Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 21 septiembre, 2012

El es el Señor

Por: Valerio Mejía “… Él es Yahvé. Que haga lo que bien le parezca”.  1 Samuel 3:18 Esta es la respuesta de un viejo curtido por los años, la respuesta de un siervo acostumbrado a trasegar con su Señor y habituado al conocimiento íntimo de su Dios. Esta es la ocasión cuando el Sacerdote Elí, […]

Boton Wpp

Por: Valerio Mejía

“… Él es Yahvé. Que haga lo que bien le parezca”.  1 Samuel 3:18

Esta es la respuesta de un viejo curtido por los años, la respuesta de un siervo acostumbrado a trasegar con su Señor y habituado al conocimiento íntimo de su Dios. Esta es la ocasión cuando el Sacerdote Elí, recibe de su joven discípulo, Samuel, la advertencia que Dios juzgaría su casa por la maldad de sus hijos, a quienes él no fue capaz de encausar.
Tomemos esta declaración de un veterano de la fe, para reflexionar acerca de la importancia de ver a Dios en todas las cosas. Si nos acostumbramos a ver a Dios en todas las cosas, Dios dará colorido y tonalidad a todo aquello que veamos.
Puede ser que tengamos que contentarnos permaneciendo en un nivel bajo y estrecho, cuando sentimos que poseemos capacidad para hacer un trabajo más elevado. Puede ser que, año tras año, tengamos que cultivar un terreno del cual parece que no obtendremos cosecha alguna. Puede ser que nos pidan que tengamos pensamientos amables y cariñosos para alguna persona que nos ha causado mal, o que nos pidan que hablemos a nuestros enemigos con cariño, o que les defendamos y justifiquemos y los coronemos con simpatía y ayuda. Puede ser que tengamos que dar testimonio de nuestro Señor entre aquellos que no desean conocerle a él ni a sus enseñanzas. Puede ser que tengamos que vivir mostrando una cara alegre y siendo jovial, cuando nuestro corazón internamente está quebrantado.
En fin… creo que nunca estamos tan cerca de Dios que cuando levantamos la cruz de nuestra existencia, victoriosa o lastimera, y la colocamos con sumisión delante de Dios, dándole la bienvenida a nuestro  corazón con un espíritu paciente y no murmurador.
Amado amigo lector, Jesús viene a nosotros para madurar nuestra sabiduría, para profundizar nuestra paz, para aumentar nuestra valoración, para acrecentar nuestra capacidad; a fin de que seamos útiles en sus manos y podamos llevar ánimo y consuelo a otros que estén pasando por las mismas experiencias de triunfo o de dolor por las cuales nosotros ya pasamos.
Podría ser que continúen las circunstancias de adversidad y de aflicciones en nuestras vidas, y que su condición no cambie; pero si Cristo, el Señor y dulce Pastor de nuestras almas, interviene en nuestra cotidianidad, podrá abrazar nuestras penas y melancolías y rodearnos con canciones de libertad, trayendo hacia nosotros su plena victoria y redención.

El verle a Él y estar seguros que su sabiduría no puede errar, que su poder no puede fracasar, que su amor no puede cambiar, nos hace sentir seguros y confiados en su presencia. Nos alegra saber que aun aquellas formas de duro proceder con nosotros, es para nuestra ganancia espiritual más profunda, porque aquellos que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.
El comprender plenamente su Señorío en nuestras vidas, nos hace decir aun en medio del despojo, la aflicción, la pérdida o el dolor: ¡Confío y espero en ti! Nos hace exclamar junto con el patriarca y sabio Job: “El Señor dio y el Señor quitó. ¡Bendito sea el nombre del Señor!”
Si sometemos a Dios todo aquello que somos o tenemos, y nos acostumbramos a ver a Dios en todas las cosas, no como quien controla todas nuestras acciones automatizadas, sino como quien nos otorga la libertad de decidir voluntariamente a favor suyo, podremos encontrar la paz interior que sobrepuja a todo entendimiento, guardando nuestros corazones y nuestras mentes en Cristo Jesús. Siendo así, no dudaremos en darle gracias a Dios en todo, disfrutando de todas las bendiciones que nos habrá traído.

