El diseñador vallenato decidió narrar difíciles pasajes de su vida íntima, momentos agridulces de su carrera y sus triunfos.
En el almacén Clase Aparte ubicado en la carrera séptima en Valledupar trabajó por primera vez Darío de Jesús Valencia Peñaloza. Un vallenato que a los tres años salió del barrio Primero de Mayo a vivir con su familia en ‘Cinco Esquinas’, pleno centro de la capital cesarense, situación que marcó su vida para siempre.
Su madre, Cielo Peñaloza, era la dueña de ese establecimiento comercial donde además de ropa vendían electrodomésticos, licores, entre otros elementos.
“Desde muy niño le ayudé a mi mamá, ella siempre cosía, mi abuelita era sastre. Mis papás se separaron, nosotros nos quedamos con ella, y yo el único hombre de la casa tuve que ayudarla. Crecí fue trabajando y estudiando. Me encantaba coger las máquinas de coser y hacer camisas. Les hacía ropa a las muñecas de mi hermana. Coleccionaba la revista Bazaar en español, donde veía diseñadores italianos. Desde pequeño sabía quién era Christian Dior, Valentino, los que más admiraba. Siempre me imaginaba siendo diseñador”, dijo.
Después de graduarse como bachiller en el Colegio Nacional Loperena, Darío tomó la decisión de estudiar diseño de modas. Tenía 18 años cuando partió hacia la fría Bogotá a realizar su sueño.
“Fue en 1985. Mi mamá pensó que lo más importante que se le puede dar a un hijo es la educación. Ella quería que fuera abogado, porque mi hermana mayor es arquitecta y la segunda estudió fisioterapia y salud ocupacional, además el menor estudiaba Ingeniería Civil, entonces yo al salir con eso, no estaba convencida. Pero siempre recibí el apoyo, me decía que no podía truncarme la vida, a ella le tocó crecer muy fuerte porque era papá y mamá. A ella le debo las enseñanzas, de ser un hombre honesto, de tratar bien a la gente, pagar puntual, todo eso lo vi en la casa y lo aprendí”, manifestó.
Fue su fina pluma para plasmar figurines excepcionales sobre el papel e imaginar nuevas modas para luego traerlas a la realidad, lo que llevó a Darío Valencia no solo a graduarse con honores, ser el más destacado alumno de la promoción en la Escuela Arturo Tejada Cano, sino a ganarse una oportunidad para ser docente.
Fue así como el propietario de la misma le pidió que se quedara laborando como profesor de dibujo y figura humana. También le consiguió un segundo trabajo como diseñador en una fábrica bogotana donde aprendió sobre el proceso producción.
Con la experiencia que obtenía y dispuesto a ser reconocido, Darío hizo vestidos de baños. Fue ahí cuando decidió ir más allá y buscar una oportunidad para salir en revistas.
“Un día tomé 10 vestidos de baño, vi quién era el que entrevistaba a las reinas y me fui para la revista Cromos. Recuerdo que el periodista era Hollman Morales y llegué a preguntar por él. Me preguntaron ¿Quién lo necesita?, Yo respondí: Darío Valencia, y me hicieron pasar. Yo sorprendido llegué a su escritorio le conté quién era y le mostré los vestidos para ver si algún día le servía para unas fotos. Me dijo qué chévere. Un día me llamó, me dijo que a María Mónica Urbina le habían gustado mis diseños, entonces me propusieron hacer la portada con ellos. A los tres días yo estaba con las dos Miss Colombia y otra modelo de La Guajira. Cuando salió publicada compré como 10 ejemplares y le envié una a mi mamá. Ahí empezó todo”, relató.
Gracias a la disciplina, talento y perseverancia, Darío Valencia se quedó trabajando para esa revista. Hasta que un día llegó la productora de una novela que Caracol estaba preparando para el Canal Uno preguntando por un diseñador para organizar el vestuario de la misma. Esa era la oportunidad que estaba esperando el joven vallenato.
“Mi jefa en ese momento me señaló. Comenzó a hablarle de mí, decía: es excelente tiene ideas buenas, si tú le dices algo te lo levanta y al día siguiente te tiene el ‘trapo’ listo. Entonces me citaron con el vicepresidente de Caracol. Me preguntaron que si había hecho ropa para televisión y dije que sí. A todo lo que me preguntaban decía que sí. El trabajo era mío”, recordó.
