díaz en sus años de mocedad por su ceguera sufrió discriminación hasta de su familia, esto lo llevó a ser un caminante, por su pobreza extrema deambuló por toda la península guajira y norte del Cesar en la búsqueda incesante de subsistencia, y tal vez de su gloria musical, ejerciendo todo tipo […]

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El maestro Leandro Díaz en sus años de mocedad por su ceguera sufrió discriminación hasta de su familia, esto lo llevó a ser un caminante, por su pobreza extrema deambuló por toda la península guajira y norte del Cesar en la búsqueda incesante de subsistencia, y tal vez de su gloria musical, ejerciendo todo tipo de actividades que le permitía su limitación física, era tan dura la situación en esos momentos que ejerció hasta de clarividente.

En Urumita predecía el futuro a las damas a través de la mano y las cenizas del tabaco, unas atraídas por el verbo cayeron rendidas a sus pies flechadas por cupido, otras querían saber quién sería su media naranja, la fama de Leandro como adivino crecía, hasta que un marido celoso le hizo poner pies en polvorosa.

Su trashumancia continuaba, se dirigía a cumplir su cita con la fama, iba hacia Media Luna, El Rincón, Tocaimo y San Diego de las Flores, región que lo cobijaría, encontró seguridad y tranquilidad para hacer canciones que el mundo conocería.

En Tocaimo, Leandro agradaba a sus amigos y a su corazón con cantos que hoy son famosos, allí se inspiró e hizo su máxima obra ‘Matilde Lina’, sus amistades le correspondían con algún dinero, el los inmortalizó en los ‘Los tocaimeros’.

Conformó en San Diego el grupo musical ‘Las Tres Guitarras, eran: Antonio Ibrahim, Juan Calderón, Hugo Araujo, él cantaba y tocaba guacharaca, con ellos estrenó muchos cantos y les hizo la canción ‘Las tres guitarras”, que presentó al Festival Vallenato, donde pasó desapercibida.

No todo era color de rosa a pesar que el éxito comenzó a sonreírle a Leandro con su obra ‘Matilde Lina’, sonaba en todo el continente en diferentes versiones.

Hugo, su amigo y compañero de andanzas, aprovechaba la ceguera de Díaz para jugarle bromas y coquetearle a las conquistas amorosas de Leandro, la situación era tensa hasta que Araujo, en virtud al éxito alcanzado por esta canción y la elegancia de Matilde, le compuso a esta el canto ‘Diosa divina’, lo grabó Oñate y después Silvestre Dangond.

Leandro conminó a Hugo a la lealtad con la canción ‘Dos papeles: “el hombre recorre caminos llenos de maldad y rencores, hasta lastimar las heridas que han dejado viejos amores”.

En el Valle es usual que músicos contrapunteen sin que la amistad se resquebraje, la de Leandro y Araujo continuó, también los sobresaltos económicos. Hugo además de vivir de la serenata y la parranda, tenía su tienda de comestibles a la cual Leandro en un momento crítico acudió a que le fiara, no había toque esos días. Hugo lo divisó a lo lejos, sabía a qué iba y dijo antes que Díaz entrara que estaba quebrado, fiaban y no pagaban, el compositor fue a casa descorazonado pero no vencido, lo inspiró, había nacido un canto: ‘El hombre de malas’: “una vez estuve de mala situación, el amigo que tenía se me fue alejando, cuando vio que me estaba recuperando, se acercó queriendo dar explicación”.

Columnista
6 diciembre, 2016

El hombre de malas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Celso Guerra Gutiérrez

El maestro Leandro Díaz en sus años de mocedad por su ceguera sufrió discriminación hasta de su familia, esto lo llevó a ser un caminante, por su pobreza extrema deambuló por toda la península guajira y norte del Cesar en la búsqueda incesante de subsistencia, y tal vez de su gloria musical, ejerciendo todo tipo […]


El maestro Leandro Díaz en sus años de mocedad por su ceguera sufrió discriminación hasta de su familia, esto lo llevó a ser un caminante, por su pobreza extrema deambuló por toda la península guajira y norte del Cesar en la búsqueda incesante de subsistencia, y tal vez de su gloria musical, ejerciendo todo tipo de actividades que le permitía su limitación física, era tan dura la situación en esos momentos que ejerció hasta de clarividente.

En Urumita predecía el futuro a las damas a través de la mano y las cenizas del tabaco, unas atraídas por el verbo cayeron rendidas a sus pies flechadas por cupido, otras querían saber quién sería su media naranja, la fama de Leandro como adivino crecía, hasta que un marido celoso le hizo poner pies en polvorosa.

Su trashumancia continuaba, se dirigía a cumplir su cita con la fama, iba hacia Media Luna, El Rincón, Tocaimo y San Diego de las Flores, región que lo cobijaría, encontró seguridad y tranquilidad para hacer canciones que el mundo conocería.

En Tocaimo, Leandro agradaba a sus amigos y a su corazón con cantos que hoy son famosos, allí se inspiró e hizo su máxima obra ‘Matilde Lina’, sus amistades le correspondían con algún dinero, el los inmortalizó en los ‘Los tocaimeros’.

Conformó en San Diego el grupo musical ‘Las Tres Guitarras, eran: Antonio Ibrahim, Juan Calderón, Hugo Araujo, él cantaba y tocaba guacharaca, con ellos estrenó muchos cantos y les hizo la canción ‘Las tres guitarras”, que presentó al Festival Vallenato, donde pasó desapercibida.

No todo era color de rosa a pesar que el éxito comenzó a sonreírle a Leandro con su obra ‘Matilde Lina’, sonaba en todo el continente en diferentes versiones.

Hugo, su amigo y compañero de andanzas, aprovechaba la ceguera de Díaz para jugarle bromas y coquetearle a las conquistas amorosas de Leandro, la situación era tensa hasta que Araujo, en virtud al éxito alcanzado por esta canción y la elegancia de Matilde, le compuso a esta el canto ‘Diosa divina’, lo grabó Oñate y después Silvestre Dangond.

Leandro conminó a Hugo a la lealtad con la canción ‘Dos papeles: “el hombre recorre caminos llenos de maldad y rencores, hasta lastimar las heridas que han dejado viejos amores”.

En el Valle es usual que músicos contrapunteen sin que la amistad se resquebraje, la de Leandro y Araujo continuó, también los sobresaltos económicos. Hugo además de vivir de la serenata y la parranda, tenía su tienda de comestibles a la cual Leandro en un momento crítico acudió a que le fiara, no había toque esos días. Hugo lo divisó a lo lejos, sabía a qué iba y dijo antes que Díaz entrara que estaba quebrado, fiaban y no pagaban, el compositor fue a casa descorazonado pero no vencido, lo inspiró, había nacido un canto: ‘El hombre de malas’: “una vez estuve de mala situación, el amigo que tenía se me fue alejando, cuando vio que me estaba recuperando, se acercó queriendo dar explicación”.