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Cultura - 14 agosto, 2019

Crónica de las guitarras en la ‘ciudad blanca’

En Codazzi, el traspaso generacional entre los artistas de la guitarra sufre las lógicas variaciones de los tiempos en las personalidades. De los artistas de parranda y casetas, los nuevos intérpretes le apuestan a carreras profesionales.

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Hablar de Codazzi es hablar de guitarras. El municipio que en su mejor periodo económico fue considerado como “la ciudad blanca”, por la bonanza algodonera, carga con el honorifico título de ‘tierra de maestros de la guitarra’.

A las estribaciones de la serranía de Perijá, con más de 60.000 habitantes, desde 1987 se celebra en Codazzi el Festival de música Vallenata en Guitarra cada mes de agosto.

En Codazzi nacieron, compartieron y viven como juglares maestros empíricos del instrumento de las seis cuerdas: Rafael Moya Barros, Alberto Zedán, Carlos Castillo, Pole Alarcón, entre otros. Algunos, como el maestro Rafael Moya Barros aprovechan cada visita para recordar, entre canciones y guitarras, las historias de su vida.

Moya Barros fue homenajeado en la versión 32° del Festival. En la puerta de su casa esquinera en Codazzi guarda el afiche promocional. Dentro, una hilera de guitarras en las paredes y en los muebles, unos parlantes en los que suenan sus composiciones y cuadros de su carrera como guitarrista.

Lee también: La guitarra en el vallenato

EL AMOR Y LA CIUDAD BLANCA

En cada historia tiene una canción por cantar, en realidad, cada canción es una historia.

“Una mañana yo fui a buscar agua al estanque y justo mi señora sale a buscar espuma para ordeñar. Cuando va pasando, como ella era una mujer tan bonita, le dije: -Acomoda la guitarra y empieza cantar-: ‘Yo tengo para darte un poco de amor, sabes que desde niña te lo di, lo tengo toditito en mi corazón, y ese es todo para ti’”, expresó el maestro Moya Barros.

Su voz es suave por el cansancio. La moderación con la que cambia de acordes es por el desgaste de los años, pero su memoria no parece haber sido alterada.

“En el (año) 72 me embarqué sin saber para dónde iba, pero llegué a Codazzi porque los tipos que conducían eran ingenieros y llegaron acá. Codazzi era una mujer bella, atraía a los hombres en cantidad (…) esto fue tan prospero que todo el que llegaba encontraba qué hacer”, narra.
Entonces, abandonando su finca, llegó a la “ciudad blanca” buscando una tierra en donde componer y cantar bastara para sobrevivir.

En el mercado público conoció su primer compañero, un vendedor de pescado que tocaba el violín: juntos empezaron las presentaciones en casetas y bares.

Orgulloso narra su encuentro con Alejandro Durán, quien en una parranda de juglares en Cartagena le preguntó si tenía una canción para él. Luego de acomodar la guitarra entre sus piernas, continúa: “Yo le respondí: ‘Cuando llegan las fiestas, me la paso divertido, me la paso divertido, se me alegra el corazón, //para después andar escondido por culpa del maldito ron//’. Luego me dijo: “mañana te grabo esa canción”, cuenta. Cada historia termina con una canción.

GUITARRA QUE ENAMORA

Rafael Moya Barros es ícono de la generación de las parrandas con dos guitarristas y un guacharaquero, la misma generación que inspiró el Festival de Música Vallenata en Guitarra. Jesús Zedán es coetáneo: músicos empíricos amantes de las parrandas más que de la fama.

“La guitarra de toda la vida ha sido la compañera de todo lo que por aquí se hace”, empieza Zedán, de 60 años. En su caso, la guitarra ha estado desde los siete años cuando prefirió aprender solo porque su padre era ‘regañón’. También lo acompañó cuando enamoró a su esposa, cuando compartía tarima en Bogotá con Hilio Cuadrado, y en las parrandas de tres días en el patio de su casa. “Aún hay rastro de las botellas”.

La guitarra es la memoria de su esposa. “Mi señora, antes de partir, cuando yo le tocaba, podría estar en la cocina, dejaba de hacer lo que estaba haciendo y se iba a escucharme. Pasaron 30 años (de matrimonio) y ella no cambiaba. Y así la conquisté, tocando la guitarra”, relata.

