Este gobierno, si es que puede llamársele así, es un verdadero experto en aprovecharse de cortinas de humo para desviar la atención. Ahora resulta que, a su mejor estilo, a Petro lo estaban tratando de tumbar. Lo grave, que a su vez es lo más estúpido, es que quienes han estado detrás de este “plan” son personas que han sido parte de su equipo e, incluso, familiares.
Este gobierno, si es que puede llamársele así, es un verdadero experto en aprovecharse de cortinas de humo para desviar la atención. Ahora resulta que, a su mejor estilo, a Petro lo estaban tratando de tumbar. Lo grave, que a su vez es lo más estúpido, es que quienes han estado detrás de este “plan” son personas que han sido parte de su equipo e, incluso, familiares. La izquierda, primípara en los temas del manejo del poder, no se da cuenta de que sus propios funcionarios han sembrado mantos de duda alrededor del jefe de Estado. La información a la que han tenido acceso gracias a su condición se ha convertido en el motivo para que los mismos funcionarios y la familia presidencial asuman el rol de principales enemigos de Petro. Es que Leyva fue el primer canciller, Laura Sarabia es la tercera, Nicolás Petro es hijo de Gustavo, Olmedo López y Carlos Ramón González “eran” amigos cercanos de Petro, Bonilla, Roa y Benedetti también; todos incursos en escándalos, investigaciones, todos corruptos, sin vergüenza.
Cuando Petro habla de falta de garantías para las elecciones, cuando enfrenta con discursos desaliñados a los Estados Unidos y a los países desarrollados, cuando sale de Colombia a dejar nuestra imagen en el piso y desocupa centros de reuniones —antes atestados— donde los asistentes se niegan a escucharlo, cuando este tipo de hechos, muy graves, suceden, los titulares de la prensa, de los noticieros y programas de radio informan a la ciudadanía acerca de un complot para sacarlo del poder. Estúpido. Los medios no podemos hacerle el juego al establecimiento, me niego a ser “idiota útil” de este señor, de sus secuaces e intereses. Seguiré denunciando lo denunciable, seguiré en esta oposición reflexiva defendiendo la democracia y las libertades y me seguiré formulando la siguiente pregunta: ¿por qué, si Petro actúa por encima de la ley cuando desafía la regla fiscal, desconoce las funciones del Congreso, ataca las decisiones de las cortes que no calzan sus zapatos y promueve decretazos inconstitucionales, debemos los ciudadanos de bien esperar al 7 de agosto de 2026 para que asuma quien lo vaya a reemplazar? Al dictador hay que desconocerlo, ignorarlo, hay que presionar un cambio ya. Es más, ya olvidé quién nos gobierna.
Mientras tanto, les cuento que mi último viaje a Estados Unidos fue hace unos años y he regresado con la expectativa de reencontrarme con familiares y amigos, pero además, de percibir cómo están las cosas en este país en la actualidad. La política está que arde, ese fenómeno no es sólo colombiano. Aquí la polarización es inmensa, se sienten el temor y el miedo por lo que está pasando con la nueva política de deportaciones que ha implementado el gobierno de Donald Trump. No me cabe la menor duda de que, aunque aún se oye hablar mucho español, hay menos latinos en las calles de la Florida. He visitado dos estados más: Carolina del Norte y Carolina del Sur, y en estas últimas me impresionó la cantidad de latinos que encontré.
Florida históricamente ha sido un estado latino. Los cubanoamericanos han dominado la sociedad floridiana y a ellos se han sumado puertorriqueños, dominicanos y muchos otros centroamericanos y suramericanos. La colonia colombiana aquí es enorme, creciente gracias al gobierno del señor Gustavo Petro que ha obligado a muchos a buscar una vida mucho mejor —lo que no resulta difícil—. Pero en las Carolinas ha crecido bastante esta población. En las tiendas y restaurantes se oye hablar español, e incluso, tuvimos la oportunidad de asistir a un partido del Mundial de Clubes 2025, entre Internazionale de Milán —mi equipo en Italia— y el Fluminense de Brasil, en el estadio del Bank of America de Charlotte, Carolina del Norte, y los latinos nos tomamos el estadio. Las camisetas de países hermanos estaban por todas partes, lástima que no traje ni la de Colombia ni la de Millonarios; vi varias.
Sin duda, a pesar de las circunstancias, este sigue siendo un gran país, con alta calidad de vida y muchas oportunidades. Ya me hacía falta venir, saludes desde Tampa, Florida.
Por: Jorge Eduardo Ávila.
