El día 24 del pasado mes de febrero, familiares y amigos, urumiteros y de El Molino, especialmente, tuvimos la satisfacción y alegría de compartir la celebración de los 90 años de vida, de doña Eduvilia López Araújo, en uno de los salones del acogedor Club Campestre de Valledupar. Su niñez se inició en la década […]
El día 24 del pasado mes de febrero, familiares y amigos, urumiteros y de El Molino, especialmente, tuvimos la satisfacción y alegría de compartir la celebración de los 90 años de vida, de doña Eduvilia López Araújo, en uno de los salones del acogedor Club Campestre de Valledupar.
Su niñez se inició en la década de los años 30 del pasado siglo XX, época en la cual, por decirlo así, nuestro país —como los otros latinoamericanos—comenzaba con algún crecimiento económico, después de las convalecencias de la guerra de Los Mil
Días, la pérdida de Panamá y los coletazos de la Primera Guerra Mundial, que si bien no participó en el conflicto, sufrió sus repercusiones económicas. Otros dos soslayos negativos fueron el crack bursátil de los EE. UU. del año 1929 y la Segunda Guerra Mundial, cuyas consecuencias económicas negativas fueron paleadas con éxito posteriormente por los dos gobiernos del presidente de aquel país, Franklin D. Roosevelt.
A pesar de que el panorama humano a que se contrae esta columna es sencillo, he querido traer lo anterior a ella, por algunas cosas que diré.
Las provincias de Valledupar y de Padilla eran pobres en todos los aspectos, inclusive con relativas pocas comunicaciones entre sí por parte de sus habitantes, quienes eran exclusivamente autóctonos. Feraces sus tierras, unas con título de propiedad privada provenientes de la Corona española y otras muchas baldías.
En cada una de sus poblaciones hubo familias dirigentes de su organización social quienes también se distinguieron por su vocación para la explotación agrícola y ganadera. Algunos de sus hombres se dieron cuenta del renacimiento de las relaciones económicas del país del Norte con los del Sur, financiación de fomento, importación de maquinaria agrícola, de sementales bovinos para el mejoramiento del hato ganadero, etcétera. El joven Campo Elías López Torres, fue uno de ellos, en la población de Urumita, donde levantó su hermosa finca ganadera La Habana, y
producía pancoger, que su generosidad regaba en las casas pobres de Urumita, muchas, usando su camineta Ford, color rojo. Allí contrajo matrimonio con doña Dolores Araújo Mejía, quienes criaron y levantaron una familia distinguida, contribuyente moral de la sociedad.
Hijas e hijos recibieron esmerada educación. El mayor de ellos, Dr. Raúl López Araujo, reconocido arquitecto, quien ejerció su profesión, entre otras ciudades, en Valledupar, asociado con el meritorio arquitecto, ambos fallecidos, Dr. Julio Villazón Baquero. Valledupar muestra sus varias magníficas obras arquitectónicas. También fue senador de la República, circunscripción del Cesar, por el partido Liberal. Casado con doña María Elena Daza, padres de hijos fumados profesionalmente, entre estos, el arquitecto Campo Elías López Daza,
residenciado en Barranquilla. Don Alfonso López Araújo, generoso, no sólo como padre, sino, también como tío, ganadero importante del Cesar, casado con Doña Lucila Morón Cotes, igualmente formaron una familia espléndida, el abogado Dr. Campo Elías López Morón, es uno de sus connotados vástagos. Jaime López Araújo, ganadero y gallero famoso, casado con Doña María Estela Torres, su hogar integrado por magníficos hijos, entre estos, médico Jaime Luis López Torres, eminente cardiólogo, ejerce en la ciudad de Medellín, cooptado nada menos que por la excelente Clínica Las Américas; odontólogo Campo López Torres, con reputado servicio profesional en las ciudades de Valledupar y Barranquilla.
De esta familia maravillosa hace parte muy importante la homenajeada, Doña
Eduvilia López Araújo, quien vive en Valledupar con su otra distinguida hermana, abogada Mariela López Araújo, quien en sus años de juventud ejerció su profesión, especialmente en temas relacionados con la administración de empresas económicas, y la atención de su sobrina, hija del Dr. Raúl López Araújo, arquitecta, como él, Ángela López Varela. Ellas fueron auspiciosas colaboradoras de la educación profesional de varios de sus sobrinos. A su edad, ambas son el polo de atracción de sus parientes, quienes las cuidamos con cariñoso afecto. [email protected]
Rodrigo López Barros
El día 24 del pasado mes de febrero, familiares y amigos, urumiteros y de El Molino, especialmente, tuvimos la satisfacción y alegría de compartir la celebración de los 90 años de vida, de doña Eduvilia López Araújo, en uno de los salones del acogedor Club Campestre de Valledupar. Su niñez se inició en la década […]
El día 24 del pasado mes de febrero, familiares y amigos, urumiteros y de El Molino, especialmente, tuvimos la satisfacción y alegría de compartir la celebración de los 90 años de vida, de doña Eduvilia López Araújo, en uno de los salones del acogedor Club Campestre de Valledupar.