Fue así como Darío Valencia ingresó al mundo de la televisión. Fue el diseñador de la novela Solo una Mujer con Viena Ruiz, Marcelo Cezán, Angy Cepeda, Isabela Santodomingo y Nórida Rodríguez, de donde salieron amistades que aún conserva.
Se encargó del vestuario y accesorios de otras producciones como Tentaciones, La Sombra del Deseo, Sábados Felices, El Amor es más Fuerte, El Magazín Caracol, Flor de Oro y la Viuda de Alejo Durán, entre otras.
Sin embargo, esa última fue la que lo hizo pensar en cambiar de trabajo. Después de siete años dedicados a la ‘pantalla chica’ decidió retirarse y en 1999 definió volver a su tierra.
El amante de la moda, las telas y comida tradicional se cansó de trabajar en televisión y fue así como 15 años después de estar en la ‘nevera’ organizó su maleta (esta vez más grande) y regresó a Valledupar con una meta más ambiciosa y para muchos más difícil: ser profeta en su tierra.
“Empecé a hacer la ropa para montar mi propia empresa. Tenía cerca de 32 años. Me decían que estaba loco, pero me arriesgué. Hice mi trasteo, llegué a la novena porque era el centro comercial de Valledupar. Alquilé un local y lo adecué, en diciembre de 1999 inauguré mi negocio; Darío Valencia se llamó”, subrayó.
No fue tan traumático hacer ese giro en su carrera, debido a que un mes después de inaugurar el negocio ya sus diseños se vendían muy bien. El traer tejidos y creaciones innovadoras le ayudó a destacarse entre las familias vallenatas y rápidamente ganó mucha aceptación: “Fue en diciembre de 1999 cuando abrí. Empecé en el garaje de mi casa, una máquina, con una fileteadora, una mesa con plancha y una sola persona asistiéndome”.
Sin embargo, después de 17 años ahí, sentía que faltaba algo más para que su felicidad fuera completa. Y es que el niño que atendió aquél almacén por años en la carrera séptima siempre quiso una casa de modas. Un fruto de tanto esfuerzo que lograra llenar mucho más de orgullo a su madre Cielo, su eje fundamental en la vida. Fue entonces cuando empezó a tejer esa realidad. Hace dos años inauguró su tesoro en la diagonal 6ª 13-43 del barrio Los Músicos en Valledupar.
“Cuando la vi me sentí realizado. Todas las personas debemos tener un sueño. Así se va trazando una meta, se cumple una y quieres otra. Hoy en día la gente joven quiere salir de estudiar y de una tener éxito, pero es poco a poco, con tiempo. Yo tuve que pasar por mucho para lograr esto”, reflexionó.
La casa de modas Darío Valencia actualmente cuenta con 25 personas laborando, entre los que atienden, zona de corte, confección, acabado, plancha, auditoria, administración, contabilidad, entre otros departamentos necesarios para que la empresa funcione. Los diseños se venden a famosos y personas del común no sólo en Valledupar, sino también en Barranquilla, Cali, Bogotá, Pereira, entre otras ciudades de Colombia.
Si bien la vida de cualquier persona está llena de altibajos, Darío Valencia entiende que además del éxito, le tocó pasar momentos duros como cualquier otro. Sin embargo, hubo dos situaciones que definitivamente nunca pensó podrían sucederle.
Primero, se sintió decepcionado y confundido luego de conocer sobre el suicidio de Walter Pérez Castro, un diseñador que antes de decidir acabar con su vida dejó una carta en la que lo señalaba como culpable de su acción.
“Walter fue un diseñador que vino a Valledupar y me pidió trabajo, que no estaba haciendo nada, que había quebrado en Barranquilla. Entonces terminó trabajando conmigo, estuvo dos años aquí. Un día llegó y me dijo que necesitaba una plata para abrir una academia de diseño, entonces yo le hice el favor de ir al banco, de coger un crédito a nombre mío porque estaba reportado, le entregué la plata, se fue y nunca más volvió, nunca me pagó”, manifestó.
Él no entendía cómo un hombre al que ayudó, le hizo tanto daño. Al final Darío tuvo que pagarle la plata al banco y quedar envuelto en un caso de suicidio. Pero esa prueba no era la única que tenía que pasar, se aproximaba una peor: la noche del 15 de junio de 2019, Javier Eduardo Jiménez Forero, un joven de 25 años, con quien sostenía una relación de ocho meses, intentó asesinarlo.
