Cuando Yuliana Samboní fue torturada, violada y asesinada estuve en la puerta del edificio, escenario del lamentable suceso, y vi a muchas madres, de todos los lugares de Bogotá, prender una velita en su memoria, regar flores mojadas por contagiosas lágrimas y me di cuenta de que las madres lloran por los hijos ajenos y […]
Cuando Yuliana Samboní fue torturada, violada y asesinada estuve en la puerta del edificio, escenario del lamentable suceso, y vi a muchas madres, de todos los lugares de Bogotá, prender una velita en su memoria, regar flores mojadas por contagiosas lágrimas y me di cuenta de que las madres lloran por los hijos ajenos y muchos hombres también. Ahora estoy convencida de que el llanto es por la agresión constante a lo único rescatable que tiene el mundo: los niños.
Los datos sobre niños abusados, torturados, asesinados, son estremecedores, tanto que un columnista escribió: ‘Colombia no es apta para menores de edad’, y recordamos a Génesis Rúa la pequeñita de Fundación que después de ser vejada salvajemente fue incinerada, y si buscamos estadísticas, seguiremos llorando ante la impotencia por parar este desastre, porque pareciera que a muchos hombres enfermos no les gustan las mujeres sino los infantes y que muchas madres prefirieran conservar a un hombre a una bestia a su lado aunque el costo sea el dolor, la tortura y la muerte se sus propios hijitos.
Ahora ocurrió en Valledupar, y la indignación no pasa, por lo menos la mía no, un bebé de cinco meses de vida fue quemado por su ‘padrastro’, con un cigarrillo, todas las partes de su cuerpecito, hasta la lengua, zaheridas con alevosía por el monstruo que se dice hombre.
Dar las cifras que se tienen, solo en Colombia, por los abusos y asesinatos de los niños se nos haría extenso, la lista es grande y sobrecogedora, solo concluí que cada doce horas un niño es abusado, y la mayoría de esos crímenes son perpetrados por familiares, y el escenario, en la mayoría de los casos, es la propia vivienda.
Alguien dijo que estamos viviendo una guerra de la humanidad contra la humanidad, pero todas las guerras tienen un final, esta, contra los niños, no cesa, un dolor que no acaba y hay que decir que es mucha la indiferencia de gobiernos, de la gente, de los políticos que ofrecen el cielo y la tierra, de los pueblos, de la humanidad, sí, que el desastre sigue aumentando.
Quién sabe en esos pueblos de Dios, abandonados a su suerte, de los que ni se conocen sus nombres, cuánto maltrato infantil ocurre y se queda perdido entre el abandono y la soledad. Causar tanto dolor a los niños, abusar de criaturitas y quitarles su inocencia, es imperdonable, lo dice la poeta Ana María Sanchís: “¡No pidan que perdone! ¡No puedo perdonar! /Al que desata su odio, su trauma o frustración / en cuerpecitos frágiles de niños que no entienden / y ni siquiera saben cuál ha sido su error…”
Un joven me dijo: parece que siguiera el mandato de Herodes, le dije que no era igual porque él quería matar a Jesús, en cambio hoy la humanidad quiere matar el futuro, la esperanza; se alzó de hombros y dijo: Es lo mismo, recuerde: “Al que escandalice a uno de estos pequeños…”
Cuando Yuliana Samboní fue torturada, violada y asesinada estuve en la puerta del edificio, escenario del lamentable suceso, y vi a muchas madres, de todos los lugares de Bogotá, prender una velita en su memoria, regar flores mojadas por contagiosas lágrimas y me di cuenta de que las madres lloran por los hijos ajenos y […]
Cuando Yuliana Samboní fue torturada, violada y asesinada estuve en la puerta del edificio, escenario del lamentable suceso, y vi a muchas madres, de todos los lugares de Bogotá, prender una velita en su memoria, regar flores mojadas por contagiosas lágrimas y me di cuenta de que las madres lloran por los hijos ajenos y muchos hombres también. Ahora estoy convencida de que el llanto es por la agresión constante a lo único rescatable que tiene el mundo: los niños.
Los datos sobre niños abusados, torturados, asesinados, son estremecedores, tanto que un columnista escribió: ‘Colombia no es apta para menores de edad’, y recordamos a Génesis Rúa la pequeñita de Fundación que después de ser vejada salvajemente fue incinerada, y si buscamos estadísticas, seguiremos llorando ante la impotencia por parar este desastre, porque pareciera que a muchos hombres enfermos no les gustan las mujeres sino los infantes y que muchas madres prefirieran conservar a un hombre a una bestia a su lado aunque el costo sea el dolor, la tortura y la muerte se sus propios hijitos.
Ahora ocurrió en Valledupar, y la indignación no pasa, por lo menos la mía no, un bebé de cinco meses de vida fue quemado por su ‘padrastro’, con un cigarrillo, todas las partes de su cuerpecito, hasta la lengua, zaheridas con alevosía por el monstruo que se dice hombre.
Dar las cifras que se tienen, solo en Colombia, por los abusos y asesinatos de los niños se nos haría extenso, la lista es grande y sobrecogedora, solo concluí que cada doce horas un niño es abusado, y la mayoría de esos crímenes son perpetrados por familiares, y el escenario, en la mayoría de los casos, es la propia vivienda.
Alguien dijo que estamos viviendo una guerra de la humanidad contra la humanidad, pero todas las guerras tienen un final, esta, contra los niños, no cesa, un dolor que no acaba y hay que decir que es mucha la indiferencia de gobiernos, de la gente, de los políticos que ofrecen el cielo y la tierra, de los pueblos, de la humanidad, sí, que el desastre sigue aumentando.
Quién sabe en esos pueblos de Dios, abandonados a su suerte, de los que ni se conocen sus nombres, cuánto maltrato infantil ocurre y se queda perdido entre el abandono y la soledad. Causar tanto dolor a los niños, abusar de criaturitas y quitarles su inocencia, es imperdonable, lo dice la poeta Ana María Sanchís: “¡No pidan que perdone! ¡No puedo perdonar! /Al que desata su odio, su trauma o frustración / en cuerpecitos frágiles de niños que no entienden / y ni siquiera saben cuál ha sido su error…”
Un joven me dijo: parece que siguiera el mandato de Herodes, le dije que no era igual porque él quería matar a Jesús, en cambio hoy la humanidad quiere matar el futuro, la esperanza; se alzó de hombros y dijo: Es lo mismo, recuerde: “Al que escandalice a uno de estos pequeños…”