Oremos, “Amado Dios, gracias por tu soberanía que todo lo abarca. Someto a ti mi corazón y mi vida. Gracias por amarme y elegirme. Amén”.
Recuerda: Sometámonos a Dios. Acerquémonos a Dios. Humillémonos delante del Señor. Él nos defenderá, se acercará a nosotros y nos exaltará.
Saludos y muchas bendiciones en Cristo…

[email protected]

Columnista
21 septiembre, 2012

El es el Señor

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

Por: Valerio Mejía “… Él es Yahvé. Que haga lo que bien le parezca”.  1 Samuel 3:18 Esta es la respuesta de un viejo curtido por los años, la respuesta de un siervo acostumbrado a trasegar con su Señor y habituado al conocimiento íntimo de su Dios. Esta es la ocasión cuando el Sacerdote Elí, […]


Por: Valerio Mejía

“… Él es Yahvé. Que haga lo que bien le parezca”.  1 Samuel 3:18

Esta es la respuesta de un viejo curtido por los años, la respuesta de un siervo acostumbrado a trasegar con su Señor y habituado al conocimiento íntimo de su Dios. Esta es la ocasión cuando el Sacerdote Elí, recibe de su joven discípulo, Samuel, la advertencia que Dios juzgaría su casa por la maldad de sus hijos, a quienes él no fue capaz de encausar.
Tomemos esta declaración de un veterano de la fe, para reflexionar acerca de la importancia de ver a Dios en todas las cosas. Si nos acostumbramos a ver a Dios en todas las cosas, Dios dará colorido y tonalidad a todo aquello que veamos.
Puede ser que tengamos que contentarnos permaneciendo en un nivel bajo y estrecho, cuando sentimos que poseemos capacidad para hacer un trabajo más elevado. Puede ser que, año tras año, tengamos que cultivar un terreno del cual parece que no obtendremos cosecha alguna. Puede ser que nos pidan que tengamos pensamientos amables y cariñosos para alguna persona que nos ha causado mal, o que nos pidan que hablemos a nuestros enemigos con cariño, o que les defendamos y justifiquemos y los coronemos con simpatía y ayuda. Puede ser que tengamos que dar testimonio de nuestro Señor entre aquellos que no desean conocerle a él ni a sus enseñanzas. Puede ser que tengamos que vivir mostrando una cara alegre y siendo jovial, cuando nuestro corazón internamente está quebrantado.
En fin… creo que nunca estamos tan cerca de Dios que cuando levantamos la cruz de nuestra existencia, victoriosa o lastimera, y la colocamos con sumisión delante de Dios, dándole la bienvenida a nuestro  corazón con un espíritu paciente y no murmurador.
Amado amigo lector, Jesús viene a nosotros para madurar nuestra sabiduría, para profundizar nuestra paz, para aumentar nuestra valoración, para acrecentar nuestra capacidad; a fin de que seamos útiles en sus manos y podamos llevar ánimo y consuelo a otros que estén pasando por las mismas experiencias de triunfo o de dolor por las cuales nosotros ya pasamos.
Podría ser que continúen las circunstancias de adversidad y de aflicciones en nuestras vidas, y que su condición no cambie; pero si Cristo, el Señor y dulce Pastor de nuestras almas, interviene en nuestra cotidianidad, podrá abrazar nuestras penas y melancolías y rodearnos con canciones de libertad, trayendo hacia nosotros su plena victoria y redención.

El verle a Él y estar seguros que su sabiduría no puede errar, que su poder no puede fracasar, que su amor no puede cambiar, nos hace sentir seguros y confiados en su presencia. Nos alegra saber que aun aquellas formas de duro proceder con nosotros, es para nuestra ganancia espiritual más profunda, porque aquellos que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.
El comprender plenamente su Señorío en nuestras vidas, nos hace decir aun en medio del despojo, la aflicción, la pérdida o el dolor: ¡Confío y espero en ti! Nos hace exclamar junto con el patriarca y sabio Job: “El Señor dio y el Señor quitó. ¡Bendito sea el nombre del Señor!”
Si sometemos a Dios todo aquello que somos o tenemos, y nos acostumbramos a ver a Dios en todas las cosas, no como quien controla todas nuestras acciones automatizadas, sino como quien nos otorga la libertad de decidir voluntariamente a favor suyo, podremos encontrar la paz interior que sobrepuja a todo entendimiento, guardando nuestros corazones y nuestras mentes en Cristo Jesús. Siendo así, no dudaremos en darle gracias a Dios en todo, disfrutando de todas las bendiciones que nos habrá traído.

Oremos, “Amado Dios, gracias por tu soberanía que todo lo abarca. Someto a ti mi corazón y mi vida. Gracias por amarme y elegirme. Amén”.
Recuerda: Sometámonos a Dios. Acerquémonos a Dios. Humillémonos delante del Señor. Él nos defenderá, se acercará a nosotros y nos exaltará.
Saludos y muchas bendiciones en Cristo…

[email protected]