Un domingo de junio a eso de las 10 de la mañana llegué a su casa, ahí estaba el hombre con tres amigos. Yo no lo había tratado mucho pero si lo conocía perfectamente, más aún, llevaba años conociéndolo.
Por Leonardo José Maya
Un domingo de junio a eso de las 10 de la mañana llegué a su casa, ahí estaba el hombre con tres amigos. Yo no lo había tratado mucho pero si lo conocía perfectamente, más aún, llevaba años conociéndolo.
Nos recibió con entusiasmo y comenzamos a hablar como dos viejos amigos del barrio, lo que él no sabía es que yo le tengo una inmensa gratitud guardada.
Fueron sus cantos los que me abrieron los caminos a nuevas emociones que son también los caminos del amor. Sucede que en mi época de estudiante en Barranquilla asistí a una fiesta universitaria y alguien hacía repetir insistentemente una canción que decía “ahora vas a decir que con estrellas es como yo te quiero conquistar…”
Para impresionar una chica le dije que yo era muy amigo del cantante, que parrandeaba con él en Valledupar, y hasta le conté de sus célebres anécdotas. ¡imagínense! Por supuesto, le mentí, pero la canción no, porque me la conseguí fue hablándole de estrella que resultó ser el cantante de la profética canción. Esta dama hoy día es mi esposa.
Esa mañana lo sentí tan humano, tan lejano del artista famoso y legendario, tan común y corriente atendiendo personalmente a sus amigos, un hombre cuyo canto, como el del pájaro hermoso y silvestre de las montañas es igual de hermoso y cristalino en el palacio más imponente o en la choza más humilde, me quedé analizando el momento, y le dije:
Me miró conmovido con los ojos humedecidos y me dijo que nunca había pensado en eso.
Maestro usted con su canto induce a los enamorados a encontrase de nuevo y a los amigos a reunirse tal como los vientos obligan las nubes a juntarse.
Al momento de partir gratamente impresionado por sus extraordinarias dotes de anfitrión y amigo, me regaló un chinchorro guajiro hermosísimo “para que se acueste a escribir” me dijo, yo llegué a mi casa en temple y feliz con el regalo de Zuleta, el problema es que mi mujer no está muy convencida. No te creo, me dijo, quizás de donde sacaste ese chinchorro.
Tengo la impresión de que Poncho Zuleta no sabe lo grande que es, o quizás si lo sabe muy bien, pero cada día es más humilde precisamente porque es muy grande.
Dios le de vida y conserve su voz para que siga llevando alegría a su pueblo.
Yo sabía de su don de gentes y su condición de gran anfitrión desde mucho antes de conocerlo, ahora que lo traté comprendo lo que se dice de él. Que es un verdadero maestro de maestros.
Un domingo de junio a eso de las 10 de la mañana llegué a su casa, ahí estaba el hombre con tres amigos. Yo no lo había tratado mucho pero si lo conocía perfectamente, más aún, llevaba años conociéndolo.
Por Leonardo José Maya
Un domingo de junio a eso de las 10 de la mañana llegué a su casa, ahí estaba el hombre con tres amigos. Yo no lo había tratado mucho pero si lo conocía perfectamente, más aún, llevaba años conociéndolo.
Nos recibió con entusiasmo y comenzamos a hablar como dos viejos amigos del barrio, lo que él no sabía es que yo le tengo una inmensa gratitud guardada.
Fueron sus cantos los que me abrieron los caminos a nuevas emociones que son también los caminos del amor. Sucede que en mi época de estudiante en Barranquilla asistí a una fiesta universitaria y alguien hacía repetir insistentemente una canción que decía “ahora vas a decir que con estrellas es como yo te quiero conquistar…”
Para impresionar una chica le dije que yo era muy amigo del cantante, que parrandeaba con él en Valledupar, y hasta le conté de sus célebres anécdotas. ¡imagínense! Por supuesto, le mentí, pero la canción no, porque me la conseguí fue hablándole de estrella que resultó ser el cantante de la profética canción. Esta dama hoy día es mi esposa.
Esa mañana lo sentí tan humano, tan lejano del artista famoso y legendario, tan común y corriente atendiendo personalmente a sus amigos, un hombre cuyo canto, como el del pájaro hermoso y silvestre de las montañas es igual de hermoso y cristalino en el palacio más imponente o en la choza más humilde, me quedé analizando el momento, y le dije:
Me miró conmovido con los ojos humedecidos y me dijo que nunca había pensado en eso.
Maestro usted con su canto induce a los enamorados a encontrase de nuevo y a los amigos a reunirse tal como los vientos obligan las nubes a juntarse.
Al momento de partir gratamente impresionado por sus extraordinarias dotes de anfitrión y amigo, me regaló un chinchorro guajiro hermosísimo “para que se acueste a escribir” me dijo, yo llegué a mi casa en temple y feliz con el regalo de Zuleta, el problema es que mi mujer no está muy convencida. No te creo, me dijo, quizás de donde sacaste ese chinchorro.
Tengo la impresión de que Poncho Zuleta no sabe lo grande que es, o quizás si lo sabe muy bien, pero cada día es más humilde precisamente porque es muy grande.
Dios le de vida y conserve su voz para que siga llevando alegría a su pueblo.
Yo sabía de su don de gentes y su condición de gran anfitrión desde mucho antes de conocerlo, ahora que lo traté comprendo lo que se dice de él. Que es un verdadero maestro de maestros.