El principio de la ofensa genera conflictos; el principio del diálogo genera perdón y alivio mental. El diálogo entre personas con exposiciones de temas bajo diferentes puntos de vista es fundamental para tomar decisiones y emitir conceptos, que cuando son sopesados bajo un equilibrio universal, solucionan y llevan por consiguiente a conclusiones sanas y coherentes […]
El principio de la ofensa genera conflictos; el principio del diálogo genera perdón y alivio mental. El diálogo entre personas con exposiciones de temas bajo diferentes puntos de vista es fundamental para tomar decisiones y emitir conceptos, que cuando son sopesados bajo un equilibrio universal, solucionan y llevan por consiguiente a conclusiones sanas y coherentes en muchos de los aspectos esbozados entre los dialogantes.
Los conflictos surgen en su mayoría por la falta de dicho diálogo y cualquier mínimo detalle puede transformarlo en mayúsculo cuando la terquedad y la insensatez nos invaden y la predisposición nos domina sin darnos tregua alguna.
Por ello es importante, para llegar a un acuerdo, dialogar y escuchar con mucha atención y ánimo sosegado, que nos permita usar la razón como es debido. En todo tipo de actividades existen controversias, pues todos tenemos razonamientos que para llegar a la verdad toman diferentes caminos, desviándose algunos de la trayectoria correcta, sobre todo cuando fácilmente caemos en la sombra del ego, que domina el poder y entorpece el entendimiento.
En las actividades afectivas, comerciales, políticas, económicas, sociales, etc., nos enfrascamos muchas veces en nimiedades que llevan a rupturas totales y desenlaces trágicos muchas veces, y destrozamos en un minuto lo que debe durar toda una vida.
Cuando se tiene un mismo nivel de competencia, una formación moral, una formación matriz en cuestiones de religión, familiaridad, respeto y se busca la felicidad como fin último, el diálogo juega un papel tan importante que en sus manos están las soluciones rápidas y equilibradas; pero para que haya un buen diálogo y sea este fructífero se necesita escuchar y muchas veces tener la capacidad necesaria de soporte que nos permita convertir las ofensas en expresiones sin valor y las verdades escuchadas en fortalezas, las cuales nos llevan a la aceptación y reconocimientos de conceptos que por caprichos no aceptamos y en especial cuando provienen de personas que hemos subestimado.
Los conocimientos y la madurez puestos en práctica ayudan a comprender y plantear las soluciones en paz, olvidando los actos violentos; entonces el lenguaje sin crítica y separando las posiciones de intereses crean opciones para establecer un plan de acción sin evadir la materia del conflicto, pues ignorarla ayuda a agrandarla, entonces saber escuchar, reitero, es fundamental y solo así logramos colocarnos en el corazón de la contra parte.
Al que algo vale la envidia le rodea y la envidia es ruindad tal que mezclada con la compasión humilla y el conflicto se convierte, desde luego, en el arma predilecta de los débiles. Cuando tratamos de imponer nuestro criterio a la fuerza, muy usual en los campos políticos, económicos y sociales, cometemos tantas veces el error de no ser felices, tal que no superamos, a sabiendas de que la naturaleza está con nosotros y permanentemente nos recuerda que la felicidad radica en el perdón y no en la pasión desbordada, por ello nunca vacilemos con nuestras capacidades y decisiones, pero debemos ser muy precavidos al exponerlas, pues no es bueno herir a nadie, aun queriendo, y el conflicto surge por esas escalas de valores que nos hacen incompatibles.
No sintamos miedo por lo largo y espinosos que sean los caminos, sintamos miedo cuando las buenas intenciones nos abandonen y eso solo ocurre cuando nos apartamos del bien. Tal vez no hayamos logrado la felicidad que se pretende, pero la que poseemos muchos la buscan y la sensatez nos hace ser agradecidos. En todos los sistemas con tendencias demócratas, los conflictos siempre asediarán y se darán, pero se vencen con el diálogo.
Las palabras y las intenciones peligrosas hay que recogerlas a tiempo; la meditación sin huir del diálogo te ayuda a lograrlo.