Ambos hacen parte de la escuela empírica que forjó la cultura musical de Codazzi. Tradicionalistas de la guitarra suave. Ahora, en el inevitable salto generacional, en Codazzi los alumnos de tarima se forman en la tradición, pero “incursionando en nuevos estilos”.

Comúnmente, son jóvenes más instruidos en las reglas de la música. Con 18 años, Eder Bautista es rey Infantil y rey Juvenil del Festival de Música Vallenata en Guitarra, y en la versión 33° en homenaje a Eduardo Zedán Acosta, es uno de los favoritos de la categoría Aficionado.

Conoce cada una de las canciones con las que el vallenato salió de las cantinas hacia el extranjero, pero es un creyente de los nuevos estilos. “Ha llegado el momento de las nuevas generaciones en el vallenato, de los nuevos talentos, de la inclusión”, asegura Eder Bautista.

Eduardo Zedán Acosta, homenajeado de la versión 33° del Festival de Música Vallenata en Guitarra. CORTESÍA

HERENCIA FAMILIAR

Entre los Castillo la guitarra es una pasión y un estilo de vida. Entre Jhonatan Castillo, en la guitarra puntera; Diego Andrés Castillo, en la segunda guitarra; Carlos Alberto Castillo, en el bajo electrónico, y Varo Díaz, como vocalista, están produciendo música vallenata concebida en el instrumento de las seis cuerdas.

El apellido y la inclinación artística es la heredad de Carlos Castillo Muñoz, guitarrista homenajeado en la versión 29° del Festival. Con la guitarra, los hermanos Castillo acompañaron a Martín Elías en sus inicios, ‘Cabeto’ Zuleta, ‘Poncho’ Zuleta, Luifer Cuello, Nelson Velásquez, hasta que le apostaron a su agrupación.

“Nuestra intención es preservar y transcender con esta música. El acordeón le tomó mucha ventaja al vallenato en guitarra, por eso se consideró al vallenato en guitarra más de parranda, de terraza. Iniciamos como agrupación para que los niños de la academia nos tomaran como referentes”, narra Carlos Alberto Castillo, quien lleva el mismo nombre de su padre.

Lee también: “El vallenato en guitarra permite impregnar esa magia de nuestros cantos”: Juanpa Marín

En el patio de la casa, de lunes a viernes por la noche, se reúnen dos grupos de más de veinte niños cada uno, para aprender sobre la guitarra. Es una de las academias más reconocida de Codazzi.

“Es importante preservar nuestras tradiciones porque de esto estamos hechos. La idea de la academia Carlos Castillo es gracias a nuestro padre, que inició en la labor de transmitir ese don. Así como a él le dedicaron tiempo, sintió la necesidad de seguir transmitiéndolo”, agrega Castilla.

En Codazzi las academias privadas tomaron el mando en la enseñanza de la guitarra. En el edificio donde estaba la Casa de la Cultura Municipal, con la renovación, ahora funciona un centro cultural polivalente con las oficinas de la Comisaría de familia y la Intendencia de Policía.

Dentro, están instaladas obras de arte y un renovado auditorio, pero no se ofrece ningún tipo de clase de guitarra, según el coordinador de Cultura y Deportes, Wilman Ramírez. En convenio con la Cancillería y la administración municipal se brindan procesos de aprendizaje en la casa lúdica, inaugurada en el 2013.

Lee también: “Los premios del festival se pagarán en tarima”: alcalde (e) de Codazzi

“En estos momentos no existe Casa de la Cultura en Codazzi. En ese espacio donde estaba la Casa de la Cultura hicieron un edificio y lo que funciona es un polivalente con varias oficinas. No están funcionando los procesos de formación, ya sea de guitarra, acordeón o caja”, señala Ramírez.

La mayor preocupación por la “desaparición de la Casa de la Cultura”, asegura el coordinador de Cultura y Deporte, es repetir la historia de la prosperidad algodonera: “El cultivo de algodón que tuvo tanto renombre en Codazzi, la ciudad blanca de Colombia, ahora con la guitarra, sino la impulsamos va a desaparecer en nuestro municipio”.

