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Columnista - 22 abril, 2025

Comparaciones entre Gabo y Vargas Llosa no son odiosas

Gabo funcionaba a base de intuiciones, de instintos, de pálpitos y no en forma conceptual. No era un intelectual, sin desconocer el enorme talento que tenía a la hora de ponerse a escribir, no era consciente de las cosas mágicas, milagrosas a la hora de fantasear sus historias, por eso tal vez le molestaba tanto el intelectual, era la antípoda de Octavio Paz, ese contraste fue muy interesante, texto literal de puño y letra del nobel peruano, Mario Vargas Llosa.

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Gabo funcionaba a base de intuiciones, de instintos, de pálpitos y no en forma conceptual. No era un intelectual, sin desconocer el enorme talento que tenía a la hora de ponerse a escribir, no era consciente de las cosas mágicas, milagrosas a la hora de fantasear sus historias, por eso tal vez le molestaba tanto el intelectual, era la antípoda de Octavio Paz, ese contraste fue muy interesante, texto literal de puño y letra del nobel peruano, Mario Vargas Llosa.

Un interrogante: ¿se asume que es intelectual por muchas lecturas o por muchos títulos?

Para el premio nobel guatemalteco, Miguel Ángel Asturias, los títulos sirven para saber sin estudiar; para Thomas Karlyle, la mejor universidad es una buena colección de libros.

Para la Real Academia Española, la RAE, intelectual es quien se dedica preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras. Gabo fue genio y talento de las letras. Entonces fue un intelectual.

Sin embargo, la lógica y el sentido común se listan como lo más relevante en los “saberes del conocimiento”, sin duda el ABC de Gabriel García Márquez, y suponiendo que Gabo no haya sido un intelectual, su grandeza radicó en la mezcla de imaginación y sentido común para hilvanar de forma magistral su mundo de fantasía y realidad, hasta llegar a ser galardonado con el premio Nobel 1982, primero que Vargas Llosa, que alcanzó la gloria literaria después, en 2010.

Ambos eran irreverentes y sus enfoques rebatían la injusticia social en el quehacer diario latinoamericano, pensamiento que compagina con muchos autores. “La mansedumbre le prepara terreno a la tiranía y la pasividad de los explotados sirve de incentivo a la explotación”, para referenciar a José Eustasio Rivera, en la misma línea de pensamiento y elucubraciones.

La libertad no es un estado, sino una tarea constante, lo que aprendió Pablo Daniel Hernández Iguarán a través de la grafía de Mario Vargas Llosa, un literato cargado de premisas que construyen el tejido social.

“La cultura se transmite a través de la familia y cuando esta institución deja de funcionar de manera adecuada el resultado es el deterioro de la cultura”, solía recitar.

Disney, el gigante de la animación, se ha valido de numerosas leyendas e historias contadas por el nobel Gabriel García Márquez para rodar la película “Encanto” y basar el filme en el ‘Realismo mágico’, definido como movimiento literario hispanoamericano, surgido a mediados del siglo 20, que se caracteriza por la inclusión de elementos fantásticos en la narrativa.

El Realismo de Gabo profundiza en la realidad a través de lo mágico, siendo el vate colombiano uno de sus máximos exponentes, mientras que a Vargas Llosa otros autores lo acercan al Realismo crudo.  Son estilos moldeados, bien por el carácter, que se hereda, o el temperamento, que se adquiere, para poner en contexto a dos laureados en el arte de la palabra, políticamente antagónicos, el primero mantuvo un idealismo de izquierda y el segundo dio un giro hacia la derecha.

No obstante, el problema no es de ideología, es de valores. La calidad humana trasciende las barreras ideológicas.

No hay diferencia entre un corrupto de izquierda o un corrupto de derecha, si ambos concentran el poder y contribuyen a la miseria social, estigma  que no permeó a los dos letrados, uno por la divina providencia de no ser presidente de Perú, y el otro, quien rehusó a ser jefe de Estado,  tuvo que exiliarse en México, consciente del peligro que corría en Colombia, donde una bala vale más que una idea, sin describir el lamento y frustración de habernos privado la historia, por la violencia miserable, de acceder al único Nobel de Literatura que ostentamos con orgullo y amor de patria.

El decir es que las comparaciones son odiosas, pero no lo son cuando ayudan a edificar, y cada uno construyó un mundo mágico y real en sus novelas, ensayos, artículos, discursos, cuentos y publicaciones en general, hasta el último suspiro, si hacemos memoria y recordamos que Gabo murió en México el 17 de abril de 2014, a la edad de 87 años, afectado de cáncer, y Mario Vargas Llosa en Perú, a los 89 años, el 13 de abril de 2025, justo hace 11 días, aquejado de una neumonía, pero sus legados perduran en un mundo marcado por los libros, que permanecen para siempre.  Aunque reza el texto bíblico que en los días venideros todo será olvidado y no habrá memoria ni del necio ni del sabio, cesarán las lenguas, la ciencia y las profecías acabarán, pero uno y otro se inmortalizan por lo tangible e intangible de sus obras.

Por: Miguel Aroca Yepes.