De acuerdo con el diseñador, ese joven lo llamó en la noche cuando estaba en el grado de un colegio, y se vieron en su casa. Después con un cuchillo intentó ‘apagarle la vida’. Le dijo que lo había vendido a una banda y al poco tiempo abrió la puerta del garaje para que ingresara otra persona. Con la poca fuerza que tenía, Darío aprovechó para activar la alarma, situación que enojó mucho más al instructor físico, quien decidió junto con su acompañante torturarlo hasta saber que había muerto.
“Llegó un momento en el que dije hasta aquí llegó mi vida. Yo pensé que era el fin, pero algo me dijo: hazte el muerto, cuando me estaba asfixiando lo hice, y eso me protegió. Dios me tiene para grandes cosas. Hubo un momento en que ellos quisieron sacarme un ojo, tenía mis manos heridas, yo pensaba en cómo me van a hacer esto. El ojo era el que me tenía preocupado, pues por mi trabajo. Cuando por fin se fueron, yo me quedé un minuto ahí, pensé que había sido una pesadilla, pero abrí mis ojos y vi la sangre, me dolía el ojo, las manos, el cuerpo. Fue horrible”, dijo con voz entrecortada.
Pese a que se llevaron el material de la cámara de seguridad, ellos no contaron con que todo lo que se grababa ahí se iba de inmediato a la nube (internet). Todo quedó registrado, inmediatamente Darío Valencia puso en conocimiento de las autoridades lo que había sucedido.
Pasaron más de 40 días para que capturaran al agresor, tiempo en que el diseñador se sentía perseguido. Antes de eso, los medios habían registrado el hecho como un simple robo. Pero después de la audiencia, fue revelado el video donde se ve una parte de lo que sucedió esa ‘oscura’ madrugada, y de inmediato se conoció la verdad.
“El día que se conoció la noticia, yo estaba almorzando con un amigo, me llegó el vídeo, y me sorprendí. Una de las que estaba en el restaurante dijo que me habían matado. Al verme se disculparon, algunas personas se acercaron a apoyarme, pero otras querían saber más. Hay mucha gente que me demuestra el cariño, hace poco me hicieron una misa. Fueron muchos”, dijo.
Ahora, después de muchas pesadillas por lo sucedido, no poder dormir solo por un largo tiempo, y un viaje a New York para alejarse y cambiar de ambiente, sabe que quiere dejar ese terrible episodio de su vida atrás. Concentrarse solo en su trabajo, su familia.
“Yo no quiero hablar más nunca con él. Me humillaron, me trataron mal, me cortaron, me patearon. No guardo odio, pero es algo que me duele y todavía está ahí. Yo le dejé eso a la ley, que ellos se encarguen de eso. No quiero saber más nada”, reiteró.
Aunque fue duro lo que tuvo que afrontar, Darío de Jesús sigue con una gran sonrisa. Enamorado mucho más de su arte. Soñando en grande, continuando con sus ideales, dejando a un lado una relación amorosa, hasta que sanen las cicatrices.
“Cuando tú haces las cosas con amor, eso se refleja, cuando la clienta ve eso, a uno le agrada mucho, cada pieza se va volviendo favorita, cada vez que adquieres más conocimientos, te gusta más esto”, expresó.
Uno de sus diseñadores favoritos es Valentino, pero en el Cesar le gusta lo que crean María Angélica Guerra, Naiduth Geles, Carmenza Arroyo, José Cuello, entre otros. Por eso cree que Valledupar tiene las bases para ser un buen punto de moda en el país.
El amante de la comida criolla, de un buen arroz de fideo con carne molida, confesó que dar a conocer mucho más su nombre, su marca, es una de las metas a futuro. Siempre de la mano con sus principales protagonistas: sus clientas.
“Hay que evolucionar. A quienes quieran llegar lejos les digo que tienen que tomarse su tiempo. Ahora será más corto, pero la disciplina es importante porque vence todo, el talento, la inteligencia, si eres disciplinado logras lo que quieras en la vida. A mis clientas, les digo que son todo para mí. Son el complemento de mi carrera, cada una lleva un pedazo de mí, sin ellas no existiría”, concluyó.