Este gobierno, si es que puede llamársele así, es un verdadero experto en aprovecharse de cortinas de humo para desviar la atención. Ahora resulta que, a su mejor estilo, a Petro lo estaban tratando de tumbar. Lo grave, que a su vez es lo más estúpido, es que quienes han estado detrás de este “plan” son personas que han sido parte de su equipo e, incluso, familiares.
Este gobierno, si es que puede llamársele así, es un verdadero experto en aprovecharse de cortinas de humo para desviar la atención. Ahora resulta que, a su mejor estilo, a Petro lo estaban tratando de tumbar. Lo grave, que a su vez es lo más estúpido, es que quienes han estado detrás de este “plan” son personas que han sido parte de su equipo e, incluso, familiares. La izquierda, primípara en los temas del manejo del poder, no se da cuenta de que sus propios funcionarios han sembrado mantos de duda alrededor del jefe de Estado. La información a la que han tenido acceso gracias a su condición se ha convertido en el motivo para que los mismos funcionarios y la familia presidencial asuman el rol de principales enemigos de Petro. Es que Leyva fue el primer canciller, Laura Sarabia es la tercera, Nicolás Petro es hijo de Gustavo, Olmedo López y Carlos Ramón González “eran” amigos cercanos de Petro, Bonilla, Roa y Benedetti también; todos incursos en escándalos, investigaciones, todos corruptos, sin vergüenza.
Cuando Petro habla de falta de garantías para las elecciones, cuando enfrenta con discursos desaliñados a los Estados Unidos y a los países desarrollados, cuando sale de Colombia a dejar nuestra imagen en el piso y desocupa centros de reuniones —antes atestados— donde los asistentes se niegan a escucharlo, cuando este tipo de hechos, muy graves, suceden, los titulares de la prensa, de los noticieros y programas de radio informan a la ciudadanía acerca de un complot para sacarlo del poder. Estúpido. Los medios no podemos hacerle el juego al establecimiento, me niego a ser “idiota útil” de este señor, de sus secuaces e intereses. Seguiré denunciando lo denunciable, seguiré en esta oposición reflexiva defendiendo la democracia y las libertades y me seguiré formulando la siguiente pregunta: ¿por qué, si Petro actúa por encima de la ley cuando desafía la regla fiscal, desconoce las funciones del Congreso, ataca las decisiones de las cortes que no calzan sus zapatos y promueve decretazos inconstitucionales, debemos los ciudadanos de bien esperar al 7 de agosto de 2026 para que asuma quien lo vaya a reemplazar? Al dictador hay que desconocerlo, ignorarlo, hay que presionar un cambio ya. Es más, ya olvidé quién nos gobierna.
Mientras tanto, les cuento que mi último viaje a Estados Unidos fue hace unos años y he regresado con la expectativa de reencontrarme con familiares y amigos, pero además, de percibir cómo están las cosas en este país en la actualidad. La política está que arde, ese fenómeno no es sólo colombiano. Aquí la polarización es inmensa, se sienten el temor y el miedo por lo que está pasando con la nueva política de deportaciones que ha implementado el gobierno de Donald Trump. No me cabe la menor duda de que, aunque aún se oye hablar mucho español, hay menos latinos en las calles de la Florida. He visitado dos estados más: Carolina del Norte y Carolina del Sur, y en estas últimas me impresionó la cantidad de latinos que encontré.
Florida históricamente ha sido un estado latino. Los cubanoamericanos han dominado la sociedad floridiana y a ellos se han sumado puertorriqueños, dominicanos y muchos otros centroamericanos y suramericanos. La colonia colombiana aquí es enorme, creciente gracias al gobierno del señor Gustavo Petro que ha obligado a muchos a buscar una vida mucho mejor —lo que no resulta difícil—. Pero en las Carolinas ha crecido bastante esta población. En las tiendas y restaurantes se oye hablar español, e incluso, tuvimos la oportunidad de asistir a un partido del Mundial de Clubes 2025, entre Internazionale de Milán —mi equipo en Italia— y el Fluminense de Brasil, en el estadio del Bank of America de Charlotte, Carolina del Norte, y los latinos nos tomamos el estadio. Las camisetas de países hermanos estaban por todas partes, lástima que no traje ni la de Colombia ni la de Millonarios; vi varias.
Sin duda, a pesar de las circunstancias, este sigue siendo un gran país, con alta calidad de vida y muchas oportunidades. Ya me hacía falta venir, saludes desde Tampa, Florida.
Por: Jorge Eduardo Ávila.