Su niñez se inició en la década de los años 30 del pasado siglo XX, época en la cual, por decirlo así, nuestro país —como los otros latinoamericanos—comenzaba con algún crecimiento económico, después de las convalecencias de la guerra de Los Mil
Días, la pérdida de Panamá y los coletazos de la Primera Guerra Mundial, que si bien no participó en el conflicto, sufrió sus repercusiones económicas. Otros dos soslayos negativos fueron el crack bursátil de los EE. UU. del año 1929 y la Segunda Guerra Mundial, cuyas consecuencias económicas negativas fueron paleadas con éxito posteriormente por los dos gobiernos del presidente de aquel país, Franklin D. Roosevelt.
A pesar de que el panorama humano a que se contrae esta columna es sencillo, he querido traer lo anterior a ella, por algunas cosas que diré.
Las provincias de Valledupar y de Padilla eran pobres en todos los aspectos, inclusive con relativas pocas comunicaciones entre sí por parte de sus habitantes, quienes eran exclusivamente autóctonos. Feraces sus tierras, unas con título de propiedad privada provenientes de la Corona española y otras muchas baldías.
En cada una de sus poblaciones hubo familias dirigentes de su organización social quienes también se distinguieron por su vocación para la explotación agrícola y ganadera. Algunos de sus hombres se dieron cuenta del renacimiento de las relaciones económicas del país del Norte con los del Sur, financiación de fomento, importación de maquinaria agrícola, de sementales bovinos para el mejoramiento del hato ganadero, etcétera. El joven Campo Elías López Torres, fue uno de ellos, en la población de Urumita, donde levantó su hermosa finca ganadera La Habana, y
producía pancoger, que su generosidad regaba en las casas pobres de Urumita, muchas, usando su camineta Ford, color rojo. Allí contrajo matrimonio con doña Dolores Araújo Mejía, quienes criaron y levantaron una familia distinguida, contribuyente moral de la sociedad.
Hijas e hijos recibieron esmerada educación. El mayor de ellos, Dr. Raúl López Araujo, reconocido arquitecto, quien ejerció su profesión, entre otras ciudades, en Valledupar, asociado con el meritorio arquitecto, ambos fallecidos, Dr. Julio Villazón Baquero. Valledupar muestra sus varias magníficas obras arquitectónicas. También fue senador de la República, circunscripción del Cesar, por el partido Liberal. Casado con doña María Elena Daza, padres de hijos fumados profesionalmente, entre estos, el arquitecto Campo Elías López Daza,
residenciado en Barranquilla. Don Alfonso López Araújo, generoso, no sólo como padre, sino, también como tío, ganadero importante del Cesar, casado con Doña Lucila Morón Cotes, igualmente formaron una familia espléndida, el abogado Dr. Campo Elías López Morón, es uno de sus connotados vástagos. Jaime López Araújo, ganadero y gallero famoso, casado con Doña María Estela Torres, su hogar integrado por magníficos hijos, entre estos, médico Jaime Luis López Torres, eminente cardiólogo, ejerce en la ciudad de Medellín, cooptado nada menos que por la excelente Clínica Las Américas; odontólogo Campo López Torres, con reputado servicio profesional en las ciudades de Valledupar y Barranquilla.
De esta familia maravillosa hace parte muy importante la homenajeada, Doña
Eduvilia López Araújo, quien vive en Valledupar con su otra distinguida hermana, abogada Mariela López Araújo, quien en sus años de juventud ejerció su profesión, especialmente en temas relacionados con la administración de empresas económicas, y la atención de su sobrina, hija del Dr. Raúl López Araújo, arquitecta, como él, Ángela López Varela. Ellas fueron auspiciosas colaboradoras de la educación profesional de varios de sus sobrinos. A su edad, ambas son el polo de atracción de sus parientes, quienes las cuidamos con cariñoso afecto. [email protected]
Rodrigo López Barros