Por: Tatiana Orozco M. /Invitada, EL PILÓN
El diseñador vallenato decidió narrar difíciles pasajes de su vida íntima, momentos agridulces de su carrera y sus triunfos.
En el almacén Clase Aparte ubicado en la carrera séptima en Valledupar trabajó por primera vez Darío de Jesús Valencia Peñaloza. Un vallenato que a los tres años salió del barrio Primero de Mayo a vivir con su familia en ‘Cinco Esquinas’, pleno centro de la capital cesarense, situación que marcó su vida para siempre.
Su madre, Cielo Peñaloza, era la dueña de ese establecimiento comercial donde además de ropa vendían electrodomésticos, licores, entre otros elementos.
“Desde muy niño le ayudé a mi mamá, ella siempre cosía, mi abuelita era sastre. Mis papás se separaron, nosotros nos quedamos con ella, y yo el único hombre de la casa tuve que ayudarla. Crecí fue trabajando y estudiando. Me encantaba coger las máquinas de coser y hacer camisas. Les hacía ropa a las muñecas de mi hermana. Coleccionaba la revista Bazaar en español, donde veía diseñadores italianos. Desde pequeño sabía quién era Christian Dior, Valentino, los que más admiraba. Siempre me imaginaba siendo diseñador”, dijo.
Después de graduarse como bachiller en el Colegio Nacional Loperena, Darío tomó la decisión de estudiar diseño de modas. Tenía 18 años cuando partió hacia la fría Bogotá a realizar su sueño.
“Fue en 1985. Mi mamá pensó que lo más importante que se le puede dar a un hijo es la educación. Ella quería que fuera abogado, porque mi hermana mayor es arquitecta y la segunda estudió fisioterapia y salud ocupacional, además el menor estudiaba Ingeniería Civil, entonces yo al salir con eso, no estaba convencida. Pero siempre recibí el apoyo, me decía que no podía truncarme la vida, a ella le tocó crecer muy fuerte porque era papá y mamá. A ella le debo las enseñanzas, de ser un hombre honesto, de tratar bien a la gente, pagar puntual, todo eso lo vi en la casa y lo aprendí”, manifestó.
Fue su fina pluma para plasmar figurines excepcionales sobre el papel e imaginar nuevas modas para luego traerlas a la realidad, lo que llevó a Darío Valencia no solo a graduarse con honores, ser el más destacado alumno de la promoción en la Escuela Arturo Tejada Cano, sino a ganarse una oportunidad para ser docente.
Fue así como el propietario de la misma le pidió que se quedara laborando como profesor de dibujo y figura humana. También le consiguió un segundo trabajo como diseñador en una fábrica bogotana donde aprendió sobre el proceso producción.
Con la experiencia que obtenía y dispuesto a ser reconocido, Darío hizo vestidos de baños. Fue ahí cuando decidió ir más allá y buscar una oportunidad para salir en revistas.
“Un día tomé 10 vestidos de baño, vi quién era el que entrevistaba a las reinas y me fui para la revista Cromos. Recuerdo que el periodista era Hollman Morales y llegué a preguntar por él. Me preguntaron ¿Quién lo necesita?, Yo respondí: Darío Valencia, y me hicieron pasar. Yo sorprendido llegué a su escritorio le conté quién era y le mostré los vestidos para ver si algún día le servía para unas fotos. Me dijo qué chévere. Un día me llamó, me dijo que a María Mónica Urbina le habían gustado mis diseños, entonces me propusieron hacer la portada con ellos. A los tres días yo estaba con las dos Miss Colombia y otra modelo de La Guajira. Cuando salió publicada compré como 10 ejemplares y le envié una a mi mamá. Ahí empezó todo”, relató.
Gracias a la disciplina, talento y perseverancia, Darío Valencia se quedó trabajando para esa revista. Hasta que un día llegó la productora de una novela que Caracol estaba preparando para el Canal Uno preguntando por un diseñador para organizar el vestuario de la misma. Esa era la oportunidad que estaba esperando el joven vallenato.
“Mi jefa en ese momento me señaló. Comenzó a hablarle de mí, decía: es excelente tiene ideas buenas, si tú le dices algo te lo levanta y al día siguiente te tiene el ‘trapo’ listo. Entonces me citaron con el vicepresidente de Caracol. Me preguntaron que si había hecho ropa para televisión y dije que sí. A todo lo que me preguntaban decía que sí. El trabajo era mío”, recordó.
