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Columnista - 10 abril, 2025

Difícil carga

Tomo esta frase de la exclamación del patriarca Jacob, cuando se quejaba de la pérdida de su hijo José y la inminente pérdida de Simeón y Benjamín. Es un grito de desespero y fastidio ante las circunstancias de la vida. Una carga difícil de soportar. 

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“Estas cosas acabarán conmigo” (Génesis 42,36).

Tomo esta frase de la exclamación del patriarca Jacob, cuando se quejaba de la pérdida de su hijo José y la inminente pérdida de Simeón y Benjamín. Es un grito de desespero y fastidio ante las circunstancias de la vida. Una carga difícil de soportar.  Tres cosas siempre deseamos: Saber, tener y poder. Hoy quiero referirme al poder, que no es otra cosa que la capacidad, facultad o potencia para hacer algo; esto implica tener la facilidad, el tiempo y el lugar para lograrlo u obtenerlo.

En ocasiones, por el continuo rozamiento de las telas o la fricción de un metal contra otro se producen unas chispas de corriente eléctrica; del mismo modo, cuando Dios quiere infundir más poder en nuestras vidas. Él ejerce una presión mayor y engendra una fuerza espiritual, por medio de una dura fricción, llamada poder. Cuando esto ocurre, la reacción normal es que nos desagrade la situación y huyamos de la presión en vez de aguantar para obtener el poder y utilizarlo para elevarnos por encima de las causas que nos producen dolor o malestar. 

Para que exista un verdadero equilibrio, necesitamos de fuerzas centrípetas y centrifugas que nos mantengan en la órbita normal de los acontecimientos. Algunas circunstancias nos impelen y otras nos repelen para que no tengamos un concepto más elevado de nosotros mismos, sino que pensemos de cada uno con cordura, conforme con la medida de fe. Ni más, ni menos. 

En su sabiduría, Dios guía nuestras vidas de esa manera. No es suficiente tener fuerzas que nos impelen y nos impulsan, también tenemos necesidad de personas y circunstancias que se oponen; de esta manera, Dios nos robustece y sostiene por medio de las dificultades del camino, la presión de las pruebas, la tentación que corta el avance y todas aquellas cosas que parecen actuar contra nosotros. Pero, verdaderamente, todas estas adversidades hacen adelantar nuestro camino y nos ayudan en el proceso de formación espiritual. 

Amados amigos lectores: Seamos agradecidos con Dios. Tanto los reveses como los logros son parte del pensum académico y práctico de Dios para formarnos. Tomemos nuestra carga lo mismo que nuestras alas y empujemos con ilusión y fuerza hacia el elevado llamamiento de Dios en Cristo Jesús. He aprendido con el paso de los años que, no podemos depender de las personas y las situaciones, ni de todo apoyo de la razón humana; sino que, tenemos que lanzarnos para quedarnos colgados de Dios solamente. 

Habrá tiempos y lugares en los que pareciera que Dios nos cerca con una pared misteriosa y nos separa de toda ayuda y modos ordinarios en que hacemos las cosas y nos encierra para hacer algo divino que es completamente nuevo e inesperado. Algo a lo que no se adapta la manera tradicional de hacer las cosas, e incluso tampoco sabemos lo que ha de acontecer. Es justo allí, donde Dios moldea nuestras vidas y hace que nos dirijamos hacia él. 

La vida espiritual no consiste en la monótona repetición de los mismos actos y cosas en donde todo lo tenemos calculado; sino en poder depender de Dios y saber que más allá de toda circunstancia, él está obrando. Algunas veces, Dios tiene que cerrar la puerta sobre nosotros para poder hablarnos, muchas veces a través del dolor y el sufrimiento, para darnos un secreto divino precioso. Nuestra responsabilidad consiste en poner el balde para recoger la lluvia, el agua la pone Dios.   

Un fuerte abrazo y feliz Semana Mayor.

Por: Valerio Mejía.

