Una voz melodiosa y la interpretación de instrumentos han ayudado a algunos venezolanos a ganarse el sustento diario en esta capital.
En calles, avenidas, buses y restaurantes de Valledupar se ha convertido costumbre ver a personas cantando y tocando algún instrumento. Las canciones son de diferentes géneros como balada, pop, bolero, rancheras, pero sin dejar a un lado el vallenato que como bien es sabido es el estilo musical por excelencia de esta región.
Los arriesgados en dedicarse a realizar esta actividad son migrantes venezolanos quienes han encontrado en la música una manera de ganarse la vida, lo cual les permite cubrir algunas de sus necesidades básicas, principalmente un techo donde dormir, la alimentación y enviar algo de dinero al vecino país donde dejaron a sus seres queridos a merced de una situación social- política y económica que día a día se agudiza más, sin ningún tipo de oportunidades.
Este fenómeno migratorio ha impactado en gran medida a la capital del Cesar, donde habitan 34 mil venezolanos de los 54 mil que hay en todo el departamento, según recientes cifras entregadas por Migración Colombia.
Una de estas migrantes es Dayan Hernández, quien desde hace dos semanas se unió a otros dos músicos también venezolanos (Alejandro y Mervin), juntos formaron el trío ‘Los Tres’, interpretando todo tipo de género musical, destacando los vallenatos de Felipe Peláez y Jean Carlos Centeno. Poco a poco se han ido adaptando el uno con el otro para llevar las composiciones vallenatas al género balada.
Dayan llegó a Valledupar hace tres años procedente de Barinas, Venezuela, una tierra llanera, donde lo menos que se escucha es un vallenato, predominando el joropo, cuyos instrumentos son el cuatro, el arpa llanera y las maracas; lejos de lo que es un acordeón que caracteriza al vallenato.
“Canto desde los cinco años y actualmente tengo 20. Llegué a Valledupar hace tres años, completamente sola, poco a poco fui conociendo el lugar y por medio de la música he salido adelante. Mi llegada fue bastante difícil por encontrarme costumbres diferentes, comida diferentes, muchas personas se negaban darme trabajo, en dar una oportunidad por el estigma que hay con el emigrante venezolano que creen que todos somos iguales y no es así, poco a poco las cosas se fueron acoplando“, dijo Dayan.
Relató que por cerca de cinco meses trabajó en una discoteca, pero por inconvenientes tuvo que dejar ese empleo y se dedicó a cantar sola en los buses que recorren esta ciudad.
“Opté por cantar en los buses; Dios me dio una buena voz y opté por utilizarla, fue duro montarme en el primer bus, yo estaba sola, le explicaba a las personas que le cantaría una canción y que con lo que quisieran ayudarme lo hicieran, las personas al ver que todos los días lo hacía me colaboraban y trabajé así durante tres meses. Se logra sobrevivir así más o menos, no mucho porque no es como tener un trabajo fijo, hay días buenos y malos, hay días que solo haces para la comida. Yo vivía en un sitio donde pagaba $10.000 diarios por la estadía y primero tenía que hacer para eso y había días que no lo lograba, fue muy duro los días que no tenía ese dinero“, relató.
Así fueron pasando estos tres años que Dayan lleva de estar radicada en Valledupar, hasta que en el 2019 en un evento político conoció a Alejandro quien ofrecía un show musical y le permitieron cantar, luego de ese día no se volvieron a ver hasta en este 2021, cuando la ubicó por Facebook y la invitó a trabajar en un nuevo proyecto musical.
La historia de Alejandro no es tan distante a la de Dayan, ya que con la música ha logrado sobrevivir en Colombia. Hace cinco años llegó a Barranquilla, procedente de Valencia-Venezuela, una ciudad amante de la música tropical donde las orquestas al estilo Billo ‘s Caracas Boys, Los Melódicos, La Dimensión Latina y Guayacan Orquesta no se hacen esperar en diferentes celebraciones.
Tiene 25 años e interpreta la caja flamenca o cajón perunao, batería, timbal, tumbadora y congo, lo cual aprendió en una academia de música en su natal Valencia.
“Tristemente por la situación del país tuvimos que salir de nuestra tierra. Le damos gracias a Colombia que nos ha recibido con bastante hospitalidad, tenemos mucho agradecimiento con el pueblo colombiano. Al principio fue muy duro, llegué primeramente a Barranquilla trabajando con un grupo venezolano en las calles, en los semáforos y a raíz de ahí me vine a Valledupar a probar suerte y nos ha ido bien, hay días buenos y otros malos, bendecidos por Dios por todo lo que nos da”, dijo Alejandro, quien además de estar junto a Dayan y Mervin, también trabaja en otras agrupaciones en Valledupar.