Fue así como Darío Valencia ingresó al mundo de la televisión. Fue el diseñador de la novela Solo una Mujer con Viena Ruiz, Marcelo Cezán, Angy Cepeda, Isabela Santodomingo y Nórida Rodríguez, de donde salieron amistades que aún conserva.
Se encargó del vestuario y accesorios de otras producciones como Tentaciones, La Sombra del Deseo, Sábados Felices, El Amor es más Fuerte, El Magazín Caracol, Flor de Oro y la Viuda de Alejo Durán, entre otras.
Sin embargo, esa última fue la que lo hizo pensar en cambiar de trabajo. Después de siete años dedicados a la ‘pantalla chica’ decidió retirarse y en 1999 definió volver a su tierra.
El amante de la moda, las telas y comida tradicional se cansó de trabajar en televisión y fue así como 15 años después de estar en la ‘nevera’ organizó su maleta (esta vez más grande) y regresó a Valledupar con una meta más ambiciosa y para muchos más difícil: ser profeta en su tierra.
“Empecé a hacer la ropa para montar mi propia empresa. Tenía cerca de 32 años. Me decían que estaba loco, pero me arriesgué. Hice mi trasteo, llegué a la novena porque era el centro comercial de Valledupar. Alquilé un local y lo adecué, en diciembre de 1999 inauguré mi negocio; Darío Valencia se llamó”, subrayó.
No fue tan traumático hacer ese giro en su carrera, debido a que un mes después de inaugurar el negocio ya sus diseños se vendían muy bien. El traer tejidos y creaciones innovadoras le ayudó a destacarse entre las familias vallenatas y rápidamente ganó mucha aceptación: “Fue en diciembre de 1999 cuando abrí. Empecé en el garaje de mi casa, una máquina, con una fileteadora, una mesa con plancha y una sola persona asistiéndome”.
Sin embargo, después de 17 años ahí, sentía que faltaba algo más para que su felicidad fuera completa. Y es que el niño que atendió aquél almacén por años en la carrera séptima siempre quiso una casa de modas. Un fruto de tanto esfuerzo que lograra llenar mucho más de orgullo a su madre Cielo, su eje fundamental en la vida. Fue entonces cuando empezó a tejer esa realidad. Hace dos años inauguró su tesoro en la diagonal 6ª 13-43 del barrio Los Músicos en Valledupar.
“Cuando la vi me sentí realizado. Todas las personas debemos tener un sueño. Así se va trazando una meta, se cumple una y quieres otra. Hoy en día la gente joven quiere salir de estudiar y de una tener éxito, pero es poco a poco, con tiempo. Yo tuve que pasar por mucho para lograr esto”, reflexionó.
La casa de modas Darío Valencia actualmente cuenta con 25 personas laborando, entre los que atienden, zona de corte, confección, acabado, plancha, auditoria, administración, contabilidad, entre otros departamentos necesarios para que la empresa funcione. Los diseños se venden a famosos y personas del común no sólo en Valledupar, sino también en Barranquilla, Cali, Bogotá, Pereira, entre otras ciudades de Colombia.
Si bien la vida de cualquier persona está llena de altibajos, Darío Valencia entiende que además del éxito, le tocó pasar momentos duros como cualquier otro. Sin embargo, hubo dos situaciones que definitivamente nunca pensó podrían sucederle.
Primero, se sintió decepcionado y confundido luego de conocer sobre el suicidio de Walter Pérez Castro, un diseñador que antes de decidir acabar con su vida dejó una carta en la que lo señalaba como culpable de su acción.
“Walter fue un diseñador que vino a Valledupar y me pidió trabajo, que no estaba haciendo nada, que había quebrado en Barranquilla. Entonces terminó trabajando conmigo, estuvo dos años aquí. Un día llegó y me dijo que necesitaba una plata para abrir una academia de diseño, entonces yo le hice el favor de ir al banco, de coger un crédito a nombre mío porque estaba reportado, le entregué la plata, se fue y nunca más volvió, nunca me pagó”, manifestó.
Él no entendía cómo un hombre al que ayudó, le hizo tanto daño. Al final Darío tuvo que pagarle la plata al banco y quedar envuelto en un caso de suicidio. Pero esa prueba no era la única que tenía que pasar, se aproximaba una peor: la noche del 15 de junio de 2019, Javier Eduardo Jiménez Forero, un joven de 25 años, con quien sostenía una relación de ocho meses, intentó asesinarlo.