POR: DEIVIS CARO DAZA / EL PILÓN
[email protected]

Cultura
14 agosto, 2019

Crónica de las guitarras en la ‘ciudad blanca’

En Codazzi, el traspaso generacional entre los artistas de la guitarra sufre las lógicas variaciones de los tiempos en las personalidades. De los artistas de parranda y casetas, los nuevos intérpretes le apuestan a carreras profesionales.


Boton Wpp

Hablar de Codazzi es hablar de guitarras. El municipio que en su mejor periodo económico fue considerado como “la ciudad blanca”, por la bonanza algodonera, carga con el honorifico título de ‘tierra de maestros de la guitarra’.

A las estribaciones de la serranía de Perijá, con más de 60.000 habitantes, desde 1987 se celebra en Codazzi el Festival de música Vallenata en Guitarra cada mes de agosto.

En Codazzi nacieron, compartieron y viven como juglares maestros empíricos del instrumento de las seis cuerdas: Rafael Moya Barros, Alberto Zedán, Carlos Castillo, Pole Alarcón, entre otros. Algunos, como el maestro Rafael Moya Barros aprovechan cada visita para recordar, entre canciones y guitarras, las historias de su vida.

Moya Barros fue homenajeado en la versión 32° del Festival. En la puerta de su casa esquinera en Codazzi guarda el afiche promocional. Dentro, una hilera de guitarras en las paredes y en los muebles, unos parlantes en los que suenan sus composiciones y cuadros de su carrera como guitarrista.

Lee también: La guitarra en el vallenato

EL AMOR Y LA CIUDAD BLANCA

En cada historia tiene una canción por cantar, en realidad, cada canción es una historia.

“Una mañana yo fui a buscar agua al estanque y justo mi señora sale a buscar espuma para ordeñar. Cuando va pasando, como ella era una mujer tan bonita, le dije: -Acomoda la guitarra y empieza cantar-: ‘Yo tengo para darte un poco de amor, sabes que desde niña te lo di, lo tengo toditito en mi corazón, y ese es todo para ti’”, expresó el maestro Moya Barros.

Su voz es suave por el cansancio. La moderación con la que cambia de acordes es por el desgaste de los años, pero su memoria no parece haber sido alterada.

“En el (año) 72 me embarqué sin saber para dónde iba, pero llegué a Codazzi porque los tipos que conducían eran ingenieros y llegaron acá. Codazzi era una mujer bella, atraía a los hombres en cantidad (…) esto fue tan prospero que todo el que llegaba encontraba qué hacer”, narra.
Entonces, abandonando su finca, llegó a la “ciudad blanca” buscando una tierra en donde componer y cantar bastara para sobrevivir.

En el mercado público conoció su primer compañero, un vendedor de pescado que tocaba el violín: juntos empezaron las presentaciones en casetas y bares.

Orgulloso narra su encuentro con Alejandro Durán, quien en una parranda de juglares en Cartagena le preguntó si tenía una canción para él. Luego de acomodar la guitarra entre sus piernas, continúa: “Yo le respondí: ‘Cuando llegan las fiestas, me la paso divertido, me la paso divertido, se me alegra el corazón, //para después andar escondido por culpa del maldito ron//’. Luego me dijo: “mañana te grabo esa canción”, cuenta. Cada historia termina con una canción.

GUITARRA QUE ENAMORA

Rafael Moya Barros es ícono de la generación de las parrandas con dos guitarristas y un guacharaquero, la misma generación que inspiró el Festival de Música Vallenata en Guitarra. Jesús Zedán es coetáneo: músicos empíricos amantes de las parrandas más que de la fama.

“La guitarra de toda la vida ha sido la compañera de todo lo que por aquí se hace”, empieza Zedán, de 60 años. En su caso, la guitarra ha estado desde los siete años cuando prefirió aprender solo porque su padre era ‘regañón’. También lo acompañó cuando enamoró a su esposa, cuando compartía tarima en Bogotá con Hilio Cuadrado, y en las parrandas de tres días en el patio de su casa. “Aún hay rastro de las botellas”.

La guitarra es la memoria de su esposa. “Mi señora, antes de partir, cuando yo le tocaba, podría estar en la cocina, dejaba de hacer lo que estaba haciendo y se iba a escucharme. Pasaron 30 años (de matrimonio) y ella no cambiaba. Y así la conquisté, tocando la guitarra”, relata.