De esta misma manera, Mervin Rangel sobrevive en esta ciudad. De los tres es quien menos tiempo tiene de haber llegado también desde Valencia, hace cuatro meses. Es abogado de profesión y músico por pasión, siendo esta última la que le ha dado la posibilidad de sustituir en un país lejos de su tierra.
“Estamos empezando a montar canciones vallenatas; tenemos apenas dos meses trabajando juntos como agrupación, interpretamos todo tipo de género musical: baladas, boleros, pop, mexicana y un repertorio de música vallenata en versión balada, incursionando con la percusión y la caja flamenca o peruana y con el piano; ya tenemos tres vallenatos porque es lo que la mayoría de las personas les gusta. Me ha ido bien siempre con la música; no es una entrada económica abundante, pero sí nos ha ayudado a sobrevivir“, relató Rangel.
A la hora del almuerzo y cena, Antonio Segovia oriundo de Caracas, recorre diferentes restaurantes de Valledupar, también interpretando canciones acompañado de una guitarra y su esposa que lo ayuda en una segunda voz. Desde hace cinco años se ha ganado la vida en esta capital.
“Canto en los restaurantes al mediodía y en las noches; también pinto vehículos porque soy latonero en un taller de unos paisanos. Acá con la música me ha ido bien gracias a Dios. Valledupar es una ciudad muy cultural, hay mucha diversidad en el vallenato, hay muchos músicos, en comparación a otras ciudades de Colombia las personas son receptivos con lo que uno hace; yo he estado en otras ciudades, pero acá son afables y amigables con el migrante quizás porque están cerca de frontera y algunas costumbres son las mismas “, refirió.
Su camino en la música fue desde niño ya que su abuela paterna es pianista por estar parte de vida en un conservatorio católico. “Mi abuela nos fue inculcando la música a todos desde pequeño; en mi casa siempre hubo instrumentos y aprendí a tocar guitarra, piano y bajo. Esto si me permite vivir, hay momentos más duros que otros porque la ciudad tiene sus meses buenos y malos, por ejemplo febrero es un mes duro porque los padres de familia tiene gastos escolares, pero abril y octubre a diciembre son buenos”, dijo Antonio.
Entre su repertorio está el género popular, ranchera, vallenato tradicional y romántico, balada y pop. “Canto vallenato tradicional como de Rafael Escalona, Rafael Orozco, Diomedes Díaz y modernos como Felipe Peláez, Jean Carlos Centeno y Silvestre Dangond”, subrayó Segovia.
POR MILAGRO SÁNCHEZ FLÓREZ/ EL PILÓN
Una voz melodiosa y la interpretación de instrumentos han ayudado a algunos venezolanos a ganarse el sustento diario en esta capital.
En calles, avenidas, buses y restaurantes de Valledupar se ha convertido costumbre ver a personas cantando y tocando algún instrumento. Las canciones son de diferentes géneros como balada, pop, bolero, rancheras, pero sin dejar a un lado el vallenato que como bien es sabido es el estilo musical por excelencia de esta región.
Los arriesgados en dedicarse a realizar esta actividad son migrantes venezolanos quienes han encontrado en la música una manera de ganarse la vida, lo cual les permite cubrir algunas de sus necesidades básicas, principalmente un techo donde dormir, la alimentación y enviar algo de dinero al vecino país donde dejaron a sus seres queridos a merced de una situación social- política y económica que día a día se agudiza más, sin ningún tipo de oportunidades.
Este fenómeno migratorio ha impactado en gran medida a la capital del Cesar, donde habitan 34 mil venezolanos de los 54 mil que hay en todo el departamento, según recientes cifras entregadas por Migración Colombia.
Una de estas migrantes es Dayan Hernández, quien desde hace dos semanas se unió a otros dos músicos también venezolanos (Alejandro y Mervin), juntos formaron el trío ‘Los Tres’, interpretando todo tipo de género musical, destacando los vallenatos de Felipe Peláez y Jean Carlos Centeno. Poco a poco se han ido adaptando el uno con el otro para llevar las composiciones vallenatas al género balada.
Dayan llegó a Valledupar hace tres años procedente de Barinas, Venezuela, una tierra llanera, donde lo menos que se escucha es un vallenato, predominando el joropo, cuyos instrumentos son el cuatro, el arpa llanera y las maracas; lejos de lo que es un acordeón que caracteriza al vallenato.
“Canto desde los cinco años y actualmente tengo 20. Llegué a Valledupar hace tres años, completamente sola, poco a poco fui conociendo el lugar y por medio de la música he salido adelante. Mi llegada fue bastante difícil por encontrarme costumbres diferentes, comida diferentes, muchas personas se negaban darme trabajo, en dar una oportunidad por el estigma que hay con el emigrante venezolano que creen que todos somos iguales y no es así, poco a poco las cosas se fueron acoplando“, dijo Dayan.
Relató que por cerca de cinco meses trabajó en una discoteca, pero por inconvenientes tuvo que dejar ese empleo y se dedicó a cantar sola en los buses que recorren esta ciudad.
