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Columnista - 4 abril, 2024

Corazones rotos

“Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas” (Salmos 147:3) Creo que todos, de una u otra manera hemos sido heridos en esta batalla de la vida. Existen lugares de los cuales parece que no podemos salir. Parece que todo está marchando bien y de pronto algo nos lleva a las lágrimas, […]

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“Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas” (Salmos 147:3)

Creo que todos, de una u otra manera hemos sido heridos en esta batalla de la vida. Existen lugares de los cuales parece que no podemos salir. Parece que todo está marchando bien y de pronto algo nos lleva a las lágrimas, nos enfurece, nos deprime o nos llena de ansiedad y no podemos saber qué es. 

El corazón puede ser roto literalmente: la mente puede ser rota, las instituciones mentales dan cuenta de ello. La voluntad y el corazón pueden ser rotos, los hábitos y patrones nocivos que no podemos dejar, cuando el enojo surge sin saber de dónde viene, los temores que no podemos vencer o las debilidades que no queremos admitir; todo esto proviene de un corazón roto que clama por alivio y reposo. 

Cuando el profeta Isaías prometió que el Mesías vendría a sanar a los quebrantados de corazón no estaba hablando en metáforas, sino literal. De allí que Jesús, en la sinagoga de Nazaret, profetizó que, “había sido enviado para sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos…”. Si nuestro corazón está ahora roto en muchos pedazos, ¡Dios quiere sanarlo!

Son muchas las situaciones que podrían romper nuestro corazón: un abuso sexual o de cualquier tipo, circunstancias que nos causaron vergüenza, falta de aceptación de los seres queridos, reprimenda de los jefes o personas en autoridad, fracasos en el alcance de objetivos, traspiés en la salud o la economía, etc.  Frente a esto, la oferta de Jesús permanece firme: ¡sanar el corazón quebrantado! 

Por alguna razón, esta oferta se ha perdido en nuestras parroquias y congregaciones. Tal vez, nuestro orgullo nos ha impedido admitir que estamos quebrantados de corazón. El mensaje pleno es el mismo: Cristo vino a perdonar nuestros pecados y a sanar todas nuestras dolencias. Él trae su consuelo, misericordia y restauración a estos tiempos y lugares en los cuales sufrimos el golpe que nos destrozó y cuyo sentimiento quedó albergado en nuestro corazón, sin importar el lapso de sucedido el evento. 

Caros amigos, manejamos los lugares rotos que hay dentro de nosotros, poniéndonos encima y empujándolos hacia abajo sin miramientos. Tratamos de seguir adelante, los empujamos bien adentro, los ocultamos lo más posible y seguimos con nuestra vida. Pero es menester que, abramos esos cuartos que hemos mantenido cerrados con llave y le demos a Jesús, libre acceso para poder experimentar su sanidad.

La obra de sanidad de Dios en los corazones quebrantados es un profundo misterio. Es como si Dios sostuviera en sus manos las partes rotas de mi ego y las uniera con ternura. Es como si Él recogiera los pedazos esparcidos de mi existencia y los volviera a juntar en un corazón sano. Es como si Él pudiera reintegrar esos lugares que han sido rotos por la tragedia o el asalto y con amor nos trajera a la seguridad de su presencia, llevándonos de vuelta al disfrute gozoso de esa relación de pacto.  

¡Dios puede restaurar los corazones rotos! Pidamos juntos que, Dios sane y restaure esos lugares rotos dentro de nosotros y que sane cada evento, emoción o hábito relacionado. Pidamos que Jesús traiga luz a cada lugar de penumbra en nuestras vidas. “Jesús, te invito a que entres a este lugar roto dentro de mí. Te doy acceso total a mi corazón. Ven, Señor, haz que tu luz resplandezca en mí”. 

Fuerte abrazo y muchas bendiciones del Señor.

Valerio Mejía.

Columnista
4 abril, 2024

Corazones rotos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas” (Salmos 147:3) Creo que todos, de una u otra manera hemos sido heridos en esta batalla de la vida. Existen lugares de los cuales parece que no podemos salir. Parece que todo está marchando bien y de pronto algo nos lleva a las lágrimas, […]


“Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas” (Salmos 147:3)

Creo que todos, de una u otra manera hemos sido heridos en esta batalla de la vida. Existen lugares de los cuales parece que no podemos salir. Parece que todo está marchando bien y de pronto algo nos lleva a las lágrimas, nos enfurece, nos deprime o nos llena de ansiedad y no podemos saber qué es. 

El corazón puede ser roto literalmente: la mente puede ser rota, las instituciones mentales dan cuenta de ello. La voluntad y el corazón pueden ser rotos, los hábitos y patrones nocivos que no podemos dejar, cuando el enojo surge sin saber de dónde viene, los temores que no podemos vencer o las debilidades que no queremos admitir; todo esto proviene de un corazón roto que clama por alivio y reposo. 

Cuando el profeta Isaías prometió que el Mesías vendría a sanar a los quebrantados de corazón no estaba hablando en metáforas, sino literal. De allí que Jesús, en la sinagoga de Nazaret, profetizó que, “había sido enviado para sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos…”. Si nuestro corazón está ahora roto en muchos pedazos, ¡Dios quiere sanarlo!

Son muchas las situaciones que podrían romper nuestro corazón: un abuso sexual o de cualquier tipo, circunstancias que nos causaron vergüenza, falta de aceptación de los seres queridos, reprimenda de los jefes o personas en autoridad, fracasos en el alcance de objetivos, traspiés en la salud o la economía, etc.  Frente a esto, la oferta de Jesús permanece firme: ¡sanar el corazón quebrantado! 

Por alguna razón, esta oferta se ha perdido en nuestras parroquias y congregaciones. Tal vez, nuestro orgullo nos ha impedido admitir que estamos quebrantados de corazón. El mensaje pleno es el mismo: Cristo vino a perdonar nuestros pecados y a sanar todas nuestras dolencias. Él trae su consuelo, misericordia y restauración a estos tiempos y lugares en los cuales sufrimos el golpe que nos destrozó y cuyo sentimiento quedó albergado en nuestro corazón, sin importar el lapso de sucedido el evento. 

Caros amigos, manejamos los lugares rotos que hay dentro de nosotros, poniéndonos encima y empujándolos hacia abajo sin miramientos. Tratamos de seguir adelante, los empujamos bien adentro, los ocultamos lo más posible y seguimos con nuestra vida. Pero es menester que, abramos esos cuartos que hemos mantenido cerrados con llave y le demos a Jesús, libre acceso para poder experimentar su sanidad.

La obra de sanidad de Dios en los corazones quebrantados es un profundo misterio. Es como si Dios sostuviera en sus manos las partes rotas de mi ego y las uniera con ternura. Es como si Él recogiera los pedazos esparcidos de mi existencia y los volviera a juntar en un corazón sano. Es como si Él pudiera reintegrar esos lugares que han sido rotos por la tragedia o el asalto y con amor nos trajera a la seguridad de su presencia, llevándonos de vuelta al disfrute gozoso de esa relación de pacto.  

¡Dios puede restaurar los corazones rotos! Pidamos juntos que, Dios sane y restaure esos lugares rotos dentro de nosotros y que sane cada evento, emoción o hábito relacionado. Pidamos que Jesús traiga luz a cada lugar de penumbra en nuestras vidas. “Jesús, te invito a que entres a este lugar roto dentro de mí. Te doy acceso total a mi corazón. Ven, Señor, haz que tu luz resplandezca en mí”. 

Fuerte abrazo y muchas bendiciones del Señor.

Valerio Mejía.