Ambos hacen parte de la escuela empírica que forjó la cultura musical de Codazzi. Tradicionalistas de la guitarra suave. Ahora, en el inevitable salto generacional, en Codazzi los alumnos de tarima se forman en la tradición, pero “incursionando en nuevos estilos”.

Comúnmente, son jóvenes más instruidos en las reglas de la música. Con 18 años, Eder Bautista es rey Infantil y rey Juvenil del Festival de Música Vallenata en Guitarra, y en la versión 33° en homenaje a Eduardo Zedán Acosta, es uno de los favoritos de la categoría Aficionado.

Conoce cada una de las canciones con las que el vallenato salió de las cantinas hacia el extranjero, pero es un creyente de los nuevos estilos. “Ha llegado el momento de las nuevas generaciones en el vallenato, de los nuevos talentos, de la inclusión”, asegura Eder Bautista.

Eduardo Zedán Acosta, homenajeado de la versión 33° del Festival de Música Vallenata en Guitarra. CORTESÍA

HERENCIA FAMILIAR

Entre los Castillo la guitarra es una pasión y un estilo de vida. Entre Jhonatan Castillo, en la guitarra puntera; Diego Andrés Castillo, en la segunda guitarra; Carlos Alberto Castillo, en el bajo electrónico, y Varo Díaz, como vocalista, están produciendo música vallenata concebida en el instrumento de las seis cuerdas.

El apellido y la inclinación artística es la heredad de Carlos Castillo Muñoz, guitarrista homenajeado en la versión 29° del Festival. Con la guitarra, los hermanos Castillo acompañaron a Martín Elías en sus inicios, ‘Cabeto’ Zuleta, ‘Poncho’ Zuleta, Luifer Cuello, Nelson Velásquez, hasta que le apostaron a su agrupación.

“Nuestra intención es preservar y transcender con esta música. El acordeón le tomó mucha ventaja al vallenato en guitarra, por eso se consideró al vallenato en guitarra más de parranda, de terraza. Iniciamos como agrupación para que los niños de la academia nos tomaran como referentes”, narra Carlos Alberto Castillo, quien lleva el mismo nombre de su padre.

Lee también: “El vallenato en guitarra permite impregnar esa magia de nuestros cantos”: Juanpa Marín

En el patio de la casa, de lunes a viernes por la noche, se reúnen dos grupos de más de veinte niños cada uno, para aprender sobre la guitarra. Es una de las academias más reconocida de Codazzi.

“Es importante preservar nuestras tradiciones porque de esto estamos hechos. La idea de la academia Carlos Castillo es gracias a nuestro padre, que inició en la labor de transmitir ese don. Así como a él le dedicaron tiempo, sintió la necesidad de seguir transmitiéndolo”, agrega Castilla.

En Codazzi las academias privadas tomaron el mando en la enseñanza de la guitarra. En el edificio donde estaba la Casa de la Cultura Municipal, con la renovación, ahora funciona un centro cultural polivalente con las oficinas de la Comisaría de familia y la Intendencia de Policía.

Dentro, están instaladas obras de arte y un renovado auditorio, pero no se ofrece ningún tipo de clase de guitarra, según el coordinador de Cultura y Deportes, Wilman Ramírez. En convenio con la Cancillería y la administración municipal se brindan procesos de aprendizaje en la casa lúdica, inaugurada en el 2013.

Lee también: “Los premios del festival se pagarán en tarima”: alcalde (e) de Codazzi

“En estos momentos no existe Casa de la Cultura en Codazzi. En ese espacio donde estaba la Casa de la Cultura hicieron un edificio y lo que funciona es un polivalente con varias oficinas. No están funcionando los procesos de formación, ya sea de guitarra, acordeón o caja”, señala Ramírez.

La mayor preocupación por la “desaparición de la Casa de la Cultura”, asegura el coordinador de Cultura y Deporte, es repetir la historia de la prosperidad algodonera: “El cultivo de algodón que tuvo tanto renombre en Codazzi, la ciudad blanca de Colombia, ahora con la guitarra, sino la impulsamos va a desaparecer en nuestro municipio”.

POR: DEIVIS CARO DAZA / EL PILÓN
[email protected]