Con el inicio de la Cuaresma, los católicos se preparan para vivir la Semana Santa, privándose de los placeres mundanos para expiar culpas y conmemorar el sacrificio máximo de Jesucristo con un cuerpo libre de pecado. Algunos grupos antiderechos que utilizan la religión como excusa para intimidar a las mujeres, se preparan también para sitiar organizaciones que protegen nuestros derechos reproductivos en un acto al que llaman “40 días por la vida” y solo se puede calificar como acoso. La perversa estrategia se desarrolla en varias ciudades del país, incluida Valledupar.
Hace un par de semanas celebrábamos los 3 años del aborto libre en Colombia, un logro colectivo de Causa Justa, un movimiento del que hace parte Católicas por el Derecho a Decidir Colombia -CDD-, un “movimiento autónomo de feministas católicas, comprometidas con la defensa de los derechos de las mujeres, especialmente los que se refieren a la sexualidad y a la reproducción humana, y a una vida libre de violencias y discriminación”. Su directora, Sandra Mazo, sostiene que “las mujeres no tienen que salirse de la iglesia por abortar”. En una entrevista para Mutante, expresó:
“El aborto en la Iglesia católica definitivamente es un tema que está en debate (…). Hemos investigado y hemos encontrado que el aborto está en el Derecho Canónico y que es tratado desde una visión misericordiosa, porque es perdonado (…)”.
La participación de esta organización fue una de las que personalmente más me llamó la atención ya que durante mucho tiempo pensé que el catolicismo y el aborto eran mutuamente excluyentes. Al investigar más al respecto descubrí que la Iglesia Católica no fue categórica en la penalización del aborto como homicidio hasta 1869.
En los primeros años del cristianismo existieron debates y posiciones contradictorias basadas en el momento en el que se consideraba que el embrión adquiría el alma. Se asumía el aborto como pecado solo si era utilizado para ocultar adulterio (Hurst, 1992). Incluso la Biblia no parece equiparar el nivel de gravedad del aborto y del homicidio. En el libro del Éxodo, capítulo 21, se habla explícitamente de aborto, diferenciando la pena en caso de muerte del feto y de la mujer:
“Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada, y esta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces.
Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida (…)”.
Al respecto, San Agustín consideraba que el embrión no tenía alma hasta el día 45 después de la concepción. Santo Tomás de Aquino sostenía que el alma no era infundida antes de la formación del cuerpo, algo que se pensaba que ocurría a los 40 días para un varón y entre 80 y 90 días para la mujer (Hurst, 1992).
Algunos autores de investigaciones teológicas explican que Santo Tomás consideraba que todo aborto sería siempre pecado mortal, pero sólo sería homicidio el aborto cometido sobre un feto dotado de alma espiritual. Por otro lado, algunos sectores de la iglesia argumentan que la posición de Santo Tomás se ha mal interpretado y manipulado para hacerla parecer favorable a la práctica del aborto y consideran que, de haber tenido acceso a información científica más avanzada, hubiese condenado siempre el aborto como homicidio.
En el Concilio de Viena en 1312, la Iglesia adoptó oficialmente la posición de Santo Tomás, sosteniendo que el feto no poseía alma sino hasta al menos 40 días después de la concepción. 584 años después, Pío IX la cambió afirmando que los embriones sí poseían alma desde el primer momento. Cuentan que este cambio se origina por una imagen producida por microscopios rudimentarios en la que los científicos de la época creyeron ver en el embrión a “personas diminutas” con lo cual concluyeron que éste era un humano perfectamente formado y por lo tanto dotado de alma (Donceel, 2001).
Como vemos, la posición de la iglesia católica sobre este tema y sobre muchos otros, siempre se ha basado en interpretaciones; Interpretaciones que pueden tender puentes o demolerlos. Es aquí donde CDD llega a tender el puente entre la fe católica y el feminismo, abriendo la posibilidad a un aborto católico, con una mirada de amor y compasión que finalmente es lo que el líder cristiano por excelencia siempre profesó.
En múltiples entrevistas y textos, Mazo explica que CDD concibe el catolicismo desde la Teología Feminista, y que feminismo y catolicismo no van en contravía porque ambos movimientos se preocupan por los derechos humanos. Señala que la iglesia no es homogénea y que dentro de ella existen sectores como el que esta organización representa, que busca que la religión pueda desprenderse del modelo impuesto por los fundamentalistas.
Las interpretaciones religiosas pueden estar también del lado de las mujeres y permitirnos vivir la fe de una manera más humanizada sin el constante peso de la culpa por haber tomado una decisión sobre nuestras propias vidas. Resulta muy liberador salir del constante maniqueísmo que se nos es impuesto tanto por feministas que rechazan de plano la religión como por creyentes radicales que se hacen llamar pro-vida. Las feministas, las católicas y las mujeres de cualquier religión podemos unirnos con el propósito común de liberarnos de la opresión de las estructuras patriarcales que por siglos han dominado la sociedad.
Por Mariana Orozco Blanco











