Muchos de mis lectores se han acercado a preguntarme por qué no volví a escribir, los he encontrado intrigados sobre el porqué mi columna de los viernes no ha vuelto a salir, más concretamente la crónica referente a “El Cuento de Pedro”.
Muchos de mis lectores se han acercado a preguntarme por qué no volví a escribir, los he encontrado intrigados sobre el porqué mi columna de los viernes no ha vuelto a salir, más concretamente la crónica referente a “El Cuento de Pedro”.
En un silencio agudo les he manifestado que he estado ocupado en otros quehaceres.
Sostiene mi tío Celso Castro Castro, que al turpial se le silencia cuando se le hiere en una de sus alas y precisamente mi silencio ha obedecido a mi desacuerdo con algunas casas periodísticas, por no compartir su forma de vender una noticia con respecto al morbo que le colocan al desnudar la misma.
Mal intencionadamente y con el ánimo de hundir a quien se tropieza le colocan un tono amarillento a la noticia para resaltarla. Al caído le caen en gavilla como aves de rapiña en aras de despedazar su presa sin importar que se pisotea y se hiere a dolientes aún conociendo la otra cara de la moneda, pero sentados aúllan sin sopesar el dolor de muchos por cuanto no les interesa mostrar el rostro limpio de la moneda.
Algunos de ellos, con su morbo atentan contra la salud mental del lector con columnas envenenadas, desgastadas y trasnochadas por los años; creyéndose periodistas sin pisar jamás un claustro universitario que les permitiera entrenarse como sabios profesionales y aprender a aplicar en sus artículos verdades sin denigrar y difamar de los demás; aplican un periodismo malsano y disfrazado de maldad, mostrando una verdad inexacta hasta indigestarse con el veneno ponzoñoso del pago recibido a manera de soborno para decir una verdad a medias.
Pero qué podemos esperar de ese ser que se hace llamar periodista solo por el hecho que tiene unos cuantos seguidores abonados a sus redes y a quienes les fascina alimentarse de ese primitivo morbo chismoresco que desocupados utilizan para alimentar sus oscuras almas, ese personaje pago mal llamado comunicador difunde una noticia colocándola en el aire del espectro espacial con el ánimo de decir y expandir aquello que su amo quiere que se sepa sin importar la ética ni la moral. Pero cuál etica ni moral; si no la tiene, carece de la misma dado que nunca pasó por un corredor universitario a recibir una sola lección de periodismo.
Con algunas excepciones, sólo unos como la del insigne periodista costeño Carlos Cadena Beleño, en su programa ‘La verdad y punto’ fue capaz de investigar y sacar la verdad a flote sobre el escabroso escándalo mediático que padece mi familia. Los buenos actos no son noticia por ello nadie los difunde. Decía un destacado profesor de la Universidad de Salamanca donde tuve la oportunidad de prepararme: “Cuando los trenes llegan a tiempo a su destino No son noticia, solo lo son cuando se estrellan.”
Casas editoriales a pesar de conocer la verdad documental, con soportes probatorios en sus manos, no les interesó dar a conocer la otra cara de la moneda, la de mostrar que Claudia Lozano sí es abogada, que ha ejercido su profesión con decoro y dignidad; pero que además con mucho esfuerzo y sacrificio sacó adelante la carrera profesional de abogada quien injustamente ha sido víctima del mismo Estado quien a través de su sistema jurisdiccional no supo valorar la prueba en un debate probatorio sin inclinación perturbatoria, sino que se contaminó de aire impuro de solicitudes perseguidoras con el ánimo de dañar pero no de reconocer el derecho ganado a pulso por haber cursado 6 años de Derecho en claustro reconocido y cumpliendo cada una de las exigencias para obtener el derecho de grado tales como consultorio jurídico, preparatorios y tesis. Qué necesidad tenía de adulterar un título si en su caso escaló paso a paso cumpliendo rigurosamente con las exigencias académicas.
La balanza de la justicia se sesgó de tal manera que no observó en derecho las pruebas aportadas con tiempo al debate judicial. Dios permita que instancias superiores logren mirar el debate jurídico allí planteado y hacer justicia dándole la mano al caído a manera de resarcir el injusto daño.
