“Para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” 1Co2,5. Como iglesia de Cristo, estamos advirtiendo los destrozos de dos corrientes filosóficas: el deísmo, como humanismo secular, resultado de una posición extrema de la trascendencia de Dios, en la que Dios está totalmente más allá […]
“Para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” 1Co2,5.
Como iglesia de Cristo, estamos advirtiendo los destrozos de dos corrientes filosóficas: el deísmo, como humanismo secular, resultado de una posición extrema de la trascendencia de Dios, en la que Dios está totalmente más allá del hombre, y por ello no puede ser experimentado. Y el panteísmo, como Nueva Era, misticismo oriental, ocultismo, que toma una visión extrema de la inmanencia de Dios, al ver a Dios como parte de su propio universo y el todo como parte de Dios. En la primera, Dios está demasiado lejos; en la otra, su identidad es absorbida dentro de su propia creación, perdiéndose la realidad de Dios como una persona.
El cristianismo histórico es teísta, enfatiza tanto la trascendencia como la inmanencia de Dios: Dios no está totalmente fuera del mundo, pero tampoco es totalmente idéntico al mundo. Dios es otro, pero involucrado con nosotros. Él es creador y sustentador, pero también hacedor y redentor.
¿Por qué nos debatimos entre dos pensamientos? ¿Por qué vamos y venimos entre el intelecto y la costumbre? El punto crítico está en nuestra visión de Dios: ¿Quién es Dios y como se relaciona con su creación? ¿Ha puesto leyes científicas en función y luego se ha alejado? ¿Está excluido del mundo físico real en que vive el hombre?
Jesucristo fundó su iglesia no para que intelectualizara el cristianismo convirtiéndolo en una filosofía humanística, resultando en ortodoxia muerta; ni de distorsionarlo, convirtiéndolo en una superstición, donde el emocionalismo llega a ser más importante que la revelación Bíblica.
Para recuperar el propósito, debemos retornar al diseño neotestamentario de la iglesia de Jesús, tanto en grupos grandes, como en grupos pequeños en las casas. La cura para la sequedad académica en nuestras almas es reunirnos con Cristo junto con dos o tres creyentes como iglesia; así mismo, la respuesta para el emocionalismo desatado que usa y abusa de los dones espirituales, es sujeción y rendición de cuentas.
Dios proveyó una forma para que pudiésemos experimentar su trascendencia y su inmanencia tanto en el contexto personal como corporativo.
Muchos dejan nuestras estructuras de iglesias impersonales que son inadecuadas para ponerles en contacto con un Dios real, involucrado en la vida real. Nuestras estructuras eclesiales presentan un cuadro incompleto de Dios, un cuadro de un Dios lejano e inalcanzable. Ofrecemos un Dios institucional de reglas y legalismos, no un Dios de amor y aceptación; un Dios de edificios y comités, no de relaciones; un Dios de transmisión de información, no un Dios de trasformación por experiencia; un Dios de cambios de conductas, no de santificación interna; ofrecemos un Dios de emocionalismo, no de poder espiritual.
La invitación de hoy, es que hagamos que Dios sea algo vital en la vida real. No podemos soportar por mucho tiempo la ausencia de Dios en el mundo. Debemos vivir en su presencia habitadora como el Dios más cercano, un mundo sin Dios es demasiado terrible y no tiene sentido sin la presencia de lo espiritual en el mundo físico.
Experimentemos el poder de Dios en una forma personal, atrevámonos a cambiar el sistema de creencias cognoscitivo de “creo que…”, por el de vivir en una relación personal que dice “confió en…”. Seamos el cuerpo de Cristo mediante el cual, Él viva y se revele en su grandeza trascendente y en su consuelo inmanente. Abrazos y muchas bendiciones.
“Para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” 1Co2,5. Como iglesia de Cristo, estamos advirtiendo los destrozos de dos corrientes filosóficas: el deísmo, como humanismo secular, resultado de una posición extrema de la trascendencia de Dios, en la que Dios está totalmente más allá […]
“Para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” 1Co2,5.
Como iglesia de Cristo, estamos advirtiendo los destrozos de dos corrientes filosóficas: el deísmo, como humanismo secular, resultado de una posición extrema de la trascendencia de Dios, en la que Dios está totalmente más allá del hombre, y por ello no puede ser experimentado. Y el panteísmo, como Nueva Era, misticismo oriental, ocultismo, que toma una visión extrema de la inmanencia de Dios, al ver a Dios como parte de su propio universo y el todo como parte de Dios. En la primera, Dios está demasiado lejos; en la otra, su identidad es absorbida dentro de su propia creación, perdiéndose la realidad de Dios como una persona.
El cristianismo histórico es teísta, enfatiza tanto la trascendencia como la inmanencia de Dios: Dios no está totalmente fuera del mundo, pero tampoco es totalmente idéntico al mundo. Dios es otro, pero involucrado con nosotros. Él es creador y sustentador, pero también hacedor y redentor.
¿Por qué nos debatimos entre dos pensamientos? ¿Por qué vamos y venimos entre el intelecto y la costumbre? El punto crítico está en nuestra visión de Dios: ¿Quién es Dios y como se relaciona con su creación? ¿Ha puesto leyes científicas en función y luego se ha alejado? ¿Está excluido del mundo físico real en que vive el hombre?
Jesucristo fundó su iglesia no para que intelectualizara el cristianismo convirtiéndolo en una filosofía humanística, resultando en ortodoxia muerta; ni de distorsionarlo, convirtiéndolo en una superstición, donde el emocionalismo llega a ser más importante que la revelación Bíblica.
Para recuperar el propósito, debemos retornar al diseño neotestamentario de la iglesia de Jesús, tanto en grupos grandes, como en grupos pequeños en las casas. La cura para la sequedad académica en nuestras almas es reunirnos con Cristo junto con dos o tres creyentes como iglesia; así mismo, la respuesta para el emocionalismo desatado que usa y abusa de los dones espirituales, es sujeción y rendición de cuentas.
Dios proveyó una forma para que pudiésemos experimentar su trascendencia y su inmanencia tanto en el contexto personal como corporativo.
Muchos dejan nuestras estructuras de iglesias impersonales que son inadecuadas para ponerles en contacto con un Dios real, involucrado en la vida real. Nuestras estructuras eclesiales presentan un cuadro incompleto de Dios, un cuadro de un Dios lejano e inalcanzable. Ofrecemos un Dios institucional de reglas y legalismos, no un Dios de amor y aceptación; un Dios de edificios y comités, no de relaciones; un Dios de transmisión de información, no un Dios de trasformación por experiencia; un Dios de cambios de conductas, no de santificación interna; ofrecemos un Dios de emocionalismo, no de poder espiritual.
La invitación de hoy, es que hagamos que Dios sea algo vital en la vida real. No podemos soportar por mucho tiempo la ausencia de Dios en el mundo. Debemos vivir en su presencia habitadora como el Dios más cercano, un mundo sin Dios es demasiado terrible y no tiene sentido sin la presencia de lo espiritual en el mundo físico.
Experimentemos el poder de Dios en una forma personal, atrevámonos a cambiar el sistema de creencias cognoscitivo de “creo que…”, por el de vivir en una relación personal que dice “confió en…”. Seamos el cuerpo de Cristo mediante el cual, Él viva y se revele en su grandeza trascendente y en su consuelo inmanente. Abrazos y muchas bendiciones.