Columnista
10 abril, 2025

Difícil carga

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

Tomo esta frase de la exclamación del patriarca Jacob, cuando se quejaba de la pérdida de su hijo José y la inminente pérdida de Simeón y Benjamín. Es un grito de desespero y fastidio ante las circunstancias de la vida. Una carga difícil de soportar. 


“Estas cosas acabarán conmigo” (Génesis 42,36).

Tomo esta frase de la exclamación del patriarca Jacob, cuando se quejaba de la pérdida de su hijo José y la inminente pérdida de Simeón y Benjamín. Es un grito de desespero y fastidio ante las circunstancias de la vida. Una carga difícil de soportar.  Tres cosas siempre deseamos: Saber, tener y poder. Hoy quiero referirme al poder, que no es otra cosa que la capacidad, facultad o potencia para hacer algo; esto implica tener la facilidad, el tiempo y el lugar para lograrlo u obtenerlo.

En ocasiones, por el continuo rozamiento de las telas o la fricción de un metal contra otro se producen unas chispas de corriente eléctrica; del mismo modo, cuando Dios quiere infundir más poder en nuestras vidas. Él ejerce una presión mayor y engendra una fuerza espiritual, por medio de una dura fricción, llamada poder. Cuando esto ocurre, la reacción normal es que nos desagrade la situación y huyamos de la presión en vez de aguantar para obtener el poder y utilizarlo para elevarnos por encima de las causas que nos producen dolor o malestar. 

Para que exista un verdadero equilibrio, necesitamos de fuerzas centrípetas y centrifugas que nos mantengan en la órbita normal de los acontecimientos. Algunas circunstancias nos impelen y otras nos repelen para que no tengamos un concepto más elevado de nosotros mismos, sino que pensemos de cada uno con cordura, conforme con la medida de fe. Ni más, ni menos. 

En su sabiduría, Dios guía nuestras vidas de esa manera. No es suficiente tener fuerzas que nos impelen y nos impulsan, también tenemos necesidad de personas y circunstancias que se oponen; de esta manera, Dios nos robustece y sostiene por medio de las dificultades del camino, la presión de las pruebas, la tentación que corta el avance y todas aquellas cosas que parecen actuar contra nosotros. Pero, verdaderamente, todas estas adversidades hacen adelantar nuestro camino y nos ayudan en el proceso de formación espiritual. 

Amados amigos lectores: Seamos agradecidos con Dios. Tanto los reveses como los logros son parte del pensum académico y práctico de Dios para formarnos. Tomemos nuestra carga lo mismo que nuestras alas y empujemos con ilusión y fuerza hacia el elevado llamamiento de Dios en Cristo Jesús. He aprendido con el paso de los años que, no podemos depender de las personas y las situaciones, ni de todo apoyo de la razón humana; sino que, tenemos que lanzarnos para quedarnos colgados de Dios solamente. 

Habrá tiempos y lugares en los que pareciera que Dios nos cerca con una pared misteriosa y nos separa de toda ayuda y modos ordinarios en que hacemos las cosas y nos encierra para hacer algo divino que es completamente nuevo e inesperado. Algo a lo que no se adapta la manera tradicional de hacer las cosas, e incluso tampoco sabemos lo que ha de acontecer. Es justo allí, donde Dios moldea nuestras vidas y hace que nos dirijamos hacia él. 

La vida espiritual no consiste en la monótona repetición de los mismos actos y cosas en donde todo lo tenemos calculado; sino en poder depender de Dios y saber que más allá de toda circunstancia, él está obrando. Algunas veces, Dios tiene que cerrar la puerta sobre nosotros para poder hablarnos, muchas veces a través del dolor y el sufrimiento, para darnos un secreto divino precioso. Nuestra responsabilidad consiste en poner el balde para recoger la lluvia, el agua la pone Dios.   

Un fuerte abrazo y feliz Semana Mayor.

Por: Valerio Mejía.