En la semana anterior, las páginas de EL PILÓN y los medios radiales exaltaron los nombres de dos mujeres vallenatas que, por sus acciones sociales, culturales y empresariales, hicieron historia en Valledupar: María Elena Castro de Quintero (1923-2025), quien falleció el 29 de julio a la edad de 101 años, y Consuelo Araujonoguera (1940-2001), por su natalicio 85, el primero de agosto.
María Elena Castro de Quintero fue una mujer que trascendió las fronteras de la comarca por ser un ejemplo universal de madre bondadosa: bendecida de ternura, sensatez y decisiones éticas para orientar a sus hijos en la formación profesional y empresarial. Ella fue una empresaria vanguardista; en 1957 creó la primera supertienda de abasto en Valledupar, fundó un almacén de muebles y otro de modas; cofundadora de las Damas Rosadas del Hospital Rosario Pumarejo de López, junto a sus compañeras: Alicia Villazón de Monsalvo, Martha Uhía de Meza, Esther Pupo Castro, Graciela Molina de Quintero, Emelina Quintero de Villazón y Rosa Villazón de Maya. El director de Tardes de Piano y la Fundación Pentagrama, Pedro Perales, destaca su talento de pianista y su vocación precursora de las actividades artísticas del programa Tardes de Piano.
María Elena, con el abogado y líder político Clemente Quintero Araújo (1912-1983), formó un feliz hogar de tradición católica y de prototipo de desarrollo humano. Sus cinco hijos son distinguidos profesionales: María Clara, abogada, primera y única mujer alcaldesa del municipio de Valledupar y empresaria; Arturo, administrador de empresas, excónsul de Colombia en París e impulsor de la Alianza Colombo Francesa en Valledupar; Jorge Eliecer, abogado y empresario agrícola; Hernando, empresario ganadero; Juan Carlos, abogado, empresario y director del periódico EL PILÓN.
Consuelo Araujonoguera, la recordada ‘Cacica’, escritora, periodista, ministra de Cultura y gestora cultural, universalizó la música de los juglares vallenatos y fundó el Festival de la Leyenda Vallenata. El 30 de septiembre de 2001 fue asesinada por la guerrilla de las Farc. En su homenaje, este texto poético, Luna de abril de mis romances:
La vigilia de acordeones en este Valle que me sueña, fue luna de abril de mis romances, numen inagotable de palabras en el espejo luminoso de las horas.
Anduve sobre los estambres de la lluvia indagando los orígenes del canto.
Abrí mi corazón a los juglares hasta la pirámide mestiza de la fiesta y una nota triste hablaba en el alma con el hondo gemido de un palenque.
Amé las aguas saltarinas del Guatapurí que bendicen la conquista del regreso, el rostro arqueado de la roca gigante donde duerme en sigilo una leyenda.
Amé el sol festivo en las perennes rosas trinitarias, el bosque amarillo vigilante de los sueños y el pájaro invisible en el eco de la ausencia.
Amé la legión interminable de cantores que buscan darle historia a su nombre.
Amé la aurora en la liturgia de mis oraciones.
Amé la vida con la sagrada fortaleza de vivir.
Por José Atuesta Mindiola
