Por: Valerio Mejia
“Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey, porque se sostuvo como viendo al Invisible” Hebreos 11:27
Hace muchos años visité un cuarto de prueba de Industrias Acerías Paz del Rio en Belencito, Boyacá. Todo alrededor eran pequeñas divisiones y compartimentos para almacenar las barras y varillas de acero. El acero había sido probado hasta el extremo y marcado con cifras que señalaban su punto de resistencia. Algunas piezas había sido retorcidas hasta ser partidas y la fortaleza de su textura estaba marcada sobre ellas. Otras habían sido estiradas hasta el punto de quiebre y la fuerza de su tirantez también marcada. Otras habían sido comprimidas hasta su punto de opresión y también marcadas.
El ingeniero jefe de esta sección sabía exactamente lo que cada una de esas piezas de acero podía sobrellevar bajo la presión. Él sabía lo que podían soportar si eran colocadas en un buque, en un edificio o en un puente; él sabía esto porque el banco de pruebas y los estudios de la resistencia de materiales se lo habían revelado.
Así es también con nosotros, Dios quiere que sus hijos seamos parecidos a esas piezas de acero, endurecidas, capaces de soportar los retorcimientos y presiones hasta el límite, sin que caigamos. Y para lograrlo, necesitamos ser pasados por el banco de pruebas del sufrimiento.
Muchos de nosotros no necesitamos ningún otro argumento sino nuestra propia experiencia para probar que el sufrimiento es verdaderamente la habitación de pruebas de la fe en Dios.
El hablar y teorizar acerca de la fe es fácil, pero frecuentemente Dios permite que caigamos en circunstancias donde se prueba nuestro temple; y como al oro, se separen las mezclas y las basuras de impurezas para purificarnos.
Seremos dichosos si logramos resistir el fuego de la prueba, si logramos hacer que los vientos fuertes que agitan nuestra vida quieta, nos producen el efecto de aumentar nuestro interés en el servicio y ver lo que él vale y puede hacer por nosotros. Siempre serán mejores las tormentas con Cristo que las aguas apacibles sin él.
Aquel que no ha aprendido que todos los vientos que soplan son favorables para el cielo y que Dios toma ventaja de todas las circunstancias de nuestra vida, es un aprendiz y no un maestro. La única cosa que no ayuda a nadie es una calma muerta.
Amados amigos lectores, la mejor ocasión para esgrimir la fe que poseemos es la hora de la prueba. Todo material, recurso, valor o principio de nuestra vida que ha sido probado, soportará el peso de las circunstancias.
Creo que hay un sutil engaño en las cosas visibles y muy necesario será el resguardar nuestras vidas en las cosas invisibles.”No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.
Dios para probar a Abraham, que con sus facultades físicas no podía lograr nada, le quitó su fortaleza y su seguridad en sí mismo. Abraham tuvo que considerar su cuerpo como si estuviese muerto y dejar que Dios le infundiera aliento de vida para hacer el trabajo. Y cuando se dio cuenta de su impotencia y confió enteramente en Dios, entonces se persuadió por completo de que lo que Dios había prometido podía cumplirlo. Dios quiere alentarnos a que aprendamos a confiar en él, y esperemos con ilusión los resultados. El Señor se complace en probar la verdad de su palabra y el poder de la fe.
Dios mantiene una escuela muy costosa. Muchas de sus lecciones se deletrean por medio de lágrimas. Mientras permanezcamos en el camino de la vida, no nos graduaremos nunca. No huyamos de ninguna lección por muy dura que sea, ni retrocedamos por temor a cualquier clase de disciplina. Lo más valioso ha de ser la corona, y lo más grato el cielo, si perseveramos alegremente hasta el fin y nos graduamos para la gloria.
Siempre existirán momentos de aflicción en nuestras vidas y todos los corazones lloramos, cualquiera que sea la causa que nos hace derramar lágrimas. Pero en verdad, hay uno invisible que se encuentra a nuestro alcance. Debemos aprender a reconocer aquella presencia invisible tan admirable y consoladora. ¡Dios con nosotros!
No desconozco que en ocasiones nos asalta la duda y pensamos: ¿Por qué Dios no me ayuda? Pero antes de librarnos de la tribulación, Dios quiere enseñarnos grandes lecciones por medio de ellas. Existe un propósito pedagógico por medio de ellas. Su promesa es: “Estaré contigo en la tribulación, te libraré, te honraré y tú me amarás”.
De cara a las pruebas tenemos dos opciones: Las evitamos, nos sacudimos y nos la quitamos de encima y estamos agradecidos cuando haya pasado; o la consideramos como un desafío de parte de Dios para que crezcamos y reclamemos una bendición mayor que la que hasta ahora hemos obtenido y la saludemos con gozo, tomándola como una oportunidad que se nos presenta para obtener una medida mayor de gracia y favor de Dios. Bajo esta perspectiva, todas las cosas, aún las que parecían estar en contra nuestra se alinean y transforman en instrumentos para asistirnos en el progreso de nuestro camino.
Hoy quiero animarte a resistir el fuego de la prueba y a soportar el sufrimiento con gallardía y valor. ¡Párate firme! ¡Soporta la tentación! ¡Sé valiente! ¡Mantente como viendo al Invisible! Todo esto será pasajero, porque lo único eterno, inconmovible e imperecedero es el Señor mismo.
Oremos: “Querido Dios, ayúdame a soportar el fuego de la prueba, a mantenerme como viendo al Invisible. Gracias porque contigo soy un vencedor y ninguna adversidad podrá derrotarme. En Jesucristo, Amén”.
Te mando un saludo cariñoso en Cristo…
valeriomejia@etb.net.co