Por: Pedro Norberto Castro Araújo
Muchos de mis lectores se han acercado a preguntarme por qué no volví a escribir, los he encontrado intrigados sobre el porqué mi columna de los viernes no ha vuelto a salir, más concretamente la crónica referente a “El Cuento de Pedro”.
Muchos de mis lectores se han acercado a preguntarme por qué no volví a escribir, los he encontrado intrigados sobre el porqué mi columna de los viernes no ha vuelto a salir, más concretamente la crónica referente a “El Cuento de Pedro”.
En un silencio agudo les he manifestado que he estado ocupado en otros quehaceres.
Sostiene mi tío Celso Castro Castro, que al turpial se le silencia cuando se le hiere en una de sus alas y precisamente mi silencio ha obedecido a mi desacuerdo con algunas casas periodísticas, por no compartir su forma de vender una noticia con respecto al morbo que le colocan al desnudar la misma.
Mal intencionadamente y con el ánimo de hundir a quien se tropieza le colocan un tono amarillento a la noticia para resaltarla. Al caído le caen en gavilla como aves de rapiña en aras de despedazar su presa sin importar que se pisotea y se hiere a dolientes aún conociendo la otra cara de la moneda, pero sentados aúllan sin sopesar el dolor de muchos por cuanto no les interesa mostrar el rostro limpio de la moneda.
Algunos de ellos, con su morbo atentan contra la salud mental del lector con columnas envenenadas, desgastadas y trasnochadas por los años; creyéndose periodistas sin pisar jamás un claustro universitario que les permitiera entrenarse como sabios profesionales y aprender a aplicar en sus artículos verdades sin denigrar y difamar de los demás; aplican un periodismo malsano y disfrazado de maldad, mostrando una verdad inexacta hasta indigestarse con el veneno ponzoñoso del pago recibido a manera de soborno para decir una verdad a medias.
Pero qué podemos esperar de ese ser que se hace llamar periodista solo por el hecho que tiene unos cuantos seguidores abonados a sus redes y a quienes les fascina alimentarse de ese primitivo morbo chismoresco que desocupados utilizan para alimentar sus oscuras almas, ese personaje pago mal llamado comunicador difunde una noticia colocándola en el aire del espectro espacial con el ánimo de decir y expandir aquello que su amo quiere que se sepa sin importar la ética ni la moral. Pero cuál etica ni moral; si no la tiene, carece de la misma dado que nunca pasó por un corredor universitario a recibir una sola lección de periodismo.
Con algunas excepciones, sólo unos como la del insigne periodista costeño Carlos Cadena Beleño, en su programa ‘La verdad y punto’ fue capaz de investigar y sacar la verdad a flote sobre el escabroso escándalo mediático que padece mi familia. Los buenos actos no son noticia por ello nadie los difunde. Decía un destacado profesor de la Universidad de Salamanca donde tuve la oportunidad de prepararme: “Cuando los trenes llegan a tiempo a su destino No son noticia, solo lo son cuando se estrellan.”
Casas editoriales a pesar de conocer la verdad documental, con soportes probatorios en sus manos, no les interesó dar a conocer la otra cara de la moneda, la de mostrar que Claudia Lozano sí es abogada, que ha ejercido su profesión con decoro y dignidad; pero que además con mucho esfuerzo y sacrificio sacó adelante la carrera profesional de abogada quien injustamente ha sido víctima del mismo Estado quien a través de su sistema jurisdiccional no supo valorar la prueba en un debate probatorio sin inclinación perturbatoria, sino que se contaminó de aire impuro de solicitudes perseguidoras con el ánimo de dañar pero no de reconocer el derecho ganado a pulso por haber cursado 6 años de Derecho en claustro reconocido y cumpliendo cada una de las exigencias para obtener el derecho de grado tales como consultorio jurídico, preparatorios y tesis. Qué necesidad tenía de adulterar un título si en su caso escaló paso a paso cumpliendo rigurosamente con las exigencias académicas.
La balanza de la justicia se sesgó de tal manera que no observó en derecho las pruebas aportadas con tiempo al debate judicial. Dios permita que instancias superiores logren mirar el debate jurídico allí planteado y hacer justicia dándole la mano al caído a manera de resarcir el injusto daño.
Por: Pedro Norberto Castro Araújo