Columnista
22 abril, 2025

Comparaciones entre Gabo y Vargas Llosa no son odiosas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Aroca Yepez

Gabo funcionaba a base de intuiciones, de instintos, de pálpitos y no en forma conceptual. No era un intelectual, sin desconocer el enorme talento que tenía a la hora de ponerse a escribir, no era consciente de las cosas mágicas, milagrosas a la hora de fantasear sus historias, por eso tal vez le molestaba tanto el intelectual, era la antípoda de Octavio Paz, ese contraste fue muy interesante, texto literal de puño y letra del nobel peruano, Mario Vargas Llosa.


Gabo funcionaba a base de intuiciones, de instintos, de pálpitos y no en forma conceptual. No era un intelectual, sin desconocer el enorme talento que tenía a la hora de ponerse a escribir, no era consciente de las cosas mágicas, milagrosas a la hora de fantasear sus historias, por eso tal vez le molestaba tanto el intelectual, era la antípoda de Octavio Paz, ese contraste fue muy interesante, texto literal de puño y letra del nobel peruano, Mario Vargas Llosa.

Un interrogante: ¿se asume que es intelectual por muchas lecturas o por muchos títulos?

Para el premio nobel guatemalteco, Miguel Ángel Asturias, los títulos sirven para saber sin estudiar; para Thomas Karlyle, la mejor universidad es una buena colección de libros.

Para la Real Academia Española, la RAE, intelectual es quien se dedica preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras. Gabo fue genio y talento de las letras. Entonces fue un intelectual.

Sin embargo, la lógica y el sentido común se listan como lo más relevante en los “saberes del conocimiento”, sin duda el ABC de Gabriel García Márquez, y suponiendo que Gabo no haya sido un intelectual, su grandeza radicó en la mezcla de imaginación y sentido común para hilvanar de forma magistral su mundo de fantasía y realidad, hasta llegar a ser galardonado con el premio Nobel 1982, primero que Vargas Llosa, que alcanzó la gloria literaria después, en 2010.

Ambos eran irreverentes y sus enfoques rebatían la injusticia social en el quehacer diario latinoamericano, pensamiento que compagina con muchos autores. “La mansedumbre le prepara terreno a la tiranía y la pasividad de los explotados sirve de incentivo a la explotación”, para referenciar a José Eustasio Rivera, en la misma línea de pensamiento y elucubraciones.

La libertad no es un estado, sino una tarea constante, lo que aprendió Pablo Daniel Hernández Iguarán a través de la grafía de Mario Vargas Llosa, un literato cargado de premisas que construyen el tejido social.

“La cultura se transmite a través de la familia y cuando esta institución deja de funcionar de manera adecuada el resultado es el deterioro de la cultura”, solía recitar.

Disney, el gigante de la animación, se ha valido de numerosas leyendas e historias contadas por el nobel Gabriel García Márquez para rodar la película “Encanto” y basar el filme en el ‘Realismo mágico’, definido como movimiento literario hispanoamericano, surgido a mediados del siglo 20, que se caracteriza por la inclusión de elementos fantásticos en la narrativa.

El Realismo de Gabo profundiza en la realidad a través de lo mágico, siendo el vate colombiano uno de sus máximos exponentes, mientras que a Vargas Llosa otros autores lo acercan al Realismo crudo.  Son estilos moldeados, bien por el carácter, que se hereda, o el temperamento, que se adquiere, para poner en contexto a dos laureados en el arte de la palabra, políticamente antagónicos, el primero mantuvo un idealismo de izquierda y el segundo dio un giro hacia la derecha.

No obstante, el problema no es de ideología, es de valores. La calidad humana trasciende las barreras ideológicas.

No hay diferencia entre un corrupto de izquierda o un corrupto de derecha, si ambos concentran el poder y contribuyen a la miseria social, estigma  que no permeó a los dos letrados, uno por la divina providencia de no ser presidente de Perú, y el otro, quien rehusó a ser jefe de Estado,  tuvo que exiliarse en México, consciente del peligro que corría en Colombia, donde una bala vale más que una idea, sin describir el lamento y frustración de habernos privado la historia, por la violencia miserable, de acceder al único Nobel de Literatura que ostentamos con orgullo y amor de patria.

El decir es que las comparaciones son odiosas, pero no lo son cuando ayudan a edificar, y cada uno construyó un mundo mágico y real en sus novelas, ensayos, artículos, discursos, cuentos y publicaciones en general, hasta el último suspiro, si hacemos memoria y recordamos que Gabo murió en México el 17 de abril de 2014, a la edad de 87 años, afectado de cáncer, y Mario Vargas Llosa en Perú, a los 89 años, el 13 de abril de 2025, justo hace 11 días, aquejado de una neumonía, pero sus legados perduran en un mundo marcado por los libros, que permanecen para siempre.  Aunque reza el texto bíblico que en los días venideros todo será olvidado y no habrá memoria ni del necio ni del sabio, cesarán las lenguas, la ciencia y las profecías acabarán, pero uno y otro se inmortalizan por lo tangible e intangible de sus obras.

Por: Miguel Aroca Yepes.