De acuerdo con el diseñador, ese joven lo llamó en la noche cuando estaba en el grado de un colegio, y se vieron en su casa. Después con un cuchillo intentó ‘apagarle la vida’. Le dijo que lo había vendido a una banda y al poco tiempo abrió la puerta del garaje para que ingresara otra persona. Con la poca fuerza que tenía, Darío aprovechó para activar la alarma, situación que enojó mucho más al instructor físico, quien decidió junto con su acompañante torturarlo hasta saber que había muerto.
“Llegó un momento en el que dije hasta aquí llegó mi vida. Yo pensé que era el fin, pero algo me dijo: hazte el muerto, cuando me estaba asfixiando lo hice, y eso me protegió. Dios me tiene para grandes cosas. Hubo un momento en que ellos quisieron sacarme un ojo, tenía mis manos heridas, yo pensaba en cómo me van a hacer esto. El ojo era el que me tenía preocupado, pues por mi trabajo. Cuando por fin se fueron, yo me quedé un minuto ahí, pensé que había sido una pesadilla, pero abrí mis ojos y vi la sangre, me dolía el ojo, las manos, el cuerpo. Fue horrible”, dijo con voz entrecortada.
Pese a que se llevaron el material de la cámara de seguridad, ellos no contaron con que todo lo que se grababa ahí se iba de inmediato a la nube (internet). Todo quedó registrado, inmediatamente Darío Valencia puso en conocimiento de las autoridades lo que había sucedido.
Pasaron más de 40 días para que capturaran al agresor, tiempo en que el diseñador se sentía perseguido. Antes de eso, los medios habían registrado el hecho como un simple robo. Pero después de la audiencia, fue revelado el video donde se ve una parte de lo que sucedió esa ‘oscura’ madrugada, y de inmediato se conoció la verdad.
“El día que se conoció la noticia, yo estaba almorzando con un amigo, me llegó el vídeo, y me sorprendí. Una de las que estaba en el restaurante dijo que me habían matado. Al verme se disculparon, algunas personas se acercaron a apoyarme, pero otras querían saber más. Hay mucha gente que me demuestra el cariño, hace poco me hicieron una misa. Fueron muchos”, dijo.
Ahora, después de muchas pesadillas por lo sucedido, no poder dormir solo por un largo tiempo, y un viaje a New York para alejarse y cambiar de ambiente, sabe que quiere dejar ese terrible episodio de su vida atrás. Concentrarse solo en su trabajo, su familia.
“Yo no quiero hablar más nunca con él. Me humillaron, me trataron mal, me cortaron, me patearon. No guardo odio, pero es algo que me duele y todavía está ahí. Yo le dejé eso a la ley, que ellos se encarguen de eso. No quiero saber más nada”, reiteró.
Aunque fue duro lo que tuvo que afrontar, Darío de Jesús sigue con una gran sonrisa. Enamorado mucho más de su arte. Soñando en grande, continuando con sus ideales, dejando a un lado una relación amorosa, hasta que sanen las cicatrices.
“Cuando tú haces las cosas con amor, eso se refleja, cuando la clienta ve eso, a uno le agrada mucho, cada pieza se va volviendo favorita, cada vez que adquieres más conocimientos, te gusta más esto”, expresó.
Uno de sus diseñadores favoritos es Valentino, pero en el Cesar le gusta lo que crean María Angélica Guerra, Naiduth Geles, Carmenza Arroyo, José Cuello, entre otros. Por eso cree que Valledupar tiene las bases para ser un buen punto de moda en el país.
El amante de la comida criolla, de un buen arroz de fideo con carne molida, confesó que dar a conocer mucho más su nombre, su marca, es una de las metas a futuro. Siempre de la mano con sus principales protagonistas: sus clientas.
“Hay que evolucionar. A quienes quieran llegar lejos les digo que tienen que tomarse su tiempo. Ahora será más corto, pero la disciplina es importante porque vence todo, el talento, la inteligencia, si eres disciplinado logras lo que quieras en la vida. A mis clientas, les digo que son todo para mí. Son el complemento de mi carrera, cada una lleva un pedazo de mí, sin ellas no existiría”, concluyó.
Por: Tatiana Orozco M. /Invitada, EL PILÓN