En el folclor vallenato es frecuente escuchar en los diferentes medios de comunicación en forma ligera y a veces irresponsable, solo por física ignorancia a falsos pontífices que dogmatizan sin jamás haber consultado o curioseado alguna de las biblias del vallenato, sobre las muchísimas dinastías que según ellos le dan brillo a la música de […]
En el folclor vallenato es frecuente escuchar en los diferentes medios de comunicación en forma ligera y a veces irresponsable, solo por física ignorancia a falsos pontífices que dogmatizan sin jamás haber consultado o curioseado alguna de las biblias del vallenato, sobre las muchísimas dinastías que según ellos le dan brillo a la música de Francisco El Hombre.
En repetidas ocasiones he sido testigo de la forma desvirolada como algún fulano, micrófono en mano presenta un par de pajarracos primos entre sí, el uno guacharaquero y el otro dándole a la caja, que por tener el mismo apellido representan según el fulano de marras la dinastía de los tal de tal parte.
Igualmente si es el caso de un acordeonero y un hermano cantante sin que exista tradición musical en la familia y sin que ellos sean músicos sobresalientes, el tipo del micrófono los anuncia como la nueva dinastía del vallenato.
Este concepto de una nueva dinastía es algo contradictorio o paradójico, al igual que el de un joven veterano o un principiante consagrado, ya que una verdadera dinastía surge, se perfila y se consolida con el tiempo, siendo necesario que por lo menos en tres generaciones consecutivas se destaquen individuos del mismo núcleo familiar.
Sin embargo, se podría aceptar por ejemplo en el caso que en el siglo anterior brilló cierta dinastía con todas las de la ley y después de llegar al ocaso, tras un periodo prolongado de tiempo, ya en este siglo individuos de la misma corriente sanguínea sobresalgan notablemente en varias generaciones como una nueva dinastía respecto a la anterior, diferente a los pajarracos del comienzo que sin ningún ancestro musical notable se les otorgue semejante distinción.
El término dinastía significa prestigio, respeto y admiración para aquellos grupos familiares de miembros sobresalientes por sus virtudes artísticas en el caso del vallenato, ya que abundan familias musicales donde numerosos miembros desgranan sin coger punterías, corcheas en cualquier pentagrama, pero que lo hacen sin salirse de la línea y sin alcanzar los niveles propios de los virtuosos, pasando en esta forma desapercibidos ante la historia. Está claro entonces que una dinastía no la forma la cantidad, sino la calidad de sus miembros.
Es el caso de los celebres hermanos López, cuya dinastía se inicia con los mayores López, Juan y Pablo, padre este de Miguel, Elberto (El Debe), Poncho y Pablo y abuelo de Alvarito y Román, con vínculos sanguíneos muy cercanos con Dagoberto López y su hijo Navin, además de su estrecho parentesco con Alfredo Gutiérrez Acosta, el papa de Alfredo, trirrey del Festival Vallenato, quienes son motivos de orgullo para nuestra cultura musical.
Ojalá aquellos fulanos del micrófono volantón se interesen por estudiar un poco los temas que tratan, pues corren el riesgo de llegar a conformar con el tiempo una verdadera dinastía de la irresponsabilidad y la mentira.
En el folclor vallenato es frecuente escuchar en los diferentes medios de comunicación en forma ligera y a veces irresponsable, solo por física ignorancia a falsos pontífices que dogmatizan sin jamás haber consultado o curioseado alguna de las biblias del vallenato, sobre las muchísimas dinastías que según ellos le dan brillo a la música de […]
En el folclor vallenato es frecuente escuchar en los diferentes medios de comunicación en forma ligera y a veces irresponsable, solo por física ignorancia a falsos pontífices que dogmatizan sin jamás haber consultado o curioseado alguna de las biblias del vallenato, sobre las muchísimas dinastías que según ellos le dan brillo a la música de Francisco El Hombre.
En repetidas ocasiones he sido testigo de la forma desvirolada como algún fulano, micrófono en mano presenta un par de pajarracos primos entre sí, el uno guacharaquero y el otro dándole a la caja, que por tener el mismo apellido representan según el fulano de marras la dinastía de los tal de tal parte.
Igualmente si es el caso de un acordeonero y un hermano cantante sin que exista tradición musical en la familia y sin que ellos sean músicos sobresalientes, el tipo del micrófono los anuncia como la nueva dinastía del vallenato.
Este concepto de una nueva dinastía es algo contradictorio o paradójico, al igual que el de un joven veterano o un principiante consagrado, ya que una verdadera dinastía surge, se perfila y se consolida con el tiempo, siendo necesario que por lo menos en tres generaciones consecutivas se destaquen individuos del mismo núcleo familiar.
Sin embargo, se podría aceptar por ejemplo en el caso que en el siglo anterior brilló cierta dinastía con todas las de la ley y después de llegar al ocaso, tras un periodo prolongado de tiempo, ya en este siglo individuos de la misma corriente sanguínea sobresalgan notablemente en varias generaciones como una nueva dinastía respecto a la anterior, diferente a los pajarracos del comienzo que sin ningún ancestro musical notable se les otorgue semejante distinción.
El término dinastía significa prestigio, respeto y admiración para aquellos grupos familiares de miembros sobresalientes por sus virtudes artísticas en el caso del vallenato, ya que abundan familias musicales donde numerosos miembros desgranan sin coger punterías, corcheas en cualquier pentagrama, pero que lo hacen sin salirse de la línea y sin alcanzar los niveles propios de los virtuosos, pasando en esta forma desapercibidos ante la historia. Está claro entonces que una dinastía no la forma la cantidad, sino la calidad de sus miembros.
Es el caso de los celebres hermanos López, cuya dinastía se inicia con los mayores López, Juan y Pablo, padre este de Miguel, Elberto (El Debe), Poncho y Pablo y abuelo de Alvarito y Román, con vínculos sanguíneos muy cercanos con Dagoberto López y su hijo Navin, además de su estrecho parentesco con Alfredo Gutiérrez Acosta, el papa de Alfredo, trirrey del Festival Vallenato, quienes son motivos de orgullo para nuestra cultura musical.
Ojalá aquellos fulanos del micrófono volantón se interesen por estudiar un poco los temas que tratan, pues corren el riesgo de llegar a conformar con el tiempo una verdadera dinastía de la irresponsabilidad y la mentira.