El principio de la ofensa genera conflictos; el principio del diálogo genera perdón y alivio mental. El diálogo entre personas con exposiciones de temas bajo diferentes puntos de vista es fundamental para tomar decisiones y emitir conceptos, que cuando son sopesados bajo un equilibrio universal, solucionan y llevan por consiguiente a conclusiones sanas y coherentes […]
El principio de la ofensa genera conflictos; el principio del diálogo genera perdón y alivio mental. El diálogo entre personas con exposiciones de temas bajo diferentes puntos de vista es fundamental para tomar decisiones y emitir conceptos, que cuando son sopesados bajo un equilibrio universal, solucionan y llevan por consiguiente a conclusiones sanas y coherentes en muchos de los aspectos esbozados entre los dialogantes.
Los conflictos surgen en su mayoría por la falta de dicho diálogo y cualquier mínimo detalle puede transformarlo en mayúsculo cuando la terquedad y la insensatez nos invaden y la predisposición nos domina sin darnos tregua alguna.
Por ello es importante, para llegar a un acuerdo, dialogar y escuchar con mucha atención y ánimo sosegado, que nos permita usar la razón como es debido. En todo tipo de actividades existen controversias, pues todos tenemos razonamientos que para llegar a la verdad toman diferentes caminos, desviándose algunos de la trayectoria correcta, sobre todo cuando fácilmente caemos en la sombra del ego, que domina el poder y entorpece el entendimiento.
En las actividades afectivas, comerciales, políticas, económicas, sociales, etc., nos enfrascamos muchas veces en nimiedades que llevan a rupturas totales y desenlaces trágicos muchas veces, y destrozamos en un minuto lo que debe durar toda una vida.
Cuando se tiene un mismo nivel de competencia, una formación moral, una formación matriz en cuestiones de religión, familiaridad, respeto y se busca la felicidad como fin último, el diálogo juega un papel tan importante que en sus manos están las soluciones rápidas y equilibradas; pero para que haya un buen diálogo y sea este fructífero se necesita escuchar y muchas veces tener la capacidad necesaria de soporte que nos permita convertir las ofensas en expresiones sin valor y las verdades escuchadas en fortalezas, las cuales nos llevan a la aceptación y reconocimientos de conceptos que por caprichos no aceptamos y en especial cuando provienen de personas que hemos subestimado.
Los conocimientos y la madurez puestos en práctica ayudan a comprender y plantear las soluciones en paz, olvidando los actos violentos; entonces el lenguaje sin crítica y separando las posiciones de intereses crean opciones para establecer un plan de acción sin evadir la materia del conflicto, pues ignorarla ayuda a agrandarla, entonces saber escuchar, reitero, es fundamental y solo así logramos colocarnos en el corazón de la contra parte.
Al que algo vale la envidia le rodea y la envidia es ruindad tal que mezclada con la compasión humilla y el conflicto se convierte, desde luego, en el arma predilecta de los débiles. Cuando tratamos de imponer nuestro criterio a la fuerza, muy usual en los campos políticos, económicos y sociales, cometemos tantas veces el error de no ser felices, tal que no superamos, a sabiendas de que la naturaleza está con nosotros y permanentemente nos recuerda que la felicidad radica en el perdón y no en la pasión desbordada, por ello nunca vacilemos con nuestras capacidades y decisiones, pero debemos ser muy precavidos al exponerlas, pues no es bueno herir a nadie, aun queriendo, y el conflicto surge por esas escalas de valores que nos hacen incompatibles.
No sintamos miedo por lo largo y espinosos que sean los caminos, sintamos miedo cuando las buenas intenciones nos abandonen y eso solo ocurre cuando nos apartamos del bien. Tal vez no hayamos logrado la felicidad que se pretende, pero la que poseemos muchos la buscan y la sensatez nos hace ser agradecidos. En todos los sistemas con tendencias demócratas, los conflictos siempre asediarán y se darán, pero se vencen con el diálogo.
Las palabras y las intenciones peligrosas hay que recogerlas a tiempo; la meditación sin huir del diálogo te ayuda a lograrlo.