“Opté por cantar en los buses; Dios me dio una buena voz y opté por utilizarla, fue duro montarme en el primer bus, yo estaba sola, le explicaba a las personas que le cantaría una canción y que con lo que quisieran ayudarme lo hicieran, las personas al ver que todos los días lo hacía me colaboraban y trabajé así durante tres meses. Se logra sobrevivir así más o menos, no mucho porque no es como tener un trabajo fijo, hay días buenos y malos, hay días que solo haces para la comida. Yo vivía en un sitio donde pagaba $10.000 diarios por la estadía y primero tenía que hacer para eso y había días que no lo lograba, fue muy duro los días que no tenía ese dinero“, relató.
Así fueron pasando estos tres años que Dayan lleva de estar radicada en Valledupar, hasta que en el 2019 en un evento político conoció a Alejandro quien ofrecía un show musical y le permitieron cantar, luego de ese día no se volvieron a ver hasta en este 2021, cuando la ubicó por Facebook y la invitó a trabajar en un nuevo proyecto musical.
La historia de Alejandro no es tan distante a la de Dayan, ya que con la música ha logrado sobrevivir en Colombia. Hace cinco años llegó a Barranquilla, procedente de Valencia-Venezuela, una ciudad amante de la música tropical donde las orquestas al estilo Billo ‘s Caracas Boys, Los Melódicos, La Dimensión Latina y Guayacan Orquesta no se hacen esperar en diferentes celebraciones.
Tiene 25 años e interpreta la caja flamenca o cajón perunao, batería, timbal, tumbadora y congo, lo cual aprendió en una academia de música en su natal Valencia.
“Tristemente por la situación del país tuvimos que salir de nuestra tierra. Le damos gracias a Colombia que nos ha recibido con bastante hospitalidad, tenemos mucho agradecimiento con el pueblo colombiano. Al principio fue muy duro, llegué primeramente a Barranquilla trabajando con un grupo venezolano en las calles, en los semáforos y a raíz de ahí me vine a Valledupar a probar suerte y nos ha ido bien, hay días buenos y otros malos, bendecidos por Dios por todo lo que nos da”, dijo Alejandro, quien además de estar junto a Dayan y Mervin, también trabaja en otras agrupaciones en Valledupar.
De esta misma manera, Mervin Rangel sobrevive en esta ciudad. De los tres es quien menos tiempo tiene de haber llegado también desde Valencia, hace cuatro meses. Es abogado de profesión y músico por pasión, siendo esta última la que le ha dado la posibilidad de sustituir en un país lejos de su tierra.
“Estamos empezando a montar canciones vallenatas; tenemos apenas dos meses trabajando juntos como agrupación, interpretamos todo tipo de género musical: baladas, boleros, pop, mexicana y un repertorio de música vallenata en versión balada, incursionando con la percusión y la caja flamenca o peruana y con el piano; ya tenemos tres vallenatos porque es lo que la mayoría de las personas les gusta. Me ha ido bien siempre con la música; no es una entrada económica abundante, pero sí nos ha ayudado a sobrevivir“, relató Rangel.
A la hora del almuerzo y cena, Antonio Segovia oriundo de Caracas, recorre diferentes restaurantes de Valledupar, también interpretando canciones acompañado de una guitarra y su esposa que lo ayuda en una segunda voz. Desde hace cinco años se ha ganado la vida en esta capital.
“Canto en los restaurantes al mediodía y en las noches; también pinto vehículos porque soy latonero en un taller de unos paisanos. Acá con la música me ha ido bien gracias a Dios. Valledupar es una ciudad muy cultural, hay mucha diversidad en el vallenato, hay muchos músicos, en comparación a otras ciudades de Colombia las personas son receptivos con lo que uno hace; yo he estado en otras ciudades, pero acá son afables y amigables con el migrante quizás porque están cerca de frontera y algunas costumbres son las mismas “, refirió.
Su camino en la música fue desde niño ya que su abuela paterna es pianista por estar parte de vida en un conservatorio católico. “Mi abuela nos fue inculcando la música a todos desde pequeño; en mi casa siempre hubo instrumentos y aprendí a tocar guitarra, piano y bajo. Esto si me permite vivir, hay momentos más duros que otros porque la ciudad tiene sus meses buenos y malos, por ejemplo febrero es un mes duro porque los padres de familia tiene gastos escolares, pero abril y octubre a diciembre son buenos”, dijo Antonio.
Entre su repertorio está el género popular, ranchera, vallenato tradicional y romántico, balada y pop. “Canto vallenato tradicional como de Rafael Escalona, Rafael Orozco, Diomedes Díaz y modernos como Felipe Peláez, Jean Carlos Centeno y Silvestre Dangond”, subrayó Segovia.
POR MILAGRO SÁNCHEZ FLÓREZ/ EL PILÓN